CONTRA
LOS HEREJES
(Adversus Haereses)
San Ireneo de Lyon
LIBRO I: EXPOSICIÓN DE
LAS DOCTRINAS GNÓSTICAS
Prólogo
[437] Pr. 1. Algunos, rechazando la verdad, introducen falsos discursos
y, como dice el Apóstol, «prestan más atención a cuestiones acerca de
genealogías sin fin, que a edificar la casa de Dios por la fe» (1 Tim 1,4). Por
medio de semejanzas elaboradas de modo engañoso, trastornan las mentes de los
menos educados y las esclavizan, falseando las palabras del Señor. Interpretan
mal lo que ha sido bien dicho, y pervierten a muchos, atrayéndolos con el cebo
de la gnosis (40). Los separan de aquel
que ha creado y ordenado el universo, [440] como si ellos pudiesen mostrar algo
más alto y de mayor contenido que aquel que hizo el cielo, la tierra y todo
cuanto contienen (Ex 20,11). Persuaden con su facilidad de palabra a los más
simples para que se pongan a buscar (41);
pero luego arrastran a la ruina, inculcando impías y blasfemas opiniones acerca
del Demiurgo, a quienes son incapaces de discernir lo falso de lo verdadero.
Pr. 2.
No es fácil descubrir el error por sí mismo, pues no lo presentan desnudo, ya
que entonces se comprendería, sino adornado con una máscara engañosa y
persuasiva; a tal punto que, aun cuando sea ridículo decirlo, hacen parecer su
discurso más verdadero que la verdad. De este modo con una apariencia externa
engañan a los más rudos. Como decía acerca de ellos una persona más docta que
nosotros, ellos mediante sus artes verbales hacen que una pieza de vidrio
parezca idéntica a una preciosa esmeralda, hasta que se encuentra alguno que
pueda probarlo y delatar que se trata de un artificio fabricado con fraude.
[441] Cuando se mezcla bronce con la plata, ¿quién entre la gente sencilla puede
probar el engaño?
Ahora bien, temo que por nuestro descuido haya quienes
como lobos con piel de oveja desvíen las ovejas (Mt 7,15), engañadas por la
piel que ellos se han echado encima, y de los cuales el Señor dice que debemos
cuidarnos (pues dicen palabras semejantes a las nuestras, pero con sentidos
opuestos). Por eso, después de haber leído los comentarios de los discípulos de
Valentín (como ellos se llaman a sí mismos), de haberme encontrado con varios
de ellos y ahondado en su doctrina, me pareció necesario, mi querido hermano,
declararte los altísimos misterios «que no todos pueden captar» (Mt 19,11),
porque no todos han vaciado su cerebro (42),
a fin de que tú, conociéndolos, se los expongas a todos los que te rodean, y de
este modo los prepares para que se cuiden de caer en el abismo (43) de tal insensatez y de su blasfemia contra Dios.
En cuanto esté en nuestra capacidad, te expondremos de
manera clara y sintética lo que andan enseñando los discípulos de Ptolomeo, que
son como la flor de la escuela de Valentín; y, en cuanto lo permita nuestra
pequeñez, ofreceremos a los demás los medios para refutarlos, haciéndoles ver
que cuanto aquéllos andan diciendo no puede mantenerse en pie ni está de acuerdo
con la verdad. No estoy acostumbrado a escribir ni domino el arte de hablar;
[444] pero, impulsados por la caridad, exponemos a ti y a los tuyos las
doctrinas que hasta ahora se mantenían ocultas y que por la gracia de Dios
ahora salen a la luz del día: «Nada hay escondido que no se descubra, y nada
oculto que no llegue a saberse» (Mt 10,26).
Preludio 3.
Te suplico que no me pidas que te escriba con un arte que no he aprendido,
porque vivo entre los Celtas y de ordinario tengo que expresarme en una lengua
bárbara; ni tengo la facilidad de un escritor, pues no me he ejercitado; ni sé
hablar con discursos elegantes o persuasivos; sino que te suplico recibas con
amor lo que he escrito con amor, de manera sencilla, sin más adornos que la
verdad y la sinceridad. Tú desarrollarás por tu cuenta estos escritos, pues
eres más capaz que yo de hacerlo. Como quien dice, tú recibes de mí el impulso
y la semilla, para que la hagas dar fruto abundante (44), extendiendo con tu espíritu lo que te expongo en breves
palabras, y explicarás con fuerza a los que te rodean aquello que yo redacto
para ti de manera tan débil. Por mi parte ahora respondo por escrito a tus
deseos que desde hace tiempo has expresado de conocer las doctrinas de
aquéllos, no sólo aclarándotelas, sino también dándote los medios para que se
pruebe su falsedad; así también tú, por tu parte, poniendo a la acción la
gracia que el Señor te ha dado, ofrece este servicio a los demás, [445] para
que las personas ya no se vean arrastradas por sus engaños.
1
1. Doctrina básica de los gnósticos
1.1. El Pléroma. Los Eones en el
interior el Pléroma
1,1. Dicen que en las alturas invisibles e inefables
existe un Eón perfecto, preexistente, al que llaman Protoprincipio, Protopadre
y Abismo (Bythos): él sería invisible, incomprensible, sempiterno e
ingénito, y vivió en un profundo reposo y soledad por siglos infinitos. Con él
estaba el Pensamiento (Ennoaia), a quien también llaman Gracia (Cháris)
y Silencio (Sigè). Cierto día este Abismo decidió emitir el Abismo como
Principio (Archè) de todas las cosas: entonces depositó este como Semen
(Spérma) que había pensado emitir, en el vientre del Silencio, que era
su compañera (45). Esta recibió el semen
y quedando preñada engendró la Mente (Noûn), según la imagen y semejanza
del que lo había emitido, y la única capaz de captar la grandeza del Padre. A
la Mente también lo llaman el Unigénito (Monogenê), [448] o bien el
Padre o el Principio de todas las cosas. Junto con él fue emitida la Verdad (Alétheia).
Esta es la original y primitiva Tétrada de Pitágoras, a la que también
llaman la raíz de todas las cosas: está formada por Abismo, Silencio, Mente y
Verdad.
El Unigénito, habiéndose dado cuenta de por qué motivo
había sido emitido, a su vez emitió el Verbo (Lógos) mismo y la Vida (Zoé),
Padre de todos los que vendrían después de él (46),
principio y formación de todo el Pléroma (47). A su vez, el Logos y la Vida, a manera de unión
matrimonial (sydzygía), emitieron el Hombre (Anthropos) y la
Iglesia (Ekklesía). Esta es la Ogdóada (48) primigenia, raíz y sustrato de todas las cosas, que ellos
designan con cuatro nombres: Abismo, Mente, Logos y Hombre. Cada uno de éstos
está formado por un elemento masculino y otro femenino, de esta manera: en
primer lugar el Protopadre se ha unido sexualmente con su Pensamiento (al que
llaman Gracia y Silencio); el Unigénito (también nombrado Mente), se unió con
la Verdad; [449] en seguida el Verbo con la Vida; y por último el Hombre con la
Iglesia.
1,2. Como todos estos Eones fueron emitidos para la gloria
del Padre, queriendo por su cuenta glorificar al Padre, a su vez produjeron
otras emisiones por vía matrimonial. El Verbo y la Vida, después de haber
emitido el Hombre y la Iglesia, emitieron otros diez Eones, a los cuales han
puesto estos nombres: Abismal (Bythios) y Confusión (Míxis),
Agératos (49) y Unidad (Hénosis),
Autoproducto (Autophyès) y Satisfacción (Hedoné), Inmóvil (Akínetos)
y Mezcla (Synkrasis), Unigénito (Monogenès) y Felicidad (Makaría).
Esto son, dicen, los diez Eones que el Verbo y la Vida emitieron. A su vez el
Hombre y la Iglesia emitieron doce Eones, a quienes nombran: Paráclito (Parákletos)
y Fe (Pístis), Paterno (Patrikòs) y Esperanza (Elpís),
Materno (Metrikòs) y Caridad (Agápe), Eterno (Aeínous) y
Entendimiento (Synesis), Eclesiástico (Ekklesiastikòs) y Dicha (Makariotès),
Deseado (Theletòs) y Sabiduría (Sophía).
1,3. Esta es su desvariada doctrina de los treinta Eones
impronunciables e inconoscibles. Este Pléroma, según ellos invisible y
espiritual, está dividido en los tres grupos de la Ogdóada, la Década y la
Docena (50). Por eso dicen que el Salvador
-al que se niegan a llamar Señor- durante treinta años nada hizo en público, a
fin de revelar el misterio de los Eones. [452] En cambio dicen que los treinta
Eones quedan claramente declarados en la parábola de los obreros enviados a la
viña: a unos se les envía en la hora prima, a los segundos alrededor de la
tercia y a los terceros a la sexta, otros a la nona, y a los últimos a la
undécima. Si se suman las diversas horas, producen el número treinta, pues uno
más tres más seis más nueve más once suman treinta. Según ellos, estas horas
representan a los Eones. Y estos son los grandes, admirables y recónditos
misterios, frutos de sus maquinaciones, además de todos los otros pasajes de
las Escrituras que ellos amoldan para que se acomoden a sus creaciones.
2
1.2. Cómo se desarrolló el Pléroma
1.2.1. El Protopadre y el Unigénito
2,1. Dicen que solamente el Unigénito, o sea la Mente,
conoce al Protopadre del que nació; en cambio para todos los demás Eones éste
es invisible e incomprensible. Pues, según ellos, sólo la Mente se gozaba
viendo al Padre y se deleitaba al contemplar su inmensa grandeza. Y trataba de
hacer partícipes de la grandeza del Padre también a los otros Eones, [453]
dándoles a saber cuán grande y excelso es, y cómo no tenía principio e incapaz
de ser visto y comprendido. Mas el Silencio lo contuvo por mandato del Padre,
pues quería inducir a todos el deseo de entender e investigar al Padre. También
los demás Eones secretamente ansiaban ver al que había emitido su esperma y
escrutar al que había sido su raíz sin principio.
1.2.2. La pasión de la Sabiduría
2,2. Emergió el último y más joven de los doce Eones, el
Eón nacido de Hombre e Iglesia, es decir Sabiduría, y experimentó una pasión (51) fuera del abrazo de su esposo Deseado.
Esta pasión había surgido de la Mente y la Verdad, y contagió a este Eón, o sea
la Sabiduría, que se alteró bajo pretexto de amor; pero en realidad fue de
arrogancia, porque no tenía, como la Mente, comunicación con el Padre perfecto.
La pasión consistía en la búsqueda del Padre (52);
pues, como dicen, quería comprender su grandeza; mas, como no era capaz porque
emprendía una tarea imposible, se halló de pronto en una inmensa agonía por la
grandeza del Abismo de lo ininvestigable del Padre, y por su amor hacia él; y
como siempre se lanzaba más hacia adelante, al final habría quedado diluida en
la dulzura del Padre y disuelta en la Substancia universal, si no le hubiera
salido al paso la Potencia que consolida y conserva todas las cosas fuera de la
inefable grandeza. [456] Llaman Límite (Hóros) a esta Potencia. Esta,
pues, sostuvo y reafirmó a Sabiduría, la cual, apenas vuelta sobre sí misma, se
convenció de que el Padre es incomprensible, depuso su primer Deseo (53) con la pasión que se había producido,
nacida de la admiración llena de estupor.
2,3. Algunos de ellos narran en forma de mito esta pasión
y retorno de la Sabiduría: por haber pretendido una cosa imposible e
incomprensible, dio a luz una substancia tan amorfa como la puede producir una
mujer. Al darse cuenta, primero se entristeció por haber dado a luz algo
inacabado, y luego tuvo miedo de que aun eso se le muriese; entonces se llenó
de angustia, buscando la causa de lo que había sucedido [457] y cómo podría
ocultar lo que de ella había nacido. Después de hundirse en estos sufrimientos,
ella experimentó un regreso y trató de volver al Padre; pero, después de
animarse por breve tiempo, se desalentó y suplicó al Padre, y a su ruego se
unieron los otros Eones, sobre todo la Mente. Aquí es donde, según ellos, tuvo
su primer inicio la substancia de la materia, nacida de la ignorancia, la
tristeza, el temor y el estupor.
2,4. Entonces, además de estos Eones, el Padre por medio
del Unigénito engendró según su imagen al antedicho Límite, sin unión sexual o
matrimonial. Pues ellos algunas veces presentan al Padre con su esposa
Silencio, y otras veces como varón y mujer. [460] A este Silencio también
suelen llamarlo Cruz (Stauròs), Redentor (Lytrotès), Emancipador
(Karpistès), Limitador (Horothétes) y Guía (Metagogéa).
Este Límite fue el que purificó y fortaleció a la Sabiduría y la restituyó a su
matrimonio. Porque, cuando se separó de ella por el Deseo (Enthymésis)
con la pasión que le sobrevino, él sin embargo quedó dentro del Pléroma. Pero
el Deseo junto con su pasión fue crucificado por el Límite y echado [461] fuera
del Pléroma (54). De ahí brotó una
substancia espiritual, pues se trataba del ímpetu natural de un Eón, sin forma
ni figura porque no recibió ninguna; y por eso lo llaman su fruto débil y
femenino.
1.2.3. Cristo, el Espíritu Santo y el
Salvador
2,5. Después que ella se separó del Pléroma de los Eones y
su Madre fue reintegrada a su matrimonio, de nuevo el Unigénito emitió otra
pareja, según la providencia del Padre: a Cristo (Christòs) y Espíritu
Santo (Pneûma Hágion), a fin de que los Eones no volvieran a sufrir de
modo semejante con la misma pasión: de esta manera éstos llevaron a los Eones a
su perfección en el Pléroma. Cristo les enseñó la naturaleza del matrimonio (pues
eran lo bastante capaces para conocer y comprender al Ingénito) (55), y les declaró sobre el conocimiento
del Padre, revelándoles que es incomprensible, [464] inaferrable, y que nadie
puede verlo ni oírlo sino sólo mediante el Unigénito. La causa de la duración
eterna de los otros Eones es lo incomprensible del Padre; en cambio el motivo
del engendramiento y formación del Unigénito es lo que en éste hay de
comprensible, pues se trata del Hijo. Esto es lo que el Cristo llevó a cabo
apenas fue emitido.
2,6. El Espíritu Santo, habiendo dignificado a los Eones,
les enseñó a dar gracias y les concedió el verdadero reposo. Por eso, dicen,
los Eones fueron creados con el mismo género y forma, y todos llegaron a ser
Mentes, Verbos, Hombres y Cristos; y todos los elementos femeninos, de igual
manera, llegaron a ser Verdades, Vidas, Espíritus e Iglesias. Y dicen que
habiéndose consolidado así todas las cosas, y finalmente puestas en reposo, con
gran gozo cantan himnos al Padre primordial, que comunica la grande alegría.
[465] Y a causa de este don, con una sola voluntad y
decisión, todo el Pléroma de los Eones, junto con el Cristo y el Espíritu, y
estampando su sello junto con ellos el Padre de todos, cada uno de los Eones,
poniendo cuanto tenía de más bello y floreciente, y tejiéndolo todo de manera
armoniosa y uniéndolo cuidadosamente, emitieron un producto para honor y gloria
del Abismo. Este es Jesús, el fruto consumado, la belleza más perfecta y el
astro del Pléroma, al que también se le llama Salvador, Cristo y Verbo -en
relación con el nombre del Padre- y el Todo (Pánta), porque fue hecho
por todos. Y fueron emitidos junto con él los ángeles, del mismo origen que él,
para que le sirvan de escoltas y para honrarlos a ellos.
3
1.3. Cómo abusan de la Escritura
3,1. Esta es, pues, lo que ellos llaman la producción (pragmateía)
que se realizó en el interior del Pléroma: la pasión de este Eón que casi se
perdió por la caída en la materia múltiple, por el ansia de buscar al Padre: la
mezcla hexagonal de Límite, Cruz, Redentor, [468] Emancipador, Limitador y
Guía. Y el nacimiento, posterior al de los Eones, del Cristo y del Espíritu
Santo emitidos del arrepentimiento por el Padre. Y al final la formación del
segundo Cristo, al que llaman Salvador (Sotêr), que proviene de una obra
común.
Sin embargo tales cosas no habrían sido dichas claramente
(por las Escrituras), porque no todos alcanzarían a comprenderlas (Mt 19,11);
sino que el Salvador las reveló por medio de parábolas a quienes eran capaces
de entenderlas: que los treinta Eones están representados por los treinta años
en los cuales dicen que el Salvador nada habló abiertamente (Lc 3,23) y por los
obreros enviados a la viña (Mt 20,1-7), como arriba dijimos. Y dicen que Pablo
de manera muy clara habla de los Eones continuamente, y que incluso conserva su
jerarquía cuando dice: «En todas las generaciones por los Eones de los Eones» (56) (Ef 3,21). Y también nosotros cuando
damos gracias (57) [469] diríamos: «Por
los Eones de los Eones». De esta manera, siempre que encuentran esta expresión,
pretenden que se refiere a los Eones.
3,2. La emisión de los doce Eones estaría indicada en el
hecho de que Jesús disputó con los doctores de la Ley a los doce años (Lc
2,42-46) y en la elección de los doce Apóstoles: pues eligió a doce (Mt 10,2;
Lc 6,13). Y los otros dieciocho Eones están señalados en los dieciocho meses en
los cuales, después de resucitar de entre los muertos, convivió con los
discípulos, además de las primeras letras de su nombre, iota y eta
(58), con toda evidencia manifestarían
los dieciocho Eones. Igualmente los diez Eones estarían indicados en la iota
inicial de su nombre, y por eso el Salvador habría dicho: «No pasará ni una iota
ni un acento de la Ley sin se cumpla» (Mt 5,18).
3,3. También afirman que la pasión que recayó [472] en el
duodécimo Eón está sugerida en la apostasía de Judas, pues era el duodécimo de
los Apóstoles, y porque padeció el mes duodécimo: porque, según ellos
hipotizan, Jesús habría predicado sólo durante un año después de su bautismo
(Lc 4,19; Is 61,2). También estaría claramente escondido este misterio en
aquella mujer que sufría el flujo de sangre (59):
en efecto, lo padeció durante doce años, pero la curó la venida del Salvador,
cuando ella tocó la orilla de su vestido (Mt 9,20; Lc 8,44), y por eso el
Salvador dijo: «¿Quién me tocó?» (Lc 8,45). De este modo enseñó a sus
discípulos lo que había sucedido en el misterio de los Eones, y la curación del
Eón que había sufrido la pasión: en el sufrimiento que duró doce años estaba
representada aquella Potencia, pues su substancia fluía y se extendía sin
límite. Y si no hubiese tocado el vestido del Hijo, es decir de la Verdad de la
primera Tétrada, que se manifestó en la orilla del vestido, se habría disuelto
[473] toda su substancia. Pero el flujo se detuvo (Lc 8,44) y liberó de la
pasión por el Poder salido del Hijo (Lc 8,45-46). Esta Potencia sería el
Límite, según dicen, que la curó y le arrancó la pasión.
3,4. Que el Salvador emitido por todos (los Eones) sea la
Totalidad (Pân), dicen que está escondido en aquella palabra: «Todo
macho que abra la matriz» (Lc 2,23; Ex 13,2). Pues, siendo la Totalidad, abrió
la matriz de Deseo del Eón caído en pasión cuando fue separado del Pléroma.
Ellos llaman este Deseo la Segunda Ogdóada, de la que adelante hablaremos.
Pretenden que Pablo también habría dicho refiriéndose claramente a él: «El es
todas las cosas» (Rom 11,36). Y también: «En él habita toda la plenitud de la
divinidad» (Col 2,9). [476] Y: «Dios ha recapitulado todo en Cristo» (Ef 1,10).
Así es como ellos interpretan estos pasajes y todos los semejantes.
3,5. En cuanto al Límite, al que llaman con muchos
nombres, afirman que tiene dos funciones: la de consolidar y dividir: en cuanto
consolida y confirma se llama Cruz; en cuanto divide y demarca se llama Límite.
Dicen que el Salvador declaró sus funciones, cuya primera es la de constituir,
cuando dijo: «Quien no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo» (Lc
14,27; Mt 10,38); y: «Toma tu cruz y sígueme» (60)
(Mc 10,21; Mt 16,24). Y la función de separar, cuando dijo: «No vine a traer la
paz, sino la espada» (Mt 10,34). También dicen que Juan (el Bautista) lo enseñó
claramente: «En su mano está el bieldo para limpiar la era; recogerá el trigo
en su granero y quemará la paja con fuego inextinguible» (Lc 3,17). Con estas
palabras habría señalado la obra del Límite: interpretan el bieldo como Cruz,
porque [477] destruye todos los elementos materiales como el fuego consume la
paja, y en cambio limpia a los que deben salvarse, como el bieldo el trigo.
También el Apóstol Pablo habría dicho lo mismo, cuando hace memoria de la Cruz:
«El mensaje de la cruz es vanidad para los que se pierden; mas para aquellos
que se salvan es poder de Dios» (1 Cor 1,18); y también: «No me glorío sino en
la cruz de Cristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el
mundo» (Gál 6,14).
3,6. Enseñan todas estas vaciedades acerca de su Pléroma y
de la plasmación (61) de todas las cosas,
tratando de adaptar aquellas cosas que han sido bien dichas a las que ellos
inventaron mal por sí mismos. Y no sólo toman de los Evangelios y de las cartas
apostólicas los argumentos para sus doctrinas, trastocando su interpretación y
adulterando su exégesis; sino también de la Ley y los profetas: como éstos
narran muchas parábolas, alegorías y otros dichos que se prestan a ser
arrastrados en cualquier sentido, ellos acomodan su ambigüedad a sus
invenciones, por medio de exégesis dolosas. De esta manera mantienen en
cautiverio lejos de la verdad a quienes no mantienen una fe firme en el único Dios
Padre omnipotente y en Jesucristo, el Hijo único de Dios.
4
1.4. Fuera del Pléroma: Achamot (62) origina la materia
4,1. Según sus teorías, [480] fuera del Pléroma sucede lo
siguiente: el Deseo de la Sabiduría superior, a la que llaman Achamot, alejada
del Pléroma por motivo de su pasión, como dicen, anduvo vagando en los lugares
de la sombra y del vacío: en efecto, salió de la Luz del Pléroma, sin forma y
sin figura como un aborto, por no haber logrado nada. Pero el Cristo superior
tuvo misericordia, y extendiéndose en la Cruz, con su poder le creó una forma,
pero sólo en cuanto a la substancia, no en cuanto al conocimiento. Una vez
realizada esta obra se retiró, llevándose su poder y dejándola, a fin de que,
sintiendo la pasión debida a la separación del Pléroma, desee las realidades
superiores, gozando de un cierto olor de incorrupción que le dejaron Cristo y
Espíritu Santo. Por eso se le llama con dos nombres: Sabiduría por motivo de su
padre -pues su padre se llama Sabiduría- y Espíritu Santo por el espíritu que
está junto a Cristo.
Una vez que recibió la forma y se hizo consciente, de
pronto la abandonó el Verbo que estaba con ella, es decir Cristo, ella se
entregó de nuevo a buscar la Luz que la había abandonado. [481] Sin embargo
ella no pudo alcanzarla, porque el Límite se lo impedía. Y el Límite así la
habría llamado cuando ella se lanzaba hacia afuera: «¡Iao!» Por eso también se
le llama Iao. Y como ella no pudo atravesar el Límite, porque había abrazado la
pasión y por eso había quedado afuera (del Pléroma) ella sola, sucumbió a todo
tipo de sufrimientos múltiples y variados. Y la invadió la tristeza por no
haber podido aprehender la Luz; y además temor de que, así como la Luz, también
se le escapase la Vida. Todo esto la consternó y la invadió la ignorancia. A
diferencia de su madre, el Eón de la primera Sabiduría, sus pasiones la
cambiaron, al contrario de aquélla. Entonces vino sobre ella otro deseo
apasionado: el de convertirse a aquel que le había dado la vida.
4,2. Dicen que éste fue el origen y la esencia de la
materia de la cual está compuesto el mundo. Del desarrollo del mundo y del
Demiurgo toda alma sacó su origen, [484] y todo lo demás fue formado del temor
y la tristeza. Porque de sus lágrimas (de Achamot) provienen todas las
substancias húmedas, de su risa las brillantes, y de la tristeza y el temor los
elementos materiales del mundo. Pues, según su teoría, unas veces lloraba y se
ponía triste al sentirse sola y desamparada en la oscuridad y el vacío; otras veces
se reía pensando en la Luz que la había abandonado; a veces en cambio sentía
temor; y finalmente en otras ocasiones salía de sí por la angustia.
1.4.1. Refutación
4,3. ¿Qué decir de todo esto? Que no es, en verdad, sino
una gran comedia, ver cómo cada uno de ellos en su fantasía expone de manera
diversa, pero muy seria, de qué pasión y de cuál elemento tomó origen la
substancia. Pero ellos, y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar
abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales
misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor:
«Dad gratis lo que gratis habéis recibido» (Mt 10,8); porque estos son
misterios abstrusos, portentosos y profundos elaborados con gran trabajo para
aquellos a quienes les encanta ser engañados. Porque ¿quién no gastaría todo su
dinero por aprender que los mares, las fuentes, los ríos y todo elemento
líquido tuvieron su origen en las lágrimas del Deseo el Eón que cayó en la
pasión, que de su risa surgió la Luz, y de su temor y angustia los elementos
corporales del mundo?
4,4. Yo también quiero contribuir un poco a su producción (63). Porque veo que algunas aguas son
dulces, [485] como las fuentes, los ríos, las lluvias, etc.; en cambio las del
mar son saladas; por eso no debieron todas ellas tener su origen en las
lágrimas, ya que éstas son saladas. Porque es evidente que las aguas saladas
provienen de las lágrimas. Pero también se me ocurre que ella debió haber
sudado cuando se hallaba en violenta lucha con la angustia. Y así, continuando
con su hipótesis, hemos de suponer que las fuentes, ríos y otras aguas dulces
tuvieron origen en su sudor. Porque no es probable que, siendo las lágrimas
saladas, de ellas hayan nacido tanto las aguas saladas como las dulces. Es,
pues, más persuasivo decir que unas aguas brotaron de sus lágrimas y otras de
su sudor. Y como en el mundo existen además aguas calientes y ácidas, debes
también entender cómo se produjeron y por qué órgano fueron emitidas. Estos son
los frutos más congruentes con sus argumentos.
1.4.2. Origen de la creación exterior
4,5. Una vez que su Madre pasó a través de todas las
pasiones de las cuales apenas pudo liberarse, dicen ellos que se puso a
suplicar a la Luz que la había abandonado, o sea el Cristo. Este, habiendo
regresado al Pléroma, parece que ya no le quedaron ganas de volver a bajar.
Mejor le mandó al Paráclito, o sea al Salvador, siendo el Padre [488] quien le
dio todo poder (Mt 11,27; Lc 10,22) y puso todas las cosas bajo su dominio, y los
Eones hicieron algo semejante, a fin de que «en él tuviesen consistencia todas
las cosas, las visibles y las invisibles, los Tronos, Divinidades y
Dominaciones» (Col 1,16) (64). Fue
enviado pues (Cristo) junto con los Ángeles sus acompañantes.
Achamot se llenó de reverencia y primero se cubrió con un
velo, y en seguida, una vez que lo vio con todos sus frutos, se le acercó para
recibir el milagro de su manifestación. El entonces le dio la forma gnóstica y
la curó de sus pasiones; pero sin quitárselas -porque ya no era posible
hacerlas desaparecer como había sucedido con la primera (Sabiduría), porque ya
se habían arraigado y fortalecido-; sino que las puso aparte, las mezcló y
coaguló para transferirlas de la pasión incorpórea a la materia incorpórea.
Luego les hizo una naturaleza adaptable, para permitirle formar las diversas
combinaciones de los cuerpos, [489] de manera que surgieran dos substancias:
una mala, brotada de las pasiones, y otra que fuera capaz de convertirse (65). Por eso dicen que el Salvador actuó
con el poder del Demiurgo. Una vez que Achamot se vio libre de la pasión,
concibió con gozo la visión de las Luces que lo acompañan (al Salvador), es
decir los Ángeles (66). Enseñan que,
alegrándose al verlos, ella dio a luz frutos a su imagen (de los Ángeles); es
decir, un parto [492] espiritual a semejanza de los guardias del Salvador (67).
5
1.4.3. Creación previa del Demiurgo
5,1. De esta manera, pues, habrían surgido los tres
elementos: el primero es el material (hylico) nacido de la pasión, el
segundo es el psíquico surgido de la conversión, y el tercero el espiritual
dado a luz por ella (Achamot); de modo que ella se abocó a darles la forma.
Pero no fue capaz de dar forma al elemento espiritual (pneumático),
porque tenía su misma substancia. Entonces se volvió a formar el elemento
nacido de la conversión, que es la substancia psíquica, de acuerdo con las
enseñanzas del Salvador. En primer lugar, según dicen, de la substancia
psíquica formó al (Dios y) Padre y Rey de todas las cosas que le son
consubstanciales, o sea las psíquicas, a las cuales llaman «la derecha»; y
también a las que provienen de la pasión y de la materia, a las cuales llaman
«la izquierda». Dicen que formó todos los seres que vienen después de él,
impulsado en secreto por su Madre. Por este motivo lo llaman «Padre-Madre
(Metropátora)», «Sin Padre (Apátora)», «Demiurgo» y «Padre». Lo llaman
Padre de los seres de la derecha, [493] o sea de los psíquicos; Demiurgo de los
seres de la izquierda, o sea de los materiales y Rey de todos. Porque dicen que
este Deseo, queriendo hacer todas las cosas en honor de los Eones, fabricó
imágenes de éstos; o, mejor dicho, el Salvador los hizo por su medio. Ella
(Achamot) conservó la imagen del Padre invisible desconocida para el Demiurgo;
así como éste la imagen del Hijo Unigénito, y los Arcángeles y Ángeles hechos
por él, las imágenes de los demás Eones.
5,2. De esta manera él (Demiurgo) se convirtió en Dios y
Padre de todo cuanto existe fuera del Pléroma, siendo el Hacedor de todos los
seres psíquicos y materiales. Separando las dos sustancias que se hallaban
mezcladas; y a partir de las incorpóreas hizo las corporales; fabricó los seres
celestes y terrestres y se convirtió en Demiurgo de las cosas psíquicas y
materiales, derechas e izquierdas, ligeras y pesadas, que suben o que bajan. De
esta manera, dicen, el Demiurgo hizo siete Cielos sobre los cuales él habita.
Por eso también lo llaman «Semana» (Hebdomáda o sea séptima), mientras
que a la Madre dan el nombre de Ogdóada (es decir octava), o sea a Achamot, que
conserva el número de la Ogdóada basica y original, que es la del Pléroma.
Estos siete Cielos, según dicen, son inteligentes, los cuales, según ellos
enseñan, serían [496] los Ángeles. El Demiurgo también sería un Ángel, pero
semejante a un Dios. Igualmente al Paraíso, que quedaría encima del tercer
cielo, lo llaman el cuarto Arcángel en poder, y Adán habría recibido de éste
alguna cosa, cuando permaneció en ese cielo.
5,3. También afirman que el Demiurgo creyó haber fabricado
todas las cosas por sí mismo; pero hizo las cosas de Achamot (68): pues fabricó el cielo sin que lo supiera Cielo, y plasmó
al ser humano en la ignorancia de Hombre, así también la tierra sin que Tierra
estuviese informada. Igualmente en todas las cosas ignoró los modelos de los
seres que hacía, e incluso ignoró a la Madre misma, imaginando que él lo era
todo. El motivo de haber actuado así, dicen, fue su Madre que quiso producirlo,
pues lo hizo Principio y Cabeza de su substancia, y Señor de todas sus obras. A
esta Madre ellos la llaman Ogdóada, Sabiduría, Tierra, Jerusalén, Espíritu
Santo, así como también Señor, en masculino. Ella ocupa la Región Intermedia (Mesótes),
[497] porque está por sobre el Demiurgo, pero debajo y fuera del Pléroma hasta
la consumación (del mundo).
5,4. Ellos dicen que la substancia material se sustenta de
tres pasiones: el temor, la tristeza y la ansiedad. Del temor y la conversión
tomaron su fundamento los seres psíquicos. De la conversión sacó su origen el
Demiurgo. Y del temor brotaron las demás substancias psíquicas, de los animales
irracionales y de los seres humanos. Y por este motivo (el Demiurgo), pues los seres
espirituales eran demasiado elevados para que pudiese conocerlos, se imaginó
que él era el único Dios. Por eso dijo por los profetas: «Yo soy Dios y fuera
de mí no hay ningún otro» (Is 45,5; 46,9).
Enseñan, además, que de la tristeza fueron elaborados los
«espíritus del mal» (Ef 6,12): de ella sacaron su origen el Diablo, al que
ellos llaman «Soberano del mundo» (Kosmokrátor), los demonios y todos
los seres malvados. Pero dicen que el Demiurgo es el hijo psíquico de su Madre,
en cambio el Soberano del mundo es una creatura del Demiurgo. Sin embargo, el
Soberano del mundo sí comprende las cosas que existen por encima de él, porque
es espíritu, por más que sea del mal; en cambio el Demiurgo las ignora, porque
es una substancia psíquica. Y dicen que la Madre habita en un lugar celeste, es
decir en la Región Intermedia (Mesóti), mientras el Demiurgo reside en
un lugar celeste, es decir [500] en la Semana, y el Soberano del mundo radica
en nuestro mundo.
Del espanto y la angustia (pues son sentimientos pesados)
brotaron los seres corporales: la tierra del estado de terror, el agua del
movimiento del temor, el aire de la concetración de la tristeza. El fuego, por
su parte, se halla en todos ellos para engendrar la muerte y la corrupción; así
como la ignorancia se halla escondida en las tres pasiones.
1.4.4. Creación de los tres tipos de
hombres
5,5. Una vez fabricado el mundo, también hizo al ser
humano, «sacado de la tierra» (69) (Gén
2,7; 1 Cor 15,47). No lo hizo de tierra seca, sino tomando algo de la
substancia invisible, de la materia difusa y fluida, en la cual sopló el
elemento psíquico. Este es el hombre hecho «a imagen y semejanza» (Gén 1,26).
Ante todo según la imagen es el hombre hylico (70): cercano, pero no consubstancial a Dios (71). [501] Según la semejanza es el hombre psíquico, a
cuya substancia se le llama «espíritu de vida» (Gén 2,7), porque surge de un
fluido espiritual. Y, dicen ellos, en tercer lugar la «túnica de piel» (Gén
3,21): ésta sería la carne sensible.
5,6. Respecto al parto de su Madre Achamot, que engendró
cuando contemplaba los Ángeles que rodean al Salvador, era consubstancial a su
Madre, pneumático, pero el Demiurgo lo ignoró, porque fue colocado en él de
modo secreto, sin que él lo advirtiera, a fin de que fuese sembrado en la
psyche que de él provenía y en este cuerpo material. Gestado de esta manera en
estos elementos y desarrollado como en un vientre, estaría preparado para
recibir el Deseo perfecto. Así pues, como dicen, quedó oculto al Demiurgo el
hombre pneumático (72) que había sido
sembrado por la Sabiduría en su soplo (Gén 2,7), con inefable poder y
providencia. Así como él ignoró a su Madre, así también desconoció su esperma
al que llaman Iglesia, que es una imagen de la Iglesia que está en las alturas.
De esta manera pretenden ellos que se haya originado el hombre que en ellos
existe: recibió la psyche del Demiurgo, el cuerpo del lodo y la carne de la
materia; [504] pero el hombre pneumático surgió de su Madre Achamot.
6
1.4.5. Destino de los tres tipos de
hombres
6,1. Son tres, pues, los tipos de hombre: el primero es material
(hylico), al que llaman «de izquierda», que por necesidad perece, el
cual es incapaz de recibir ningún soplo de incorrupción. El animado (psychico)
(73), también llamado «de derecha», que
queda entre el material y el espiritual, que se inclinará hacia
el lado que lo arrastre su propensión. Y el espiritual (pneumático),
que fue enviado al animado a fin de que, estando en éste, lo educase.
Este elemento espiritual, dicen ellos, es «la sal» y «la luz del mundo»
(Mt 5,13-14). En efecto, el hombre psíquico necesitaba una educación por
los sentidos. Con este objeto el mundo habría sido fabricado y el Salvador
habría venido al lado de este hombre animado (psíquico), porque es libre, para
salvarlo. Porque, dicen ellos, él ha tomado las primicias de lo que debía
salvar: de Achamot el elemento espiritual, del Demiurgo el vestido psíquico (es
decir el animado) que es Cristo: por motivo de la Economía (74) se le preparó un cuerpo formado con
substancia psíquica, [505] pero dispuesto con un arte inefable para que pudiera
ser visto, palpado y sufrir. En cambio nada tomó del (hombre) material, porque
éste nada tiene que pueda salvarse. La consumación vendrá cuando todo lo
espiritual esté perfectemente formado mediante la gnosis. Estos son los
hombres espirituales (pneumáticos), que han adquirido el perfecto conocimiento
de Dios y a quienes Achamot ha iniciado en los misterios. Ellos pretenden ser
estos hombres (75).
6,2. También hay enseñanzas psíquicas, que son las que han
recibido los hombres animados (psychicos), es decir aquellos que,
mediante la fe sencilla y las obras han sido confirmados, pero no tienen la
gnosis perfecta: éstos somos los hombres que, según ellos, formamos la Iglesia (76). Por eso nos hace falta una buena
conducata, pues de otra manera no podremos salvarnos. En cambio enseñan que
ellos no se salvan por las obras, sino que, por el hecho de ser de naturaleza
espiritual, automáticamente se salvan. Porque, así como lo que nace del lodo es
incapaz de acoger la salvación -por no tener potencia de recibirla-; de igual
manera lo que por naturaleza es espiritual -y de esta clase pretenden ser
ellos- es incapaz de corromperse, [508] sean cuales fueren sus actos. Sucedería
como con el oro, que aun cuando caiga en el lodo no pierde su belleza; sino que
conserva su naturaleza, pues el lodo es incapaz de dañar al oro. De igual
manera, dicen, ellos no pueden sufrir ningún daño ni perder su sustancia
espiritual, aunque se hundan en cualesquiera obras materiales.
6,3. Por eso los que entre ellos ya son «perfectos», sin
vergüenza alguna hacen lo que quieren, aun todas las acciones prohibidas, de
las cuales la Escritura afirma: «Quienes tales cosas hacen no heredarán el
Reino de Dios» (Gál 5,21). Comen, si se les antoja, la carne inmolada a los
dioses, pues imaginan que nada puede dañarlos. En todas las fiestas paganas, si
les viene en gana, son los primeros en gozar de las fiestas a los ídolos, de
modo que no se abstienen ni siquiera de los espectáculos que son una indignidad
ante Dios y ante los seres humanos, como las luchas homicidas de los
gladiadores entre sí o con las fieras. Algunos de ellos sin freno alguno sirven
a los placeres de la carne, excusándose en que los carnales entregan lo que en
ellos hay de carnal a los carnales, y los espirituales lo espiritual a los
espirituales. Otros de entre ellos en oculto han corrompido a mujeres a quienes
enseñan esta doctrina: muchas de estas mujeres a quienes ellos han logrado
convencer, lo han confesado junto con otros errores una vez que se han
convertido a la Iglesia. Otros de ellos abiertamente y en forma descarada,
cuando se apasionan por una mujer, la separan de su esposo para casarse con
ella. Otros más, mostrando al principio mucha seriedad, han hecho creer que
cohabitaban con ella como hermano [509] y hermana, hasta que pasando el tiempo
ha aparecido que la hermana estaba preñada del que se decía su hermano.
6,4. Mientras hacen muchas otras acciones vergonzosas e
impías, se ríen de nosotros, que por temor de Dios nos abstenemos de pecar
incluso en nuestros pensamientos y palabras, teniéndonos por ignorantes e
idiotas. En cambio presumen de ser los perfectos y la semilla de elección.
Nosotros, como nos echan en cara, hemos recibido sólo el uso de la gracia, y
por eso nos será quitada; en cambio ellos poseen con derecho propio una gracia
que ha descendido de arriba, de un matrimonio (77)
inefable e innombrable, y por eso siempre se les dará más (Lc 19,26). Para
lograrlo ellos deben siempre meditar en el misterio de la unión sexual. Esto es
lo que predican a los insensatos con estas palabras: «Cualquiera que viva en el
mundo (Jn 17,11), si no ha amado a una mujer hasta unirse con ella, ese tal no
pertenece a la Verdad (Jn 18,37) ni caminará hacia la Verdad; en cambio aquel
que es del mundo (Jn 17,14-16), si se ha unido a una mujer, no habitará en la
Verdad, porque se ha unido a ella por concupiscencia». Por ello nosotros, [512]
a quienes llaman psíquicos y, según ellos, pertenecemos a este mundo, tenemos
que observar por fuerza la continencia y realizar buenas obras para que podamos
llegar al Lugar Intermedio. En cambio ellos, que a sí mismos se llaman
espirituales y perfectos, de ningún modo lo necesitan (78); porque no son las obras lo que lleva al Pléroma, sino la
semilla sembrada de lo alto que, aunque es pequeña, acá abajo llega a hacerse
perfecta.
7
7,1. Cuando todo el esperma se haya vuelto perfecto, su
Madre Achamot pasará del Lugar Intermedio al interior del Pléroma, y recibirá
como esposo al Salvador que ha sido hecho por todos los Eones; a fin de que se
consume el matrimonio entre el Salvador y la Sabiduría, que es Achamot. Estos
son «el esposo y la esposa» (Jn 3,29), mientras que la cámara nupcial será todo
el Pléroma. Entonces los espirituales, que se han despojado de sus almas y
convertidos en espíritus puramente intelectuales, entrarán en el Pléroma para
convertirse en esposas de los Ángeles que forman el entorno del Salvador. A su
vez el Demiurgo pasará al lugar de su Madre la Sabiduría, que es el Intermedio.
[513] También las almas de los justos descansarán en el Lugar Intermedio; pues
nada psíquico puede ingresar dentro del Pléroma. Una vez que todo esto se haya
realizado, el fuego escondido en la tierra se encenderá y apoderándose de toda
la materia la consumirá, y él mismo, consumiéndose con ella, irá a la nada. El
Demiurgo, según dicen, no ha sabido nada de esto antes de que el Salvador
viniese.
1.4.6. Variante sobre el Cristo y el
Salvador
7,2. Algunos de ellos también andan diciendo que (el
Demiurgo) engendró a un Cristo hijo suyo, pero psíquico, el cual habría hablado
por los profetas. Este sería el que pasó por María como agua por un tubo (79), sobre el cual descendió del Pléroma en
el bautismo el Salvador en forma de paloma (Mt 3,16; Lc 3,22); también Achamot
habría sembrado en él la semilla espiritual. De donde se sigue que, si hemos de
creerles, nuestro Señor estuvo compuesto de cuatro elementos, reproduciendo en
sí la imagen de la primera y primordial Quaterna (Tetraktys): de
elemento pneumático emitido de Achamot; de psíquico, proveniente del Demiurgo;
de la Economía, hecho con arte inefable; y del Salvador, o sea la paloma que
descendió sobre él. Y dicen que fue siempre impasible -pues no podía padecer,
siendo invisible e incomprensible-. Por eso, cuando fue conducido a Pilato,
[516] se le quitó el Espíritu de Cristo que se le había sembrado (80). Pero según ellos tampoco padeció el semen que provenía
de la Madre; porque era espiritual e invisible aun para el Demiurgo. Por lo
tanto habría padecido sólo el Cristo psíquico, el que por la Economía fue
elaborado misteriosamente, a fin de que por medio de él la Madre manifieste la
imagen del Cristo superior, el cual extendió los brazos en la Cruz y al que
Achamot dio la forma de la substancia: todas estas cosas, dicen, serían figura
de aquéllos (seres superiores).
7,3. Igualmente predican que las almas que recibieron de
Achamot el semen, son mejores que las otras; por eso el Demiurgo más las ama,
sin saber por qué son superiores, pues se imagina que de él mismo salieron. Por
ese motivo las eligió para ser profetas, reyes y sacerdotes. Pretenden que este
esperma mucho habría hablado por medio de los profetas, porque es de naturaleza
superior; así también la Madre habría dicho muchas cosas acerca de lo alto; y
aun el Demiurgo reveló muchas cosas por medio de las almas que él había hecho (81). De este modo ellos dividen las
profecías, enseñando que unas son enseñanzas de la Madre, otras del esperma,
otras del mismo Demiurgo. Y lo mismo pasa [517] con Jesús: dicen que una parte
proviene del Salvador, otra de la Madre, otra del Demiurgo, como expondremos
más adelante.
7,4. El Demiurgo, ignorando las cosas superiores a él,
quedó admirado de lo que se decía, pero lo atribuyó unas veces a una causa,
otras veces a otra: o al Espíritu profético que tiene un propio movimiento, o
al hombre, o a una combinación de elementos inferiores. De esta manera se
mantuvo en la ignorancia hasta la venida del Salvador. Mas cuando vino el
Salvador, de él aprendió todo lo que se había dicho, y con alegría se le unió
con todo su poder (82). El sería el
centurión que en el Evangelio dijo al Salvador: «Yo tengo bajo mi poder servidores
y soldados, y ellos hacen lo que les digo» (Mt 8,9; Lc 7,8). El llevará a
cumplimiento la Economía del mundo hasta el tiempo oportuno, sobre todo por el
cuidado que tiene de la Iglesia y por el conocimiento del premio preparado, ya
que habrá de pasar al lugar de la Madre.
7,5. Enseñan, pues, que son tres los tipos de seres
humanos: los pneumáticos, los psíquicos y los terrenos (83), como fueron Caín, Abel y Set, de modo que éstos
representan las tres naturalezas, no [520] de hombres concretos, sino de toda
la raza humana. El terreno va directo a la corrupción. El psíquico, si elige
las cosas mejores, descansará en el Lugar Intermedio; pero si elige las más
bajas, también acabará como aquellas cosas de las que se ha hecho semejante.
Achamot, en cambio, desde el principio hasta hoy siembra a los hombres
pneumáticos en las almas justas, para educarlos y desarrollarlos aquí en la
tierra; a fin de entregarlos después, una vez hechos perfectos, como esposas a
los Ángeles que forman la guardia del Salvador, mientras sus almas
necesariamente quedarán en el Lugar Intermedio para hallar su reposo eterno
junto con el Demiurgo. Finalmente distinguen las almas en buenas y malas por
naturaleza: las almas buenas son las capaces de recibir la semilla; en cambio
las de naturaleza mala nunca podrán ser capaces de acogerla.
8
1.4.7. La Escritura al servicio de sus
teorías
8,1. Esta es su teoría, que ni los profetas anunciaron, ni
el Señor enseñó, ni los Apóstoles transmitieron (84). Y, sin embargo, ellos se glorían de haber recibido de
estas cosas un conocimiento más elevado que todas las demás personas. Todo el
tiempo citan textos que no se hallan en las Escrituras (85) y, como se dice, fabrican lazos con arena. Y no les
preocupa acomodar a sus doctrinas, de una manera confiable, [521] sea las
parábolas del Señor, sea los dichos de los profetas, sea la predicación de los
Apóstoles. Lo único que tratan de hacer es que sus creaciones no parezcan carecer
de pruebas. Por eso enredan el orden y el texto de las Escrituras, y en cuanto
pueden separan los miembros (del cuerpo) de la verdad. Transponen y transforman
todo y, mezclando una cosa con otra, seducen a muchos mediante la fantasiosa
composición que fabrican a partir de las palabras del Señor.
Como si un hábil artista hiciese con toda precisión en un
rico mosaico el hermoso retrato de un rey, y luego alguien, para destruir su
imagen, arrancase fragmentos de piedra y los volviese a acomodar formando otra
figura mal dibujada, por ejemplo de un perro o una zorra; y luego dijese que
ese es el bello retrato del rey que el famoso artista había hecho. Ese hombre
mostraría las piedras (las mismas que el primer artista había hábilmente
acomodado para trazar los rasgos del rey, pero con las cuales el segundo con
toda vileza había formado la figura de un perro), para engañar a los más
simples que no conocen los rasgos del rey, haciéndoles creer que esa detestable
imagen de zorra es su auténtico retrato. Del igual manera esa gente, después de
haber juntado fábulas de viejas, añadiéndoles en seguida textos, [542] frases y
parábolas pretendieron acomodar a sus mitos la Palabra de Dios. Ya hemos hecho
notar los pasajes de la Escritura que ellos aplican a los seres que habitan
dentro del Pléroma.
8,2. Veamos ahora los textos de las Escrituras que ellos
pretenden atribuir a los sucesos que han tenido lugar fuera del Pléroma. El
Señor, alegan, vino a sufrir en los últimos tiempos del mundo, a fin de mostrar
la pasión del último de los Eones, para de esta manera dar a conocer el fin
para el que fueron hechos los Eones. La niña de doce años, hija del jefe de la
sinagoga a la que el Señor, cuando se le rogó, despertó de entre los muertos
(Lc 8,41-42), era, según explican, figura de Achamot a la cual Cristo,
colocándose encima de ella, le dio forma y la hizo sentir la Luz que la había
abandonado. Que el Salvador se le mostró cuando se hallaba como un aborto fuera
del Pléroma, lo diría Pablo en su primera Carta a los Corintios: «Por último
también a mí se me dejó ver como a un abortivo» (1 Cor 15,8). Y la venida del
Salvador a Achamot, junto con sus acompañantes (los Ángeles), quedaría
claramente manifiesta en la misma carta, cuando dice: «Conviene que la mujer
tenga puesto el velo en la cabeza por respeto a los Ángeles» (1 Cor 11,10);
porque, cuando el Salvador se acercó a ella, Achamot se echó el velo en su cara
llena de vergüenza como lo habría indicado Moisés cubriéndose la cara con un
velo (Ex 34,33-35; 2 Cor 3,13). [525] Y dicen que el Señor señaló los
sufrimientos por los que ella había tenido que pasar, cuando dijo desde la
cruz: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Mt 26,46; Sal
22[21],2), las cuales harían memoria de cuando la Luz abandonó la Sabiduría y
el Límite le impidió lanzarse hacia lo alto; su tristeza, cuando dijo: «¡Triste
está mi alma!» (Mt 26,38); y su temor cuando dijo: «Padre, si es posible, pase
de mí este cáliz» (Mt 26,39); y su angustia y consternación, cuando dijo: «No
sé qué decir» (Jn 12,27).
8,3. También prueban que hay tres clases de seres humanos,
de esta manera: los hílicos estarían incluidos en estas palabras que respondió
al que le decía: «Te seguiré»: «El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la
cabeza» (Mt 8,19-20; Lc 9,57-58). El psíquico, en aquello que contestó al que
le decía: «Te seguiré, pero primero déjame ir a despedirme de mi familia»:
«Ninguno que pone la mano en el arado y se vuelve atrás, es digno del Reino de
los cielos» (Lc 9,61-62); [528] pues dicen que un hombre de este tipo
pertenecía a los mediocres, al cual se le parecía aquel joven que confesaba
haber hecho muchos deberes de justicia, pero que luego no quiso seguirlo, sino
que, impedido por las riquezas para volverse perfecto (Mt 19,16-22), dicen que
se movía dentro del mundo de los psíquicos. Y el pneumático estaría indicado en
aquello que dijo: «Deja a los muertos sepultar a sus muertos, tú ve y anuncia
el Reino de Dios» (Mt 8,22; Lc 9,60), y también en el publicano Zaqueo a quien
dijo: «Baja de prisa, porque hoy debo quedarme en tu casa» (Lc 19,5): estos
hombres pertenecerían al tipo de los pneumáticos (86). También dicen que en la parábola de la levadura que la
mujer escondió en tres medidas de harina, se esconden los tres tipos de seres
humanos. La mujer sería la Sabiduría, y las tres medidas de harina, los tres
tipos de hombres: espiritual, animado y terreno. El fermento sería el Salvador.
Igualmente Pablo se habría referido claramente a los
terrenos, psíquicos y espirituales. En un lugar dice: «Como es el terreno, así
son los terrenos» (1 Cor 15,48). En otro pasaje: «El hombre animal no percibe
las cosas del Espíritu» (1 Cor 2,14). En otro texto: «El hombre espiritual todo
lo juzga» (1 Cor 2,15). «El hombre animal no percibe las cosas del Espíritu» lo
habría afirmado del Demiurgo, el cual, siendo psíquico, no conoció ni a la
Madre espiritual ni su semilla ni los Eones que habitan en el Pléroma. Y como
el Salvador [529] asumió las primicias de los que había de salvar, Pablo dijo:
«Y si las primicias son santas, también lo será la masa» (Rom 11,16): la
primicia designa, según ellos, aquello que es pneumático; la masa somos
nosotros, o sea la Iglesia psíquica. El Salvador, dicen, asumió la masa y la
elevó en sí mismo, porque él era la levadura.
8,4. Y que Achamot se extravió del Pléroma, el Cristo la
formó y el Salvador la buscó, afirman ellos que está indicado cuando dijo que
había venido a buscar la oveja perdida (Mt 18,12-13; Lc 15,4-7). Porque la
oveja errabunda significaría a la Madre errante, la cual sembró la Iglesia
terrena; su pérdida sería su permanencia fuera del Pléroma, en medio de
sufrimientos, de los cuales se habría originado la materia. La mujer que limpió
toda la casa hasta encontrar la dracma (Lc 15,8-10), dicen que describe a la
Sabiduría superior, la cual, habiendo perdido su Intención, después de algún
tiempo, limpiando todas las cosas con la venida del Salvador, la volvió a
encontrar, porque habría regresado al interior del Pléroma.
Acerca de Simeón, que «recibió en sus brazos a Cristo y
dio gracias a Dios diciendo: Ahora, Señor, deja a tu siervo ir en paz según
tu palabra» (Lc 2,29), dicen que es figura del Demiurgo, el cual, una vez
venido el Salvador, le hizo posible cambiar de lugar, y dio gracias al Abismo.
Y en Ana, de la cual el Evangelio [532] afirma que «había vivido con siete
maridos» (Lc 2,36-38), pero luego había permanecido viuda el resto de sus años
hasta que vio al Salvador, lo reconoció y habló de él a todos, claramente
estaría representada Achamot: ésta, habiendo visto durante un instante al
Salvador junto con todos sus acompañantes, durante todo el tiempo que siguió
habitó en el Lugar Intermedio, esperando su segunda venida y renunciando al
matrimonio. Incluso su nombre estaría indicado en lo que dijo de ella el
Salvador: «La sabiduría ha quedado justificada en sus hijos» (Lc 7,35), y
también Pablo: «Hablamos de la sabiduría a los perfectos» (1 Cor 2,6). En
cuanto a los matrimonios que se celebran en el Pléroma, Pablo se habría
referido a ellos, cuando dijo acerca de uno: «Este es un gran misterio, hablo
de Cristo y de la Iglesia» (Ef 5,32).
8,5. Además enseñan que Juan, el discípulo del Señor,
habría dado a conocer la primera Ogdóada. Estas son sus propias palabras: Juan,
el discípulo del Señor, queriendo exponer el origen de todas las cosas, es
decir el modo como el Padre las ha emitido, comenzó estableciendo un Principio
que fuera como el cimiento, o sea el Primogénito de Dios, por lo cual lo
llamaron el Hijo y el Dios Unigénito: en él el Padre sembró todas las cosas a
modo de semilla. Este Principio a su vez emitió al Verbo y, en él, toda la
substancia de los Eones, a los cuales el mismo Verbo dio forma posteriormente.
Y como Juan habla de los orígenes, es claro que parte del Principio, es decir
del Hijo, [533] y elabora la doctrina del Verbo. Dice así: «En el principio era
el Verbo, y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el
principio ante Dios» (Jn 1,1-2).
Al inicio distingue tres cosas: Dios, el Principio y el
Verbo; en seguida los une. Lo hace para mostrar la emisión de ambos, es decir
del Hijo y del Verbo, y en seguida la unidad que hay entre ambos y de ambos con
el Padre. El Principio, en efecto, se origina del Padre y está en el Padre, y
el Verbo proviene del Principio y está en el Principio. Por eso habría dicho
justamente: «En el Principio estaba el Verbo», porque estaba en el Hijo. «Y el
Verbo estaba ante Dios», porque es el Principio. «Y el Verbo era Dios» en
consecuencia: pues lo que ha nacido de Dios es Dios. «El estaba en el Principio
ante Dios», muestra el orden de la emanación. «Todo fue hecho por él, y sin él
nada ha sido hecho» (Jn 1,3), pues el Verbo es la causa de la formación y
generación de los Eones que después de él vinieron. «Y lo que a sido hecho en
él era la Vida» (Jn 1,3-4): estas palabras significan el matrimonio, pues en él
ha sido hecha toda Vida. Luego ésta, que ha sido hecha en él, le es más cercana
que las cosas que fueron hechas por él: pues está con él y por él produce
fruto. Por eso dice: «Y la Vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4): [536] con
esta palabra «hombres» dio a entender la Iglesia terrena, pues con este solo
nombre quería indicar la comunión del matrimonio, ya que del Verbo y la Vida
son engendrados el Hombre y la Iglesia. A la Luz la llamó la Vida de los
hombres, porque los iluminados por ella son los formados y manifestados.
Pablo dijo lo mismo: «Todo lo que se manifiesta es luz»
(Ef 5,13). Porque la Vida manifestó y engendró al Hombre y la Iglesia, se le
llama su Luz. Mediante estas y otras palabras Juan claramente dio a entender la
segunda Cuaterna (Tetráda), el Verbo, la Vida, el Hombre y la Iglesia.
Pero también insinuó la primera Cuaterna. Pues hablando del Salvador y
enseñando que él dio forma a todas las cosas fuera del Pléroma (87), al mismo tiempo descubre que este Salvador es el fruto
de todo el Pléroma. Pues lo llama «Luz que brilla en las tinieblas, pero las
tinieblas no lo recibieron» (Jn 1,5) porque, a pesar de haber armonizado él
todas las cosas que fueron hechas de la pasión, éstas no lo conocieron. También
lo llama Hijo y Verdad y Vida, y añade que el Verbo se hizo carne, cuya gloria
hemos visto, y se trataba de la gloria del Unigénito, que el Padre le concedió,
llena de Gracia y de Verdad. Pues Juan dice lo siguiente: [537] «Y el Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como del
Unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad» (Jn 1,14). Estas palabras
describirían con toda exactitud la primera Cuaterna: el Padre, la Gracia, el
Unigénito y la Verdad. Por eso Juan habría dicho acerca de la Ogdóada, primera
Madre de todos los Eones: pues se habló del Padre, la Gracia, el Unigénito, la
Verdad, el Verbo, la Vida, el Hombre y la Iglesia. Esto dice Ptolomeo (88).
9
1.4.8. Refutación
9,1. Ve, mi hermano, los trucos de que se valen para
enloquecerse a sí mismos, forzando las Escrituras para tratar de sostener con
ellas sus propias creaciones. Por este motivo pusimos arriba sus propias
palabras (89), a fin de que adviertas el
dolo de sus trucos y la malicia de sus errores (Ef 4,14). Porque, en primer
lugar, si Juan hubiese tenido el propósito de mostrar la Ogdóada superior, sin
duda habría conservado el orden de su emisión; y si hubiese hablado de la
Cuaterna superior, que como ellos dicen es la más venerable, habría puesto sus
nombres en primer lugar, y sólo después le habría añadido la segunda Cuaterna,
a fin de hacer ver mediante el orden de los nombres también la jerarquía dentro
de la Ogdóada. Ciertamente no lo habría hecho después de un intervalo tan
largo, casi como quien se ha olvidado y en seguida lo ha recordado, para al
final acordarse de la primera Cuaterna. Si hubiese querido también referirse al
matrimonio, no habría callado el nombre de la Iglesia: porque, en los otros
matrimonios también se habría contentado [540] con nombrar a los masculinos, de
manera que en ellos pudieran sobreentenderse también sus parejas, conservando
de esta manera la unidad en todo el relato; o bien, si quería describir los
matrimonios de los demás (Eones), también habría debido indicar el del Hombre,
cuya compañera ciertamente no habría dejado de mencionar, en lugar de dejarnos
adivinar su nombre.
9,2. Es, pues, evidente el capricho de su exégesis. Pues
Juan proclama al único Dios Soberano de todas las cosas, y a Cristo, su Hijo
único, por el cual todas las cosa fueron hechas (Jn 1,3). A éste lo llama el
Verbo de Dios (Jn 1,1), el Unigénito (Jn 1,18), el Creador de todas las cosas,
la Luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1,9), el Creador del cosmos (Jn
1,10), el que vino a los suyos (Jn 1,11), el que se hizo carne y habitó entre
nosotros (Jn 1,14). Por el contrario ellos, enredando con sofismas la exégesis,
pretenden llamar a uno el Unigénito en referencia a la emisión, y también lo
llaman el Principio; a otro lo llaman el Salvador; a un tercero el Verbo; a
otro el Hijo del Unigénito, y a uno distinto lo llaman el Cristo, emitido para
enmendar el Pléroma.
Desviando la verdad de las palabras (de la Escritura),
abusan de ellas imponiéndoles sus propias elucubraciones. Y lo hacen a tal
punto que, según ellos, Juan no habría hecho ni siquiera mención de nuestro
Señor Jesucristo. Habría mencionado al Padre, la Gracia, al Unigénito y la Verdad,
al Verbo y la Vida al Hombre y la Iglesia. [541] Si siguiéramos sus hipótesis,
Juan habría hablado de la primera Ogdóada, en la cual por ningún lado se
encuentra Jesús, ni Cristo, el Maestro de Juan. Y que el Apóstol no habló de
sus matrimonios, sino de nuestro Señor Jesucristo, del que sabía que era el
Verbo de Dios, él mismo lo puso en claro. Pues recapitulando lo que al
principio había dicho acerca del Verbo (Jn 1,1), explica más adelante: «Y el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Pero según los
argumentos que ellos proponen, el Verbo no se habría hecho carne, ya que ni
siquiera salió jamás del Pléroma, sino que lo habría hecho el Salvador, emitido
por todos los Eones y posterior al Verbo.
9,3. Aprended pues, gente sin cerebro, que Jesús es el que
padeció por nosotros (1 Pe 2,21), el que vivió con nosotros, y él mismo es el
Verbo de Dios. Porque si algún otro de los Eones se hubiese hecho carne para
salvarnos, es claro que de él lo habría dicho el Apóstol. Mas si fue el Verbo
del Padre el que descendió, fue él también el que ascendió (Ef 4,10; Jn 3,13).
El es el Hijo Unigénito del único Dios, encarnado por los seres humanos según
la voluntad del Padre. Así pues, Juan no habló de ningún otro (Eón) ni de la
Ogdóada, sino del Señor Jesucristo. Pero, según ellos, el Verbo propiamente no
se hizo carne; sino que el Salvador [544] se revistió un cuerpo psíquico
formado de la Economía por una inefable providencia, para que lo pudieran ver y
tocar. Mas la carne es aquella que al principio Dios plasmó del barro en Adán,
y ésta es la que verdaderamente el Verbo de Dios se hizo, como dio a entender
Juan. De esta manera se disuelve su primera y primordial Ogdóada. Porque, una
vez que se revela como uno y el mismo el Verbo y el Unigénito, la Vida y la
Luz, el Salvador y el Hijo de Dios, y que es éste el que se hizo carne por
nosotros, cae por tierra el falso andamio de su Ogdóada. Y, una vez que éste se
ha derrumbado, también se deshacen todos sus argumentos, esos sueños vacíos con
los cuales infaman las Escrituras.
9,4. En seguida recogen frases de aquí y de allá, las
cambian de lugar (como arriba dijimos), sacándolas de su contexto natural para
ponerlas en uno forzado (90). Hacen como
aquellos que, fijándose una idea sobre el primer tema que les viene en la
cabeza, en seguida tratan de probarlas con versos de Homero, para hacer creer a
los ingenuos que Homero compuso tales versos precisamente para fundar la teoría
que ellos han inventado. Y son muchos en verdad los que se dejan inducir, por
la ordenada lógica de los versos, a pensar que quizás Homero mismo los ha
elaborado. Es como si uno narrase con versos tomados de Homero la misión que
Hércules recibió de Euristeo, de bajar para atar el perro del Hades. Y nada
impide que usemos este ejemplo para compararlo con lo que ellos hacen, pues el
método de argumentar es el mismo en ambos casos (91):
«Después que así habló, llorando fue echado de casa»
(Odisea 10,76),
«Hércules invicto, autor de grandes empresas» (Ibid
21,26),
«por Euristeo, hijo de Sténelo, raza de persas» (Ilíada
19,123)
«para que echase del Erebo el perro del cruel Hades» (Ibid
8,368).
[545] «El partió como un fuerte león criado en la montaña»
(Odisea 6,130)
«atravesando la ciudad, y todos los amigos lo seguían»
(Ilíada 24,327):
«las jóvenes novias, los muchachos y los viejos en años»
(Odisea 11,38),
«llorando mucho, como si caminara a la muerte» (Ilíada
24,328).
«Hermes lo precedía: por eso la bella Atenea» (Odisea
11,626)
«sabía cuánto dolor experimentaba su hermano» (Ilíada
2,409).
¿Quién que no sea un ingenuo se dejará arrastrar por estos
versos, creyendo que Homero ha creado este argumento? Pues, quien conoce los
escritos de Homero, reconoce los versos, pero no el argumento; pues se da
cuenta de que dijo unas cosas acerca de Ulises, otras de Hércules, otras de
Príamo, otras de Menelao y Agamenón. Volviendo a poner cada uno de los versos
en el sitio del libro que le corresponde, hará pedazos el argumento en
cuestión.
De manera semejante quien conserva inquebrantable la Regla
de la verdad (92) que recibió en el
bautismo, reconocerá los nombres, los dichos y las parábolas tomados de las
Escrituras, pero no sus teorías blasfemas. [548] Reconocerá las piedras del mosaico,
pero no aceptará que la figura de la zorra sustituya el retrato del rey.
Volviendo a colocar las palabras en su propio orden y en el contexto del cuerpo
de la verdad, dejará al desnudo las creaciones que ellos han fantaseado y
probará su falta de consistencia.
9,5. Como a una tal comedia sólo le falta que se le
desenmascare, y no hay entre esos payasos alguno que acabe con esa farsa, hemos
pensado en primer lugar mostrar aquellos puntos en los cuales los mismos padres
de tales fábulas difieren entre sí, puesto que están inspirados por diversos
espíritus del error. Y, en segundo lugar, a partir de su [549] comparación
podremos demostrar, si examinamos el asunto atentamente, la verdad que la
Iglesia predica y los errores enmascarados que ellos pregonan.
10
1.5. La única fe de la Iglesia
10,1. La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta
los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe
en un solo Dios Padre Soberano universal «que hizo los cielos y la tierra y el
mar y todo cuanto hay en ellos» (Ex 20,11; Sal 145,6; Hech 4,24; 14,15), y en
un solo Jesucristo Hijo de Dios, encarnado por nuestra salvación (Jn 1,14), y
en el Espíritu Santo (93), que por los
profetas proclamó las Economías y el advenimiento, la generación por medio de
la Virgen, la pasión y la resurrección de entre los muertos y la asunción a los
cielos (Lc 9,51) del amado (Ef 1,6) Jesucristo nuestro Señor; y su advenimiento
de los cielos en la gloria del Padre (Mt 16,27) para recapitular todas las
cosas (Ef 1,10) y para resucitar toda carne del género humano; de modo que ante
Jesucristo nuestro Señor y Dios y Salvador y rey, según el beneplácito (Ef 1,9)
del Padre invisible (Col 1,15) «toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra
y en los infiernos, y toda [552] lengua lo confiese» (Fil 2,10-11). El juzgará
a todos justamente (Rom 2,5), los «espíritus del mal» (Ef 6,12) y los ángeles
que cayeron y a los hombres apóstatas, impíos, injustos y blasfemos, para
enviarlos al fuego eterno (Mt 18,8; 25,41), y para dar como premio a los justos
y santos (Tit 1,8) que observan sus mandatos (Jn 14, 15) y perseveran en su
amor (Jn 15,10), unos desde el principio (Jn 15,27), otros desde el momento de
su conversión, para la vida incorruptible, y rodearlos de la luz eterna (2 Tim
2,10; 1 Pe 5,10).
10,2. Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta
predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia
como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese
una sola alma y un solo corazón (Hech 4,32), y la predica, enseña y transmite
con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son
diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la
Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera
diversa [553] ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de
Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como
tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como
el sol, que es una creatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así
también la luz, que es la predicación de la verdad, brilla en todas partes (Jn
1,5) e ilumina a todos los seres humanos (Jn 1,9) que quieren venir al
conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4). Y ni aquel que sobresale por su
elocuencia entre los jefes de la Iglesia (94)
predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su
Maestro (Mt 10,24)-, ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo
una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el
que menos puede la disminuye.
10,3. Que unos tengan más y otros menos capacidad para
comprender, no influye en alterar la doctrina misma, a tal punto que se piense
en otro Dios fuera del Demiurgo y Padre de todas las cosas, como si éste no
bastase; [556] ni en otro Cristo o en otro Unigénito. La diferencia está sólo
en la capacidad de investigar todo lo que se ha dicho en parábolas, a fin de
ver la concordancia con la doctrina de la verdad, a fin de exponer los
instrumentos que Dios usó en su Economía en favor de la raza humana (95). También en su habilidad para mostrar
cómo Dios es misericordioso aun en la apostasía de los ángeles y la
desobediencia de los seres humanos; y para predicar por qué el único y mismo
Dios creó los seres temporales y eternos, los celestes y terrenos; por qué,
siendo Dios invisible, se apareció a los profetas, no en una sola forma, sino en
formas diversas a cada uno; por qué Dios estableció con la humanidad varios
Testamentos y enseñar las particularidades de cada uno; para investigar por qué
«Dios ha encerrado a todos en la incredulidad, para tener compasión de todos»
(Rom 11,32); por qué «el Verbo de Dios se hizo carne» (Jn 1,14), padeció y
murió, a fin de darle gracias; para explicar por qué en los últimos tiempos
vino [557] el Hijo de Dios, es decir, por qué apareció hacia el fin y no desde
el principio; para descubrir la enseñanza de las Escrituras acerca de las cosas
últimas y futuras; para no callar el motivo por el que Dios hizo a los gentiles
sin esperanza (Ef 2,12) coherederos, miembros del mismo Cuerpo y participantes
de los santos (Ef 3,6); para proclamar que esta carne «mortal será revestida de
inmortalidad y, siendo corruptible, de incorrupción» (1 Cor 15,54); y para
pregonar cómo «el que no era pueblo se hizo pueblo, y amados los que no lo
eran» (Os 2,25; Rom 9,25), y cómo «la abandonada ha tenido más hijos que la
casada» (Is 54,1; Gál 4,27).
Acerca de estas y de otras muchas parecidas, el Apóstol
exclamó: «¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento
de Dios! ¡Qué insondables son tus juicios e impenetrables tus caminos!» (Rom
11,33) En cambio ninguno (en las iglesias) habla acerca de una Madre del
Creador y Demiurgo que esté por encima de éste y los otros Eones -el Deseo de
un Eón errante- ni lo verás llegar a una blasfemia tan brutal; ni acerca de un
Pléroma superior que contendría unas veces treinta, otras una inumerable
multitud de Eones, como predican aquellos que han defeccionado de la verdadera
[560] doctrina del Maestro. Porque en la Iglesia universal se conserva la única
y misma fe en todo el mundo, como ya hemos dicho.
11
2. Variantes del sistema gnóstico
2.1. Valentín
11,1. Veamos ahora su inestable doctrina. Basta que ellos
sean dos o tres para que digan cosas diversas acerca de los mismos temas, e
incluso respondan cosas contradictorias acerca de los nombres y los hechos.
Valentín fue el primero en tomar los principios antiguos
de la secta llamada Gnóstica para aplicarlos a las características de su
propia doctrina. Valentín la definió de esta manera: [561] había una Díada
innombrable, uno de suyos elementos se llamaba Inefable (Arretos) y el
otro Silencio (Sygé). Esta Dualidad emitió una segunda Dualidad, a uno
de cuyos elementos llama Padre, y al otro Verdad (Alétheia). Esta
Cuaterna produjo como frutos el Verbo, la Vida, el Hombre y la Iglesia. Esta
fue la primera Ogdóada (96). El Verbo y
la Vida emitieron las diez Potestades (Dynámeis) como arriba expusimos.
Del Hombre y la Iglesia nacieron otras doce, de una de las cuales apostató (del
Pléroma) y caída en la decadencia creó las demás cosas. Pone luego dos Límites:
uno entre el Abismo y el Pléroma, que separa a los Eones que nacieron del Padre
ingénito; la otra pone la separación entre la Madre de ellos y el Pléroma.
El Cristo no habría sido emitido por los Eones del
Pleroma; sino que la Madre, una vez que se halló fuera del Pléroma, lo engendró
de acuerdo con las memorias que conservaba de las realidades superiores, y por
eso lo dio a luz en una cierta sombra. Este, como nació masculino, se libró de
la sombra y volvió al Pléroma. Entonces la Madre, abandonada en la sombra y
privada de la substancia espiritual (pneumática), emitió otro hijo. Este
es el Demiurgo, a quien (Valentín) llama el Soberano universal (Pantokrátor)
de todos los seres que le están sometidos. Pero junto con él fue engendrado un
Principio (Archonte) «de la izquierda» que, a decir de Valentín, [564]
es semejante a los falsos gnósticos de los que hablaremos adelante (97). En cuanto a Jesús, unas veces enseña
que fue engendrado por aquel que se separó de la Madre para unirse con el resto
(de los Eones), es decir del Deseado (Theletòs); otras veces, que
proviene de aquel que ascendió al Pléroma, es decir de Cristo; y otras,
finalmente, que el Hombre y la Iglesia lo engendraron. Tambien enseña que la
Verdad emitió al Espíritu Santo, a fin de juzgar y hacer fructificar a los
Eones. El Espíritu se introduce en ellos de manera invisible, y por su obra los
Eones producirían los frutos de la Verdad. Esto es lo que dice.
2.2. Segundo
11,2. Segundo, por su parte, transmite que la primera Ogdóada
está formada por una Cuaterna «de la izquierda» y una Cuaterna «de la derecha»,
que son Luz y Tiniebla. Y añade que la Potencia apóstata (del Pléroma) se
degradó, y no tuvo su origen de los treinta Eones, sino de sus frutos.
2.3. Algunos gnósticos anónimos
11,3. Otro ilustre maestro entre ellos, [565] a quien se
le tiene por más profundo y conocedor, describe así la primera Cuaterna: Ante
todo existió el Protoprincipio (Proarchè), anterior a toda inteligencia,
inefable e innominable, a la que llamo Unicidad (Monóteta). Junto con la
Unicidad existe una Potencia a la que también llamo Unidad (Henóteta).
Estas Unicidad y Unidad, siendo una sola cosa, engendradon sin dar a luz al
Principio de todas las cosas, inteligente, ingénito e invisible, Principio al
que solemos llamar Mónada. Junto con esta Mónada existe una Potencia que le es
consubstancial, a la que llamo el Uno (Hén). Dichas Potencias, es decir
la Unicidad, la Unidad, la Mónada y el Uno, emitieron el resto de los Eones.
2.4. Refutación burlesca de los
sistemas
11,4. ¡Terrible! ¡Terrible! Con razón podemos llamar una
tragedia esa creación de nombres y ese atrevimiento que le llevó a ponerles
tales nombres, sin sentir vergüenza. Cuando dice: «Ante todo existió el
Protoprincipio (Proarchè) anterior a toda inteligencia, al que llamo
Unicidad»; y: «Junto con la Unicidad [568] existe una Potencia a la que también
llamo Unidad (Henóteta)», confiesa que todo cuanto dice es pura ficción
suya, y que todos esos nombres son sólo fábulas que a ningún otro se le han
ocurrido.¡Naturalmente si él no hubiese tenido esa osadía, la verdad aún no
tendría nombre!
Pero entonces, según su argumento, nada impide que alguien
venga y defina los nombres de otra manera como ésta: «Hay un Protoprincipio
real, protodespojado de mente, protovacío de substancia, una Potencia
protodotada de redondez, a la que llamo Calabaza. Junto con esta
Calabaza hay otra Potencia a la que llamo Supervacío (98). Estos Calabaza y Supervacío, puesto que son una sola
cosa, emitieron sin dar a luz un Fruto dulce y visible que todos pueden comer,
al que el lenguaje común llama Pepino. Junto con el Pepino existe una
Potencia que goza del mismo poder, a la que llamo Melón. Estas
Potencias: la Calabaza, el Supervacío, el Pepino y el Melón, emitieron el resto
de los pepinos fruto de los delirios de Valentín». Porque, si para la primera
Cuaterna es preciso cambiar el lenguaje común para que cada uno les ponga los
nombres que le parece, ¿quién nos puede prohibir usar estos nombres más
creíbles y conocidos de todos?
2.5. Otros gnósticos anónimos
11,5. Otros dan estos nombres a la primera y primitiva
Ogdóada: primero el Protoprincipio, luego el Ininteligible, en tercer lugar el
Inefable, en cuarto el Invisible. Del Protoprincipio habría sido emitido, en
primero y quinto lugar el Principio; del Ininteligible, en segundo y sexto
lugar el Incomprensible (Akatáleptos); del Inefable, en tercer y séptimo
lugar el Innombrable (Anonómastos); [569] del Invisible, en cuarto y
octavo lugar, el Ingénito. De esta manera se completaría la primera Ogdóada.
Dicen que estas Potencias existieron antes del Abismo y el Silencio, a fin de
parecer más perfectos que los perfectos y más gnósticos que los gnósticos. De
ellos se podría afirmar con razón: «¡Oh sofistas dignos de toda burla, más
melones que seres humanos!» Incluso sostienen entre ellos varias teorías acerca
del Abismo: unos dicen que no se casó; otros, que no ha sido ni masculino ni
femenino; otros afirman que fue masculino y femenino, porque nació por
concepción hermafrodita; otros, finalmente, le asignan al Silencio como esposa,
para que así se realice la primera unión matrimonial.
12
2.6. Discípulos de Ptolomeo
12,1. Los más avanzados entre los discípulos de Ptolomeo
enseñan que el Abismo tiene dos compañeras (sydzygous) a las que llaman
Disposiciones (diathéseis): [572] Pensamiento (Énnoia) y Voluntad
(Thélema). Porque primero concibió en la mente antes de emitir, dicen
ellos, y después lo quiso. Por eso de estas Disposiciones y Poderes, o sea el Pensamiento
y la Voluntad, como si ambas se unieran entre sí, brotó la emisión del
Unigénito y de la Verdad. Estos dos habrían salido como tipo e imagen visibles
de las dos Disposiciones invisibles del Padre: la Voluntad nació de la Mente, y
del Pensamiento la Verdad. Por eso la Voluntad engendrada es imagen de lo
masculino, y en cambio el Pensamiento, que no ha sido engendrado, es imagen de
lo femenino, puesto que la Voluntad es como el poder de la Mente (99). Pues la Mente siempre pensaba en emitir, pero ella por
sí misma no era capaz de emitir lo que pensaba. Mas cuando le sobrevino el
poder de la Voluntad, entonces ya fue capaz de dar a luz lo que había
concebido.
12,2. ¿No te parece, mi hermano, que éstos más que al
Señor del universo tienen en mente al Zeus de Homero, que no podía dormir por
la preocupación de no saber cómo honrar [573] a Aquiles y acabar con muchos
griegos? Pues el Señor del universo al mismo tiempo que piensa realiza lo que
piensa; y al mismo tiempo quiere y piensa lo que quiere: él piensa al mismo
tiempo que quiere, y quiere al mismo tiempo que piensa; porque todo él es
pensamiento y voluntad, todo mente, todo luz, todo ojo, todo oído y todo es
fuente de todos los bienes.
12,3. De entre ellos, los que se tienen por más
conocedores dicen que la primera Ogdóada no ha sido emitida por grados, un Eón
por otro, sino toda simultáneamente y para siempre, como una sola emisión de
los seis Eones que fueron dados a luz por el Protopadre y la Mente: ¡como si
ellos hubiesen sido las comadronas!. Y ya no dicen que el Hombre y la Iglesia
fueron engendrados por el Verbo y la Vida; sino que el Verbo y la Vida fueron
engendrados por el Hombre y la Iglesia, [576] de la siguiente manera: cuando el
Protopadre tuvo la idea de emitir, se le llamó Padre; y como lo que emitió fue
verdadero, a este fruto se le llamó Verdad. Cuando él quiso manifestarse, al
resultado se le llamó Hombre. Cuando emitió a aquellos que había pensado, se le
llamó Iglesia. El Hombre pronunció el Verbo (100),
que es el Hijo Primogénito; la Vida sigue al Verbo, y de esta manera se
completó la Ogdóada.
12,4. Pero luego se pelean acerca del Salvador. Algunos de
ellos dicen que fue engendrado por todos (los Eones), por lo que se le llama Complacencia
(Eudokotekòs), porque a todo el Pléroma le plugo glorificar por medio de
él al Padre. Otros dicen que proviene sólo de los diez Eones que fueron
emitidos por el Verbo y la Vida, y por eso se le llama el Verbo y la Vida, para
conservar el nombre de sus progenitores. Otros dicen que provino de doce Eones
engendrados por el Hombre y la Iglesia, y por eso él se confiesa Hijo del
Hombre, puesto que desciende del Hombre. Otros dicen que nació del Cristo y del
Espíritu Santo, que habían sido emitidos para dar consistencia al Pléroma: por
eso se le llamaría el Cristo, [577] para conservar el nombre del Padre que lo
emitió. Otros, finalmente, que se llama Hombre al mismo Protopadre de todas las
cosas, que es el Protoprincipio y Protoimpensable. Este sería el «gran misterio
escondido» (Ef 3,9): que la Potencia que está sobre todas las cosas y contiene
todos los seres se llama el Hombre, y por eso dicen que el Salvador se llamó el
Hijo del Hombre.
13
2.7. Doctrina de Marco
13,1. Otro de ellos presume de haber corregido al
maestro.Su nombre es Marco. Es muy experto en las artes de magia, mediante las
cuales seduce a muchos varones y a no pocas mujeres para que se conviertan a él
como al más grande y más perfecto gnóstico, porque posee la Potencia más elevada,
que proviene de lugares invisibles e indescriptibles. Es un verdadero precursor
del Anticristo. [580] El se introduce en las fiestas de Anasilao con los
engaños de los llamados magos; y por eso muchos de quienes no disciernen y han
perdido la cabeza piensan que tiene en sus manos el poder de hacer prodigios.
2.7.1. Su fingida Eucaristía
13,2. Fingiendo dar gracias (101) sobre un cáliz de vino mezclado (102), mediante largas oraciones de invocación, hace que el
cáliz aparezca de color púrpura y rojo. De esta manera quienes lo ven imaginan
que mediante su invocación hace descender la Gracia (Cháris) de las
regiones superiores para derramar su sangre en aquel cáliz; y los presentes
ansían gustar de esa bebida para que también sobre ellos se derrame aquello que
el mago llama Gracia. Otras veces presenta a una mujer [581] un cáliz con la
mezcla (de agua y vino), y le ordena que ella misma dé gracias en su
presencia. En seguida acerca un cáliz mucho mayor que aquel que en la mujer
engañada ha celebrado la Eucaristía, y luego hace vaciar del cáliz menor en que
la mujer ha celebrado la Eucaristía, en el mayor que él ha puesto al lado,
mientras pronuncia estas palabras: «Que la Gracia incomprensible e inefable que
existe desde antes de la creación llene tu Hombre interior, y acreciente en ti
su conocimiento (gnosis), sembrando el grano de mostaza en tierra buena» (103). Después de haber pronunciado estas
palabras y sacado de su mente a aquella infeliz, hace aparecer un hecho
maravilloso, cuando con el contenido del cáliz menor llena el cáliz mayor hasta
hacerlo derramar. Haciendo estas y otras magias semejantes, seduce a muchos y
los arrastra para que lo sigan.
2.7.2. Conducta inmoral
13,3. Parecería tener por cómplice a un demonio, por cuya
obra causa la impresión de profetizar, y también hace profetizar a aquellas
mujeres a quienes juzga dignas de participar de su Gracia. Porque sobre todo
anda detrás de mujeres, sobre todo a las más nobles, mejor vestidas y ricas, a
las cuales trata de seducir con discursos orgullosos como éste: «Quiero darte
parte de mi Gracia, porque el Padre de todos los Ángeles ve siempre al tuyo en
su presencia (104). El lugar de la
Grandeza [584] está entre nosotros: es, pues, necesario que nos reunamos en el
Uno. Primero recíbeme a mí, para que por mi medio recibas la Gracia. Prepárate
como una esposa que espera a su esposo, para que tú seas lo que yo soy, y yo lo
que tú eres. Pon en tu tálamo el semen de la Luz. Recibe de mí al Esposo, y
dale lugar en ti, para que él te haga lugar en sí. He aquí que la Gracia ha
descendido sobre ti: abre tu boca y profetiza». En seguida la mujer responde:
«Nunca he profetizado ni sé profetizar». El entonces pronuncia nuevas
invocaciones para llenar de admiración a la pobre engañada, diciéndole: «Abre
tu boca y habla cualquier cosa, y profetizarás». Ella entonces, envanecida por
lo que se le ha dicho, siente calentarse su alma con el sueño de que está por profetizar;
su corazón se pone a palpitar fuertemente, se atreve a hablar cosas delirantes
y cualquier cosa que le viene, sin sentido pero con osadía, pues siente arder
en ella el espíritu. Alguien superior a nosotros ha dicho acerca de estas
profetisas que el alma encendida de viento vano, se torna audaz e irreverente.
Ella entonces se siente profetisa, agradece a Marco porque le ha comunicado su
Gracia; [585] y en agradecimiento no sólo le da una pingüe parte de sus
riquezas, de donde él amontona una buena cantidad de dinero; sino que también
le entrega su cuerpo deseando estar unida íntimamente con él, para junto con él
descender al Uno.
13,4. Otras mujeres más fieles, llevadas por el temor de
Dios, no se dejan seducir. Cuando él las ha intentado seducir como a las otras,
mandándoles que profeticen, se han alejado de este hombre fuera de sí (105), lanzándole insultos y anatemas;
porque saben que los seres humanos no reciben de Marco el don de la profecía,
sino que Dios concede esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes
reciben de Dios este don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos
ordena. Aquel que manda es más grande y soberano que quien le está subordinado;
pues lo primero es propio de quien tiene el gobierno, y lo segundo del que le
está sujeto. Por eso, si Marco o algún otro da órdenes (como esa gente suele
hacerlo en sus fiestas, jugando a los videntes y mandándose unos a otros
profetizar y anunciando unos a otros profecías que satisfagan sus caprichos),
entonces ese tal, siendo sólo un hombre será el que manda, y así se sentirá
mayor y soberano del Espíritu profético, lo que es imposible. Pero los
espíritus a los que ellos ordenan hablar cuando ellos quieren, son frágiles y
débiles, atrevidos e irreverentes, a los cuales Satanás envía para seducir y
llevar a la perdición a aquellos [588] que no tienen firme la fe, ni conservan
la que desde el principio han recibido de la Iglesia.
13,5. Marco prepara filtros enervantes no para todas las
mujeres, sino para aquellas que, excitadas, le permiten deshonrar su cuerpo.
Muchas de éstas, cuando se convierten a la Iglesia de Dios, con frecuencia
confiesan que ellas le han permitido mancillar su cuerpo, porque se habían
sentido inflamadas por un amor violento hacia él. Uno de nuestros diáconos del
Asia menor lo recibió en su casa, y sobre él recayó esta calamidad: su mujer,
que era muy hermosa, dejó que este mago la corrompiera en mente y cuerpo, y
hasta se fue tras él por mucho tiempo; cuando después algunos hermanos con gran
esfuerzo la ayudaron a convertirse, ella pasó el resto de su vida haciendo
penitencia, llorando y lamentándose de la deshonra que había sufrido de aquel
mago.
13,6. Algunos de sus discípulos, cometiendo los mismos
errores, han seducido a muchas mujerzuelas para corromperlas. A sí mismos se
llaman los perfectos, pues imaginan que nadie puede igualar la grandeza de su
gnosis, así fuesen Pablo o Pedro o cualquiera de los otros Apóstoles; porque
saben más que cualquiera, pues únicamente ellos han bebido la grandeza de la
gnosis de la Potencia inefable. Dicen estar en lugar más elevado que cualquier
Potencia; por eso pueden libremente hacer lo que les plazca, sin temer nada ni
a nadie. Por motivo de la redención, ellos se habrían vuelto inasibles e
invisibles [589] para el Juez. Pero si éste algún día llegase a atraparlos,
protegidos por la redención, le dirían lo siguiente: «¡Oh tú
(Sabiduría), consejera de Dios y del místico Silencio anterior a los Eones!, tú
eres aquélla por la cual las Grandezas (los Ángeles) ven siempre el rostro del
Padre (Mt 18,10), los cuales te toman como el guía y conductor de su camino,
elevan sus formas a las alturas, a cuya semejanza ella, al hacerse presente,
con grande audacia por la bondad del Protopadre nos ha emitido como imágenes de
tales Grandezas; porque ella (al emitirnos) tenía presentes en su intención,
como un sueño, a esas (Grandezas) que habitan en lo alto. Mira que el Juez está
cercano y el Mensajero me manda defenderme. Tú, pues, que conoces la razón de
las dos partes como si fuese una sola cosa, hazla presente al Juez». [592] La
Madre, oyendo esto, inmediatamente les impone el casco homérico del Hades, para
que de modo invisible escapen del Juez. Y en seguida los arrebata e introduce
al tálamo para entregarlos a sus esposas.
13,7. Con tales palabras y acciones, también en las
regiones del Ródano, cercanas a las nuestras, sedujeron a muchas mujeres. De
entre éstas algunas, con su conciencia marcada a fuego (1 Tim 4,2),
públicamente hacen penitencia; otras por vergüenza de hacerlo, se retiran en
silencio, desesperando de la vida de Dios (Ef 4,18-19). Mientras unas se
apartan definitivamente, otras dudan y, como se dice popularmente, no están ni
adentro ni afuera, sino que se quedan con el fruto del semen de los hijos de la
gnosis.
14
2.7.3. Doctrina sobre la primera
Cuaterna
[593] 14,1. El tal Marco dice que, siendo el Unigénito,
sólo él es el seno y depositario del Silencio de la Cuaterna. He aquí de qué
manera él ha dado al mundo el semen que en él ha sido sembrado:
La Cuaterna que habita en los lugares superiores descendió
de los lugares invisibles e inefables sobre él, en figura de mujer, porque,
según él dice, el mundo no podía cargar con su elemento masculino; y le reveló
quién era ella, así como el origen de todas las cosas, algo que jamás había
revelado a ningún dios ni ser humano. Así le habría dicho:
«Cuando el Protopadre sin padre, impensable y sin
substancia, que no es ni masculino ni femenino, quiso expresar lo que en él era
inefable, [596] y dar forma a lo que en él era invisible, abrió la boca y
emitió un Verbo semejante a sí. Este se puso a su lado, y le mostró lo que era:
la forma del invisible. El enunciado de su nombre tuvo efecto de la siguiente
manera: el Padre pronunció la primera parte de su nombre: fue Arché
(Principio), una sílaba de cuatro elementos. Añadió una segunda, de cuatro
letras. Después expresó una tercera, de diez letras. En seguida dijo una
cuarta, de doce letras. De esta manera se pronunciaron las treinta letras de su
nombre completo, formado por cuatro palabras. Cada uno de los elementos tiene
sus letras, su carácter, su sonido, sus rasgos y sus imágenes; pero ninguno de
ellos percibe la forma total de la que él es sólo una parte. Y no sólo eso,
sino que cada uno de los elementos ignora [597] hasta la resonancia de su
vecino, porque cada uno de ellos emite su propio sonido como si fuese el del
todo, y no deja de emitirlo hasta que no se ha llegado a la última letra de la
última sílaba. Entonces será la desintegración (apokatástasis) futura de
todo el universo, cuando todos los elementos, unidos en una única letra,
resuenen con una misma y única voz (106).
De esta resonancia se nos ha dejado una imagen, cuando todos al unísono
exclamamos: «¡Amén!» Estos son los ecos que forman al Eón insubstancial e
ingénito: éstas son las formas a las que el Señor llamó los Ángeles que siempre
ven la cara del Padre (Mt 18,10)».
14,2. Los nombres comunes e inefables de los elementos
son: Eones, Verbos, Raíces, Semillas, Pléromas y Frutos. Todas las propiedades
de cada uno de ellos se encierran y entienden en el nombre de [600] Iglesia. La
última letra del último de los elementos emitió su voz, cuyo sonido brotó como
imagen de los elementos, y engendró sus propios elementos. Y dice que de estos
elementos fueron engendradas todas las cosas sobre la tierra y todas las que
existían antes de ellas. La letra misma cuyo nombre emitía el sonido
(pronunciado) en los lugares inferiores, habría sido después recogida hacia las
alturas por su sílaba para que el Todo quedase completo. Pero su sonido quedó
acá abajo, como arrojado fuera. Le habría dicho (la Cuaterna) que el elemento
mismo cuya letra junto con su pronunciación bajó al mundo, consta de treinta
letras; y cada una de estas treinta letras a su vez tiene otras letras que
sirven para nombrarla. A su vez, a estas letras se les nombra con otras letras,
de modo que el número de letras se extiende sin fin.
Como un ejemplo para que se entienda mejor lo dicho: el
elemento delta consta de cinco letras, que son D E L T A.
A su vez, cada una de estas letras se escribe por medio de otras, y las otras
por otras. Así pues, si la substancia total de la delta se extiende de
modo ilimitado, porque unas letras engendran otras y éstas otras sucesivas,
¿cuánto mayor será el océano de letras de aquel elemento? Y si una letra es tan
inmensa, ¡ve qué Abismo de letras incluye todo el nombre, de las cuales el
Silencio enseñó a Marco que consta el Protopadre! [601] Por eso el Padre,
sabiendo ser incomprensible, concedió a los elementos llamados Eones, que cada
uno de ellos pudiese proferir su propia pronunciación, ya que ninguno de ellos
era capaz de enunciar el Todo.
14,3. La Cuaterna, una vez explicado lo anterior, le
habría dicho: «También quiero mostrarte la Verdad. La he hecho descender de las
moradas superiores, a fin de que la mires desnuda y contemples su belleza; y
también para que la escuches y admires su sabiduría. Ve en primer lugar lo que
es su cabeza: es el Alfa y la Omega, su cuello es la Beta
y la Psi, sus brazos y manos son Gama y Xi, su pecho Delta
y Phi, su cintura Epsylon y Gamma, su vientre Dzeda
y Tau, sus órganos sexuales Eta y Sigma, sus piernas Theta
y Pi, sus rodillas Iota y Pi, sus tibias Kapa y Omicron,
sus tobillos Lambda y Xi, sus pies Mi y Ni». ¡Este
sería, según ese mago, el cuerpo de la Verdad: ésta sería la composición del
Elemento y el carácter de su Letra! Y a este elemento él llama Hombre: porque,
dice Marco, el Hombre es la fuente de toda palabra y el inicio de toda voz, de toda
expresión del Inefable y la callada boca del Silencio. Este también sería su
cuerpo. Ahora tú, elevando la inteligencia de tu mente a regiones más elevadas,
escucha de boca de la Verdad al Verbo que se autoengendró y comunicó al Padre.
14,4. Una vez dicho lo anterior, la Verdad lo miró y,
abriendo su boca, pronunció una palabra: se trataba de un nombre, y ese nombre
era el que todos conocemos y pronunciamos: Jesucristo. Y una vez que lo nombró,
al punto volvió a callar. Y cuando Marco creía que la Verdad le diría algo más,
la Cuaterna de nuevo se acercó y le dijo: [604] «¿Pensaste que la palabra que
oíste de labios de la Verdad es vulgar? Este Nombre tiene un antiguo
significado que no es el que tú conoces e imaginas. Sólo has oído la palabra,
pero no sabes su poder. Jesús, en efecto, es un Nombre insigne: tiene seis
letras (107), que todos los elegidos
conocen. Mas el nombre que tiene ante los Eones del Pléroma tiene muchos
miembros, es de forma y tipo diversos, y solamente lo conocen aquellos que son
de su mismo género, y cuyas Grandezas están siempre ante él.
14,5. Sábete que las veinticuatro letras que usáis (108), son las imágenes que emanan de las
tres Potencias que contienen todo el número de los elementos de las partes
superiores. Las nueve letras mudas son imagen del Padre y la Verdad, porque no
se pronuncian, es decir, son inexpresables e inefables. Las ocho semivocales
son imágenes del Verbo y la Vida, porque son intermedias entre las mudas y las
vocales: de las superiores reciben la emanación y de las inferiores la
elevación. Las vocales son siete, (imágenes) del Hombre y la Iglesia, porque la
Voz, saliendo del Hombre, dio forma a todas las cosas: pues la Voz es la que
las ha revestido de forma. Por consiguiente el Verbo y la Vida tienen el número
ocho, el Hombre y la Iglesia el siete, el Padre y la verdad el nueve».
Pero como la cuenta estaba incompleta, aquel que estaba en
el Padre descendió, [605] para corregir el defecto de las cosas, a fin de que
la unidad de los Pléromas iguales entre sí, diera como fruto una sola Potencia
que proviene de todos. De este modo el número siete recibió la Potencia del
ocho, y resultaron tres lugares iguales en número, o sea (tres) Ogdóadas. Estos
tres lugares, multiplicándose por tres, ofrecen el número veinticuatro. Más los
tres elementos, que (Marco) dice existen en el matrimonio de las tres
Potencias, lo cual hace un número de seis, emanaron las veinticuatro letras,
porque se multiplicaron por cuatro en razón de la Cuaternidad: por eso dice que
pertenecen al Inominable. Pero han sido revestidos por las tres Potencias, de
modo que se asemejen al que es Invisible. De dichos elementos son imágenes las
letras dobles (del alfabeto); porque, sumándolas a las veinticuatro, en virtud
de la analogía que existe entre ellas, forman el número treinta.
14,6. Dice que el fruto de este orden y Economía se
manifestó bajo la semejanza de una imagen (Rom 1,23) en aquel que, después de
seis días (Mt 17,1; Mc 9,2), subió el cuarto al monte, y ahí, después de
haberse convertido en sexto, descendió [608] y fue detenido en el Séptimo (día:
Hebdomádi), aunque él era la Ogdóada insigne que en sí contiene el
número completo de los elementos (109).
Mostró dicho número cuando él fue bautizado el descenso de la paloma, que es Omega
y Alpha; pues el número de ambas letras es 801 (110). Por tal motivo Moisés dijo que el hombre fue hecho el
sexto día (Gén 1,31). Y por lo mismo la Economía tuvo lugar en el sexto día,
que es la Parasceve (111), cuando
apareció el hombre nuevo para regenerar al primer hombre (Adán), cuya Economía
tuvo principio y fin en la hora sexta, cuando fue crucificado. Por eso la Mente
(Noûs) perfecta, sabiendo que el número seis tiene el poder para crear y
regenerar, manifestó a los hijos de la Luz (Lc 16,8; Ef 5,8; 1 Tes 5,5) la
regeneración que de modo tan excelente se apareció significado en ese número.
(Marco) dice que de ahí le viene a este eximio número expresarse por dos
letras: porque este eximio número, sumado a los veinticuatro elementos (del
alfabeto) suma 30 letras.
14,7. En seguida el Silencio le habría dicho a Marco que
el número insigne tiene como auxiliar la Grandeza de siete números, para
expresar los frutos que por su voluntad ha concebido. [609] Este eximio número,
en relación a lo que estamos tratando, debe entenderse como aquel que ha sido
fragmentado y dividido en partes, y quedó fuera (del Pléroma) y que, por su
propia potencia y sabiduría, animó al mundo imitando el poder del siete (Hebdomádos),
y de esta manera hizo que este mundo visible tuviera un alma. Y él mismo se
sirve de esta obra que realizó de modo casi espontáneo; en cambio las demás
cosas están al servicio de la Madre Entimesis, puesto que son imitaciones de
cosas inimitables.
El primer cielo hace resonar la álpha, el segundo
la épsylon, el tercero la éta, el cuarto (que está a la mitad del
siete) declara el poder de la ióta, el cinco la ómicron, el sexto
la ypsilon, y el séptimo (el cuarto número a partir del que está
enmedio) la ómicron. Esto es lo que el Silencio dice a Marco, así como
muchas más cosas banales que ningún atisbo tienen de verdad. Todas estas
potencias juntas, dice, abrazándose unas con otras, cantan y glorifican al
Protopadre que las emitió, con cantos de alabanza. El eco de esta glorificación
cayó sobre la tierra, según dice, para convertirse en plasmador y engendrador
de los seres terrestres.
14,8. (Marco) esgrime como prueba el hecho de que los
bebés, cuya alma apenas ha salido del vientre, [612] emite el sonido de cada
una de estas vocales. Pues así como las siete Potencias dan gloria al Verbo,
así también el alma de los bebés, llorando y gimiendo le dan gloria. Por eso
David habría dicho: «De la boca de los pequeños y de los niños de pecho has
sacado tu alabanza» (Sal 8,3), y también: «Los cielos cantan la gloria de Dios»
(Sal 19[18],1). Por eso cuando el alma se halla en medio de dolores y
tribulaciones, para revelarse exclama: «¡Oh!» (ómega) como signo de
alabanza, a fin de que el Alma del mundo superior reconozca a su pariente y le
envíe su auxilio.
14,9. De este modo deliró acerca del nombre de las treinta
letras, del Abismo que se desarrolló a partir de estas letras, del cuerpo de la
Verdad que estaría compuesto de doce miembros, de cada miembro que consta de
letras dobles, de la explicación de este número que no ha sido pronunciado, del
Alma del mundo y del Hombre, en cuanto es cada uno de los anteriores una imagen
de la Economía.
En seguida, mi hermano, hablaremos acerca de cómo, a
partir de estos nombres, su Cuaterna habría revelado una Potencia igual (a la
de los Eones), para que, como me lo pediste, no te pase por alto nada de cuanto
ha llegado a nuestros oídos sobre lo que ellos andan diciendo.
15
2.7.4. La revelación del Silencio
[613] 15,1. El sapientísimo Silencio le declara de esta
manera el origen de los treinta elementos: con la Unicidad se hallaba la
Unidad, de las cuales brotaron dos emanaciones, como antes dijimos: la Mónada y
el Uno. Si las duplicamos resultan cuatro, porque dos veces dos hace cuatro. Si
luego le sumamos dos, resulta el número seis. Si cuadruplicamos el seis, se
engendran veinticuatro formas. Los nombres de la primera Cuaterna son lo que
llamamos Santo de los Santos: no pueden proclamarse; solamente el Hijo los
comprende y el Padre conoce su naturaleza. Los otros nombres que él pronuncia
con respeto y fe, son éstos: Inefable (árretos), pues este nombre tiene
siete letras, Silencio (Seigè) cinco letras, Padre (Patèr) cinco
letras, y Verdad (Alétheia) siete letras. El número total de esta
Cuaterna es veinticuatro: sumados dos veces cinco y dos veces siete, resulta el
número veinticuatro. De modo semejante la segunda Cuaterna que forman el Verbo,
la Vida, el Hombre y la Iglesia (112),
muestran el mismo número de letras. El Salvador tiene un nombre que puede
pronunciarse: Jesús (Iesoûs) que tiene seis letras, pero su nombre
inefable consta de veinticuatro letras. Jesucristo (Iesoûs Chreistòs)
está formado por doce letras, [616] pero su nombre inefable contiene treinta
letras. Por eso lo llama álpha y ómega, así como paloma (peristerà),
porque esta ave tiene el mismo número.
15,2. Este es el inefable origen de Jesús: a la Madre
universal, es decir de la Primera Cuaterna, le nació como hija la segunda
Cuaterna, de donde se originó la Ogdóada, de la que brotó una Década. De esta
manera se formó el número dieciocho. La Década, unida en seguida con la Ogdóada
y multiplicándose con ella, produjo el número ochenta; y de nuevo el ochenta
multiplicado por diez produjo el número ochocientos, para que de esta manera el
número total de letras que se desarrollaran de la Ogdóada a la Década fuese de
ochocientos ochenta y ocho, es decir Jesús; pues el nombre de Jesús, computando
sus letras griegas, produce ochocientos ochenta y ocho. Este sería,
evidentemente, el origen de Jesús más allá de los cielos. Por eso el alfabeto
griego tiene ocho unidades, ocho decenas y ocho centenas, que suman ochocientos
ochenta y ocho, es decir el nombre de Jesús. [617] Este es la suma de todos los
números y por eso se le llama álpha y ómega (Ap 1,7), porque ha
sido engendrado por todos (los Eones).
También de esta manera: la primera Cuaterna, según el
número que se forma sucesivamente, es álpha 1 + béta 2 + gámma
3 + délta 4, de donde resulta el número diez, que se representa por la ióta,
que es la letra de Jesús. El nombre de Cristo (Chreistòs) tiene ocho
letras, que significan la primera Ogdóada, cuya suma, junto con la iota,
engendra el número ochocientos ochenta y ocho. Al Hijo también se le llama
Cristo, dice Marco, porque forman la Docena: si a las ocho letras de Cristo se
le añaden las cuatro de Hijo (huiòs), se engendra la Grandeza del doce.
Antes de que apareciera el signo numérico del Hijo Jesús, [620] los hombres
vivían sumidos en grandes errores. Mas cuando apareció este nombre de seis
letras (Iesoûs) que se revistió de carne para adaptarse a los sentidos
humanos, habiendo resumido en sí mismo el seis y el veinticuatro, los hombres
comenzaron a conocer. De esta manera desapareció su ignorancia y ascendieron de
la muerte a la vida, pues una vez revelado este nombre los condujo al Padre de
la Verdad (Jn 14,6). Pues el Padre había querido deshacer la ignorancia de
todos para destruir la muerte. Pues la disolución de la ignorancia significaba
la gnosis del Padre. Por eso fue elegido (Lc 9,35) por voluntad del Padre este
hombre (113) hecho según la Economía a
imagen de la Potencia de lo alto.
15,3. De la Cuaterna emanaron los Eones. Formaban la
Cuaterna el Hombre, la Iglesia, el Verbo y la Vida. Estas Potencias, dice
Marco, emanaron al Jesús que apareció en la tierra. El ángel Gabriel tomó el
lugar del Verbo, el Espíritu Santo el de la Vida, el Poder del Altísimo el del
Hombre y la Virgen (Lc 1,26.35) el de la Iglesia. De esta manera fue engendrado
como hombre por María el Jesús de la Economía, al cual el Padre, después de que
aquél pasó por el vientre, eligió (Lc 9,35) por medio del Verbo para que lo conociese.
Y cuando aquél se introdujo en el agua, sobre él descendió en forma de paloma
(Mt 3,16) aquel que en seguida volvió a subir para completar el número doce (114): [621] él llevaba el semen de
aquellos que junto con él debían ser sembrados y que junto con él bajaron y
ascendieron. Y dice (Marco) que el Poder que descendió es semen del Padre, que
contiene en sí al Padre, al Hijo y el Poder inefable del Silencio que sólo él
conoce, así como todos los Eones. Y éste (semen) es el Espíritu que habló por
la boca de Jesús, que se reveló el Hijo del Hombre y manifestó al Padre,
después de haber descendido sobre Jesús para unirse a él. Y luego el Salvador,
que es el Jesús de la Economía, destruyó la muerte, dijo Marcos, pues conoció
al Padre Jesucristo (115). Por eso el
nombre de Jesús corresponde al hombre hecho según la Economía, y constituido
según a imagen y semejanza del Hombre que debía descender sobre él; y una vez
que lo recibió, tuvo dentro de sí al Hombre, al Verbo mismo, al Padre, al
Inefable, el Silencio, la Verdad, la Iglesia y la Vida.
15,4. Esto sobrepasa todos los ayes y demás lamentos que
pudiéramos lanzar por esta tragedia. [624] Porque ¿quién podrá no despreciar al
desequilibrado compositor y mal creador de tantas mentiras, contemplando la
Verdad convertida por Marco en un ídolo elaborado con letras del alfabeto? Si
tomamos en cuenta el origen, hace muy poco tiempo (como suele decirse, ayer o
anteayer) los griegos confiesan haber recibido primeramente de Cadmo sólo
dieciséis letras, y después, pasado el tiempo, haber añadido por sí mismos unas
letras aspiradas y luego otras dobles; y dicen que sólo recientemente Palamedes
añadió las letras largas. Por tanto, antes de que los griegos hiciesen esto, no
habría existido la Verdad: pues según tú, Marco, su cuerpo sería posterior a
Cadmo y a sus antecesores, e incluso posterior a quienes añadieron las demás
letras; más aún, posterior a ti, puesto que sólo tú has reducido a la categoría
de ídolo eso que tu llamas la Verdad.
15,5. ¿Quién podrá soportar [625] tu Silencio tan
parlanchín, que nombra al Eón Innombrable, que explica lo Inenarrable y
proclama al Inescrutable? ¡Pretende que aquél a quien dices sin cuerpo ni
figura, abrió la boca y emitió el Verbo, como uno cualquiera de los seres
animados compuestos (de partes), y que el Verbo sería semejante a aquel que lo
emitió, y hecho a imagen del Invisible, fabricado con treinta elementos y con
cuatro sílabas! Así pues, por su semejanza con el Verbo, aquél al que llamas el
Padre de todas las cosas constaría de treinta letras y cuatro sílabas. ¿Quién
te va a creer cuando encierras al Creador Demiurgo y Verbo de Dios Hacedor, en
esquemas y números que unas veces son treinta, otras veinticuatro, en ocasiones
sólo seis; de modo que lo rebajas unas veces a cuatro sílabas y treinta letras?
¿O cuando reduces al número ochocientos ochenta y ocho al Señor del universo,
que afirmó los cielos (Sal 33[32],6), o bien al alfabeto? ¿O cuando subdivides
al Padre mismo, que contiene todas las cosas y ninguna lo contiene, en Cuaterna
y Ogdóada y Docena, y explicas por estas cuentas a aquel mismo Padre que, según
tu propia palabra, es inefable e incognocible? A aquél a quien llamas
incorpóreo e insubstancial, le has fabricado una materia y una substancia de
muchas letras engendradas unas de otras. Eres un Dédalo mentiroso, y te has
hecho un mal fabricante de la Potencia elevada sobre los cielos. Subdivides en
vocales mudas y sonidos semivocales la substancia que llamas indivisible,
aplicando las mudas al Padre y a su Mente. [628] Con esto has empujado a todos
los que te creen, a la peor de las blasfemias.
15,6. Por eso justa y adecuadamente se aplican a tu
temeridad los versos de aquel anciano predicador de la verdad, que con inspiración
divina lanzó contra ti los versos siguientes:
¡Oh Marcos, fabricante de ídolos y vidente de portentos,
conocedor de la astrología y de la magia,
con las cuales corroboras tus erradas doctrinas!
Como signo muestras a quienes seduces
las obras del Poder apóstata
que tu padre Satanás te comunica
para que obres por el poder del ángel Azazel,
que en ti tiene un precursor de la maldad contra Dios.
Esto lo dijo un presbítero que amaba a Dios. Por nuestra
parte, trataremos de exponer brevemente sus demás doctrinas misteriosas aunque
son largas, a fin de sacar a la luz lo que por tanto tiempo ha mantenido
oculto. De esta manera todos podrán convencerse y refutarlo fácilmente.
16
2.7.5. La substancia de las cosas
16,1. Revolviendo el origen de los Eones con la pérdida y
encuentro de la oveja perdida, tratan de explicarlo de manera mística
reduciendo todo a números, diciendo que todas las cosas constan de la Mónada y
la Dualidad. [629] Y contando de la Mónada hasta cuatro producen el diez; pues
uno más dos más tres más cuatro produjeron el número de los diez Eones. La
Dualidad, desdoblándose hasta el seis (sígma): dos más cuatro más seis,
produce la Docena. Pero si en vez de desdoblarse hasta seis lo hace hasta diez
(ióta), origina la Treintena, en la cual se encuentran la Ogdóada, la
Década y la Docena. La Docena a su vez tiene tras de sí el seis, y por motivo
del seis se le llama la pasión. Por lo mismo, cuando sucedió una caída en el
doce, la oveja se salió y se descarrió (Lc 15,4-7) porque, según dicen, la
apostasía procede de la Docena. También fantasean que una Potencia se separó de
la Docena y se perdió, y ésta fue la mujer que perdió la dracma y encendió la
luz para encontrarla (Lc 15,8-11). Por eso los números que quedaron: de la
dracma el nueve, de la oveja el once, si se multiplican entre sí, engendran el
número noventa y nueve, porque es el resultado de nueve por once. Por esta
razón, dicen ellos, el Amén lleva ese número.
[632] 16,2. No dejaré de relatarte otra de sus
interpretaciones a fin de que conozcas bien sus frutos. Dicen que la letra éta,
añadiendo el seis, es la Ogdóada, pues toma el octavo lugar a partir del álpha.
Y si se prescinde del seis, y se cuenta el número que resulta de las letras
hasta la éta, se obtiene la Treintena. Comenzando, pues, del álpha
y continuando los números de las letras hasta éta, quitando el seis y
sumando los números progresivos, se obtendrá el treinta. Porque hasta la épsylon
suman quince; luego, añadiendo la dzéda (el siete), se alcanza el
veintidós, y cuando se le agrega la éta, que es el ocho, se completa la
maravillosa Treintena. De esta manera prueban que la Ogdóada es la Madre de los
treinta Eones. Y como el número treinta resulta de la unión de tres Poderes, si
se le toma tres veces resulta el número noventa. Y la tríada misma, tres veces
sobre sí misma, produce el nuevo número. De modo que la Ogdóada también
engendra el noventa y nueve. Y como el duodécimo Eón, habiéndose ausentado ha
dejado los otros once en las alturas, dicen que el tipo de las letras ha quedado
dispuesto en forma de lámbda, que es figura del Verbo -pues la letra lámbda
es el número treinta- y esta letra es la figura de la Economía superior, porque
desde la álpha y sin el seis, el número de las mismas letras hasta la lámbda,
compuesto por los números ascendentes y añadiendo la lámbda, forma el
número noventa y nueve. Y como la lámbda, [633] que es la undécima,
descendió para buscar a su semejante a fin de completar la Docena, una vez que
lo encontró quedó completa. Esto lo probaría la misma figura de la letra.
Porque la lámbda se puso a buscar su semejante, y una vez hallado, lo
atrajo a su lado y de esta manera llenó el lugar duodécimo, que es la letra mí,
compuesta de dos lámbdas (116).
Por eso ellas, en virtud de la gnosis, escaparon del lugar noventa y nueve, o
sea de la degradación, que es el tipo de la mano izquierda; en cambio si se
mantienen unidas al Uno, añadido al noventa y nueve, hace pasar a la mano
derecha (117).
16,3. Mi hermano, sé muy bien que mucho te reirás de su
tan estúpida sabiduría de la que se vanaglorian. Son dignos de compasión
quienes describen las cosas sagradas, la inefable grandeza del Poder y toda la
Economía de Dios, usando el alfabeto como instrumento, así como las retorsiones
de los fríos números. Quienes abandonan la Iglesia para abandonarse a esos
mitos (1 Tim 4,7), en realidad se condenan a sí mismos (Tt 3,11). Pablo nos
manda «después de la primera y segunda corrección, evitarlos» (Tt 3,10). Y
Juan, el discípulo del Señor, los ha condenado de modo aún más grave, cuando
nos dice que ni siquiera les devolvamos el saludo: «Pues quien los saluda
coopera con sus obras llenas de maldad» (2 Jn 11). Y con razón: «No hay alegría
para los impíos, dice el Señor» (118)
(Is 48,22). [636] Y éstos son impíos sobre toda impiedad, pues dicen que el
Creador del cielo y la tierra, el único Dios Soberano universal sobre el que no
hay ningún otro Dios, fue emitido de la penuria (hystérema) (119), y éste de otra penuria; de modo
que, según ellos, sería el producto de una tercer penuria.
Es necesario que, de veras repudiando y condenando esta
doctrina, nos alejemos de ellos y, mientras ellos más se afirmen y gocen de sus
invenciones, tanto más nos demos cuenta de que están agitados por los malos
espíritus de la Ogdóada. Como aquellos que se han hundido en un estado de
locura: mientras más se ríen y creen estar sanos, y hacen todas las cosas como
si estuvieran sanos, y algunas cosas mejor aún que si lo estuvieran, tanto más
enfermos se encuentran; así también éstos: mientras más creen saber, y se
revientan los nervios a base de tirar del arco, tanto menos saben. Porque
escapándose el espíritu inmundo de la ignorancia, y hallándolos entregados a
intereses mundanos y no a Dios, van a buscar otros siete espíritus peores que
él (Mt 12,43-45), y tentándolos a engreírse en su propia sentencia, como si por
ellos mismos pudieran escrutar lo que está sobre Dios, una vez que los ha preparado
para acabar con ellos, la Ogdóada de la estupidez los entrega a los espíritus
perversos.
17
2.7.6. Cómo fue creado el mundo
[637] 17,1. Quiero exponerte ahora cómo, según dicen, el
Demiurgo llevó a cabo la creación a imagen de los seres invisibles, sin que él
se diera cuenta, por arte de la Madre. Ante todo dicen que hay cuatro
elementos: fuego, agua, tierra y aire, emitidos a imagen de la Cuaterna
superior, y enumeran los efectos de dichos elementos: caliente, frío, húmedo y
seco, de modo que así se imaginan la Ogdóada. De ésta habrían provenido diez
Potencias: primero siete cuerpos como esferas, a los que llaman cielos; en
seguida un círculo que los contiene, al que llaman octavo cielo; y por último
el sol y la luna. Como en total éstos forman el número diez, dicen que son las
imágenes de su Década invisible que brotó del Verbo y la Vida. En cuanto a la
Docena, ésta se indica en el círculo del zodíaco. Sus doce signos claramente
serían la Docena hija del Hombre y la Iglesia, dibujada en la sombra. Y como,
según dicen, el cielo más alto, con su peso se resiste al impulso velocísimo
del universo, y por su lentitud opuesta modera la velocidad (de los otros
cielos), el recorrido circular de un signo a otro se lleva a cabo en treinta
años. [640] Esto sería imagen del Límite, que contiene a su Madre, la cual
lleva el nombre del treinta.
También la luna, con su giro en treinta días alrededor del
cielo, significa el número de los treinta Eones. Y el sol, que realiza su giro
en doce meses, con estos doce meses da a entender la Docena. Incluso los días,
que se miden en períodos de doce horas, son un signo de la invisible Docena. Y
la hora, que es la duodécima parte del día, se subdivide en treinta partes para
dar a entender la Treintena. A su vez, el círculo del zodíaco tiene una medida
de trescientos sesenta grados en su circunferencia: de esta manera lleva en sí
la imagen de la unión entre los números doce y treinta. Y la tierra está
dividida en doce zonas, las cuales desde los cielos reciben una Potencia
particular por cada zona, y de este modo engendra hijos semejantes a la
Potencia de la que recibió la emanación. [641] Esto sería, en su opinión, una
evidente manifestación de la Docena y de sus hijos.
17,2. Dicen, además, que el Demiurgo quiso imitar el
carácter interminable, eterno e infinito de la Ogdóada superior, mas no pudo
reflejar su estabilidad y perpetuidad, porque él es fruto de la penuria.
Entonces depositó esa eternidad en momentos de tiempo, los tiempos en muchos
períodos de años, imaginando que, multiplicando los tiempos, imitaba su
eternidad. Y dicen que a este punto la Verdad huyó y en su lugar entró la
mentira (120); y por eso, una vez que
se acaben los tiempos, su obra quedará destruida.
18
2.7.7. Cómo abusan de la Escritura
18,1. Cuando hablan de la creación, todos los días cada
uno de ellos inventa como puede algo nuevo: pues a nadie tienen por perfecto si
no ha dado como fruto las más grandes mentiras. Es necesario añadir aquí, a los
argumentos contra ellos, el modo como tranforman a los profetas para adaptarlos
a sus ideas.
Moisés, dicen, narra la obra de la creación mostrando
desde el comienzo a la Madre de todas las cosas, cuando dice: «En el principio
Dios hizo el cielo y la tierra» (Gén 1,1). Al nombrar estas cuatro realidades:
Dios, Principio, Cielo y Tierra, anunció de modo figurado la Cuaterna. En
seguida manifestó su condición de secreta e invisible, cuando dice: «Y la
tierra era invisible y caótica» (Gén 1,2). Pretenden que con estas palabras
habría revelado la segunda Cuaterna, [644] nacida de la primera Cuaterna,
cuando habló del Abismo y las tinieblas, en las cuales se agitaban las aguas
sobra las que revoloteaba el Espíritu (Gén 1,2). En seguida se habría referido
a la Década, cuando habló de la luz, el día, la noche, el firmamento, la tarde,
la mañana, la tierra seca, el mar, la hierba y añadió en décimo lugar los
árboles (Gén 1,3-13). Tras estos diez nombres se esconderían los diez Eones. De
esta manera se habría formado la Potencia de la Década: cuando habló del sol,
la luna, las estrellas, los tiempos, los años, los monstruos marinos, los
peces, las serpientes, las aves, los cuadrúpedos, las fieras, y sobre todos
ellos, en duodécimo lugar, el hombre (Gén 1,14-28). He aquí como, dicen ellos,
el Espíritu por medio de Moisés reveló la Treintena (121).
En cuanto al hombre formado según la imagen (Gén 1,26) de
la Potencia superior, escondería en sí una potencia que proviene de una única
fuente. Ella estaría situada en la región del cerebro, y de ella fluirían,
según la imagen de la Cuaterna superior, cuatro facultades llamadas vista,
oído, olor y gusto. La Ogdóada estaría representada en el hombre de esta
manera: tiene dos orejas, otros tantos ojos, dos narices y dos gustos: de lo
amargo y de lo dulce. Y sería también todo hombre imagen de la Treintena de
este modo: en los dedos de las manos los dedos representan la Década, y todo el
cuerpo se divide en doce miembros, es decir la Docena. Dicen lo mismo que
acerca del cuerpo de la Verdad, del que arriba hablamos. La Ogdóada estaría
escondida en las vísceras.
[645] 18,2. En cuanto al sol, que es la grande luminaria,
indica la Cuaterna, dicen, porque fue hecho en el cuarto día (Gén 1,14-19). La
tienda que Moisés construyó con lino, jacinto, púrpura y escarlata (Ex 26,1),
también muestra la misma imagen. El poder sacerdotal, adornado con cuatro tipos
de piedras preciosas (Ex 28,17), ellos pretenden que significa la Cuaterna. Y
si cualquier otra cosa encuentran en la Escritura descrita con cuatro
elementos, ellos afirman que lo dijo para indicar la Cuaterna.
La Ogdóada se mostraría de esta manera: dicen que el
hombre fue formado el octavo día (Gén 2,7); unas veces dicen que fue hecho en
el sexto, y otras que en el octavo, porque dicen que en el sexto fue plasmado
el hombre de la tierra, y en el octavo el carnal; pues en su opinión son
distintos. Otros, finalmente, distinguen entre el creado a imagen y semejanza
de Dios (Gén 1,27), que es masculino-femenino, y por eso espiritual; y el
formado de la tierra (Gén 2,7).
18,3. La Economía del arca del diluvio, en la cual se
salvaron ocho hombres (Gén 7,7.13.23; 1 Pe 3,20), dicen que de modo evidente se
refiere a la Ogdóada. Lo mismo David, por ser el octavo de los hermanos (1 Sam
16,10-11). Cosa idéntica manifestaría la circuncisión, pues se hacía el octavo
día (Gén 17,12), signo de la Ogdóada superior. Y si en cualquier otro lugar se
halla en la Escritura el número ocho, hipotizan que ahí se realiza el misterio
de la Ogdóada.
[648] La Década estaría indicada en las diez naciones que
Dios prometió dar a Abraham en posesión (Gén 15,19-20). Y también la Economía
de Sara, significaría lo mismo, pues después de diez años le dio a Agar la
esclava para que de ella tuviese un hijo (Gén 16,2-3). Asimismo el siervo que
Abraham envió a Rebeca, que junto al pozo le regaló un brazalete de diez siclos
de oro (Gén 24,22); y sus hermanos que la retuvieron durante diez días (Gén
25,55); también Jeroboam, que recibió diez cetros (1 Re 11,31); así también los
diez tapices del tabernáculo (Ex 26,1; 36,8); las columnas de diez codos (Ex
26,16); los diez hijos que Jacob envió a Egipto la primera vez para comprar
trigo (Gén 42,3); y los diez Apóstoles a quienes el Señor se apareció después
de la resurrección (Jn 20,24), pues Tomás estaba ausente. Todas estas cosas
serían, según ellos, figuras de la Docena.
18,4. La Docena, en la cual se realizó el misterio de la
caída en la pasión (pasión de la que ellos imaginan fueron hechas las cosas
visibles), dicen que se halla muy claramente en todos lados: en los doce hijos
de Jacob (Gén 35,22-26), de los cuales nacieron las doce tribus (Gén 49,28); el
pectoral con las doce piedras y las doce campanillas (Ex 28,21; 36,21); [649]
las doce piedras que Moisés mandó poner al pie del monte (Ex 24,4); así como
las doce que Josué mandó levantar en medio del Jordán (Jos 4,9) y las que
colocó cuando lo hubieron pasado (Jos 4,20); los doce que cargaban el Arca de
la Alianza (Jos 3,12); los doce becerros que Elías puso sobre el altar para el
holocausto (1 Re 18,31); y el número de los Apóstoles. Ellos pretenden que todo
aquello que lleve el número doce, porta el signo de la Década.
En referencia a la unidad de todos (los Eones), que ellos
llaman la Treintena, se habría manifestado en los treinta codos de altura que
medía el arca de Noé (Gén 6,15); por Samuel, que hizo reclinarse a Saúl en
medio de treinta comensales (1 Sam 9,22); en los treinta días que David
permaneció oculto en el campo (1 Sam 20,5); por los treinta que con él entraron
a la cueva (2 Sam 23,13); y por el hecho de que el tabernáculo medía de
longitud treinta codos (Ex 26,8). Y en cualquier parte donde hallan un número
como éstos, aseguran que se manifiesta la Treintena.
19
2.7.8. Su exégesis sobre el Padre
desconocido
19,1. Me ha parecido necesario añadir aquí lo que enseñan
acerca de su Protopadre, [652] que habría sido desconocido antes de la venida
de Cristo. Escogen textos de las Escrituras tratando de convencer a los
escuchas, mostrando que nuestro Señor anunció a otro Padre distinto del Creador
del universo, el cual, como hemos expuesto, blasfemando impíamente ellos dicen
que sería fruto de la penuria. Isaías, en efecto, dijo: «Israel no me conoció y
mi pueblo no entendió» (Is 1,3); lo cual ellos retuercen para adaptarlo a su
doctrina sobre el desconocimiento del Abismo invisible. Y lo que Oseas
escribió: «No se halla en ellos verdad ni conocimiento de Dios» (Os 4,1), ellos
tratan de dirigir al mismo propósito. Y: «No hay quien comprenda ni busque a
Dios; todos erraron, se han corrompido» (Sal 14[13],2-3; Rom 3,11-12), se lo
aplican al no conocimiento del Abismo. Y cuando Moisés dice: «Nadie podrá ver a
Dios y quedar con vida» (Ex 33,20), están ciertos de que se refiere a lo mismo.
19,2. Los profetas ciertamente vieron al Creador, dicen
ellos, pero aquellas palabras: «Nadie podrá ver a Dios y quedar con vida» (Ex
33,20) se referirían a la Grandeza invisible y desconocida. Que «ninguno podrá
ver a Dios» se haya dicho del Padre Creador de todas las cosas, a todos nos
parece evidente; pero que no se refiera al Abismo que ellos han inventado, sino
del Creador, que es el mismo Dios invisible, lo probaremos adelante. Daniel
habría querido decir lo mismo cuando preguntó al ángel que le explicara las
parábolas, porque no lo sabía; pero el ángel, escondiéndole el sublime misterio
del Abismo, le habría dicho: «Apártate, Daniel, porque estas palabras están
selladas a fin de que los sabios no las comprendan y los puros no sean
purificados» (Dan 12,9-10). Pero ellos presumen de ser los puros y sabios.
20
[653] 20,1. Además de éstos, ellos han añadido una
multitud de escritos apócrifos y bastardos, que causan admiración a los necios,
que desconocen las verdaderas Escrituras. Entre otras difunden aquella fábula
sobre el Señor que, cuando era niño y aprendía las letras, su maestro le habría
dicho como se acostumbra: «Di álpha», y el habría respondido: «Alpha».
De nuevo le habría ordenado decir: «Béta», y el Señor le habría
respondido: «Primero dime tú qué es álpha, y luego yo te diré lo que es béta».
Y la explican diciendo que sólo él conocía al Desconocido, escondido bajo la
figura del álpha.
20,2. También distorsionan algunas partes del Evangelio,
haciéndolas que signifiquen cosas semejantes. Por ejemplo, sobre aquello que
respondió a su Madre cuando tenía doce años: «¿No sabíais que debo estar en las
cosas de mi Padre?» (Lc 2,49) Les hablaba del Padre que para ellos era
desconocido; y por eso habría enviado a los discípulos para anunciar a las doce
tribus (Mt 10,5-6) al Dios desconocido. A aquel que le dijo: «Maestro bueno»,
le respondió, para hacerle caer en la cuenta quién es el verdadero Dios: «¿Por
qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, el Padre que está en los cielos» (Mt
19,16-17). Y dicen que llamó cielos a los Eones. [656] Por lo mismo no
habría querido responder a quienes le preguntaron: «¿Con qué Poder haces estas
cosas?» (Mt 21,23) sino que más bien los confundió al retorcerles la pregunta
(Mt 21,24-27), porque, según ellos, al negarse a hablar quería ocultar al Padre
desconocido. Y cuando dijo: «Con frecuencia he deseado oír una de estas
palabras, pero no hallé quien la dijese» (122),
claramente, dicen ellos, se refería al único Dios verdadero al que ellos no
conocían. También cuando se acercó a Jerusalén y llorando sobre la ciudad dijo:
«¡Si conocieses hoy lo que te trae la paz!, pero se te oculta» (Lc 19,42), con
estas palabras habría indicado el misterio escondido en el Abismo. Y también
cuando dijo: «Venid a mí todos los que estás cansados y agobiados, y aprended de
mí» (Mt 11,28-29), habría anunciado la verdad del Padre y prometido enseñarles
lo que ellos no conocían.
20,3. Como culminación de sus pruebas acerca de lo dicho,
ellos aportan estas palabras: «Te confieso, Padre, Señor de la tierra y del
cielo, porque has escondido estas cosas a los entendidos y prudentes y las has
revelado a los pequeños. Gracias, Padre, porque esto te agradó. [657] Todo me
lo ha entregado el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, ni al Hijo sino
el Padre, y aquél a quien el Hijo se lo revelare» (Mt 11,25-27). Dicen que con
estas palabras de modo evidente el Señor habría revelado que, antes de su
venida, nadie había conocido al Padre de la Verdad; y de ahí deducirían que
todos habrían conocido siempre al Creador y Hacedor; en cambio sus palabras
anunciarían al Padre desconocido para todos.
21
2.7.9. Sus ritos de redención
21,1. Su enseñanza acerca de la redención afirma que ésta
sería invisible e incomprensible, porque es la Madre de todas las cosas
incomprensibles e invisibles. Pero, como es inestable, no se podría explicar de
modo sencillo ni con una sola teoría, puesto que cada uno de ellos la transmite
como se le viene en gana: pues cuantos pontífices hay de esta doctrina mística,
otras tantas son sus redenciones. Este engaño lo ha difundido Satanás, que
busca apartar del bautismo para la nueva vida en Dios, y destruir la fe, como
demostraremos cuando adelante los refutemos.
21,2. Enseñan que (la redención) es necesaria para quienes
han adquirido la gnosis perfecta, para ser regenerados en la Potencia suprema;
de otra manera nos sería imposible entrar en el Pléroma, porque, dicen, ella es
la que nos hace descender hasta las profundidades del Abismo. El bautismo del
Jesús visible sería para la remisión de los pecados; en cambio la redención del
Cristo [660] que descendió sobre él sería para lograr la perfección. El
bautismo sería para los psíquicos, en cambio la redención para los pneumáticos.
Juan predicó un bautismo de penitencia, en cambio Cristo trajo la redención
para hacernos perfectos. Por eso dijo: «Con otro bautismo tengo que ser
bautizado, y con ansiedad me dirijo a él» (Lc 12,50) (123). Asimismo cuando la madre de los hijos de Zebedeo le
pidió que los pusiera a uno a su derecha y al otro a su izquierda en su reino,
dicen ellos que el Señor les habría presentado esta redención, cuando les dijo:
«¿Podéis recibir el bautismo con el que debo ser bautizado?» (Mt 20,22; Mc
10,38) Y también Pablo con frecuenca habría claramente revelado en qué consiste
la redención en Jesucristo (Rom 3,24; Ef 1,7; Col 1,14), y su doctrina
coincidiría con la que ellos predican de modos tan variados y contrapuestos.
[661] 21,3. Algunos de ellos fabrican en su mente una
recámara nupcial, y celebran ritos místicos pronunciando oraciones sobre los
que han de ser consagrados. Dicen que celebran las nupcias espirituales a
semejanza de las nupcias que se celebran en las regiones superiores. Otros los
llevan a donde hay agua y al bautizarlos proclaman: «En el nombre del Padre universal
y de la Verdad, madre de todas las cosas, que descendió sobre Jesús, para la
unión, redención y comunión con todas las Potencias» (124). Otros pronuncian palabras en hebreo, de modo que
llenan de estupor y aun de miedo a los bautizandos: «Basemà chamossè
baaianorà mistadía rhouadà, koustà, babophòr kalachtheî», que se traduce:
«Invoco lo que está sobre toda Potestad del Padre, cuyo nombre es Luz, Espíritu
y Vida, [664] porque has reinado en este cuerpo». Otros proclaman la redención
con estas palabras: «El Nombre escondido a toda Divinidad, Potestad y Verdad,
del que Jesús Nazareno se revistió en las regiones de la Luz del Cristo que
vive por el Espíritu Santo para la redención de los Ángeles, el Nombre de la
restauración: Messía oupharégna mempsai mèn chal daían mosomè daéa akphar
nepseu oua Jesoû Nadzaría». Esta última sentencia se traduce así: No divido
el Espíritu de Cristo, corazón y Potestad misericordiosa que está sobre los
cielos. ¡Que pueda gozar de tu Nombre, Salvador verdadero!» Esto es lo que
pronuncian los que llevan a cabo la iniciación. A su vez los iniciados
responden: «He sido confirmado y redimido, y redimo mi alma de este siglo y de
todo lo que de él dimana; en el nombre de Iao, que ha redimido su alma para la
redención, en el Cristo viviente». Y para concluir, los asistentes exclaman:
«Paz a todos aquéllos sobre los cuales descansa este Nombre». En seguida ungen
al bautizando con óleo perfumado; y dicen que esta unción es figura del perfume
que invade lo que está sobre todas las cosas.
21,4. Otros piensan que no tiene sentido llevar al
bautizando al agua. Prefieren mezclar óleo con agua, y pronunciando palabras
semejantes a las que hemos dicho arriba, les ungen la cabeza para, según dicen,
consagrarlos para la redención. [665] Los ungen con el mismo óleo perfumado.
Otros rechazan todas esas ceremonias, y dicen que no necesitan representar por
medio de creaturas visibles y corruptibles el misterio de la inefable e
invisible Potencia; pues lo que la mente no puede concebir, así como las cosas
incorpóreas que sobrepasan los sentidos, no se pueden figurar por medio de
cosas sensibles y corporales. La redención perfecta consistiría para ellos en
la gnosis de la Grandeza inefable; pues de la ignorancia nacen la penuria y la
pasión, los cuales quedan disueltos por la gnosis, que destruye todas las cosas
nacidas de la ignorancia. Por ello la redención del hombre interior reposaría
en la gnosis. Y esta redención no sería corpórea, ya que el cuerpo es
corruptible; ni psíquica, porque también el alma ha nacido de la pasión; sino
que tiene como habitación el espíritu; por ello la redención es necesariamente
pneumática. Porque el hombre interior y pneumático se redime por medio de la
gnosis, y le basta tener el conocimiento de todas las cosas. Esta sería la
redención verdadera.
21,5. Otros celebran el rito de la redención sobre los que
acaban de morir, (125) derramando óleo
y agua sobre su cabeza, o el óleo perfumado que dijimos arriba junto con agua,
mientras pronuncian las mismas invocaciones, a fin de que (los difuntos) se
hagan inagarrables e invisibles para los Principados (Archontes) y
Potestades, [668] a fin de que su hombre interior pueda subir más allá de los
lugares invisibles. De este modo su cuerpo se quedaría en este mundo creado,
mientras su alma se elevaría hasta el Demiurgo. Y les ordenan que, cuando
lleguen, los que han muerto digan a las Potencias estas palabras: «Yo soy un
hijo nacido del Padre, del Padre preexistente, e hijo también en el
Preexistente. Vine para verlo todo, mis cosas y las ajenas porque pertenecen a
Achamot, la Mujer que las hizo para sí, habiendo tomado su origen del
Preexistente. Ahora regreso a mi origen, de donde salí». Y dicen que, con estas
palabras, escapan de las Potestades.
También deben llegar hasta donde están los (Ángeles) que
forman la corte del Demiurgo, a los cuales deberán decir: «Soy un vaso más
precioso (Rom 9,21) que la Mujer que os engendró. Si vuestra Madre ignora sus
raíces, yo me he conocido a mí mismo, sé de dónde provengo e invoco a la
Sabiduría incorruptible que está en el Padre, la cual es Madre de vuestra
Madre, y que no tiene Padre ni esposo varón. Pues la que os ha hecho es una
Mujer nacida de Mujer, que no conce a su Madre y piensa que ella existe por sí
sola. Yo, en cambio, invoco a su Madre». Oyendo estas cosas los que rodean al
Demiurgo quedarán turbados al aprender cuál es la raíz y origen de su Madre. En
cambio los bautizados irán a su Madre, desechando el lazo que a ellos los une,
es decir el alma.
Esto es lo que hemos sabido acerca de sus teorías sobre la
redención, y cómo éstas discrepan entre sí tanto en la doctrina como en el modo
de transmitirla. Pero los que de recién se les juntan andan buscando cada día
nuevas cosas que inventar [669] para producir frutos que ningún otro haya
imaginado. Por eso es muy difícil describir sus opiniones (126).
22
2.7.10. La Regla de la Verdad
22,1. Por nuestra parte conservemos la Regla de la
Verdad, que se resume en lo siguiente: Hay un solo Dios Soberano universal
que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la
nada todas las cosas para que existan (2 Mac 7,28; Sab 1,14) (127), como dice la Escritura: «Por la Palabra del Señor se
afirmaron los cielos, y sus estrellas con el Espíritu de su boca» (Sal
33[32],6); y también: «Todo fue hecho por él, y sin él nada ha sido hecho» (Jn
1,3). Nada de lo que existe se exceptúa, sino que el Padre ha hecho todas las
cosas por sí mismo, las visibles y las invisibles (Col 1,16), las sensibles y
las inteligibles, las temporales en vista de una Economía y las sempiternas y
eternas (2 Cor 4,18) (128). No las hizo
por medio de Ángeles o de Potestades separadas de su voluntad; pues el Dios de
todas las cosas no necesita de ellos; sino que hizo todas las cosas por medio
de su Verbo y de su Espíritu, las ordena, gobierna y da el ser a todas. El ha
hecho el mundo, pues el mundo es parte del universo; él plasmó al hombre (Gén
2,7). Este mismo es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (Mt 22,29; Ex 3,6),
sobre el cual no hay ningún otro Dios, ni Principio, ni Potestad ni Pléroma. El
mismo es el Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ef 1,3), como adelante
probaremos.
Manteniendo, pues, esta Regla, aunque otros digan muchas
cosas diversas, fácilmente les probaremos que se han desviado de la verdad.
Pues casi todos los herejes dicen que hay un solo Dios, pero lo cambian por sus
perversas doctrinas, volviéndose ingratos para con el que los hizo, como lo
hacen los paganos por la idolatría. Desprecian la creatura (plásma)
modelada por Dios (129), oponiéndose a
su salvación, y tornándose al mismo tiempo acérrimos acusadores y falsos
testigos contra sí mismos. Ellos también [670] resucitarán en la carne, aunque
les pese, para que reconozcan el poder que los resucita de la muerte; aunque no
se contarán entre los justos, por motivo de su incredulidad.
22,2. Pero como por una parte desenmascarar y refutar a
todos estos herejes requiere pruebas diversas y de muchos tipos, y por otra nos
hemos propuesto desmentirlos en sus propias doctrinas, hemos juzgado necesario
primeramente exponer sus fuentes y raíces. De esta manera, si conoces su
profundísimo Abismo, también comprendas qué árbol ha producido tales frutos.
23
3. Raíces de los valentinianos
3.1. Simón el Mago
23,1. Simón el samaritano, era el mago del que Lucas,
seguidor y discípulo de los Apóstoles dice: «Desde tiempo atrás había en la
ciudad un hombre llamado Simón, que ejercitaba la magia y seducía s los
samaritanos diciendo que era algo grande, y todos, desde el niño hasta el
adulto, decían: Este es la Potencia de Dios llamada la Grande. Así lo
consideraban porque desde mucho tiempo atrás los traía locos con sus magias»
(Lc 8,9-11). Este mismo Simón simuló creer, porque pensaba que los Apóstoles
por sí mismos realizaban las curaciones por obra de magia y no por el poder de
Dios, y que por la imposición de las manos llenaban del Espíritu Santo a quienes
creían en Dios por medio de Jesucristo que ellos anunciaban. Imaginó que ellos
lo hacían por un conocimiento superior de la magia, y ofreció dinero a los
Apóstoles para que le dieran el poder de conferir el Espíritu Santo a quienes
él quisiera. Pedro le dijo: «Quédate con tu dinero para tu perdición, porque
quisiste conseguir con dinero el don de Dios. Tú no tienes parte ni suerte en
esta doctrina, porque tu corazón [671] no es recto ante Dios. Veo que has caído
en la hiel de la amargura y te ha atado la iniquidad» (Lc 8,20-23).
Desde entonces creyó aún menos en Dios y, decidiendo
competir por ambición con los Apóstoles, a fin de aparecer él mismo lleno de
gloria, se puso a estudiar aún más la magia, a tal punto que llenaba de
admiración a muchas personas. El vivió en tiempos del César Claudio, el cual,
según se dice, lo honró con una estatua por motivo de sus artes mágicas. Muchos
lo glorificaron como a un Dios, pues él les enseñaba que él era quien había
aparecido entre los judíos como el Hijo, en Samaria había descendido como el
Padre, y en las demás naciones había bajado como el Espíritu Santo. Que él era
la más sublime Potestad, es decir aquella que está por sobre el Padre, y
pretendía que lo llamaran con todos los títulos que usan los hombres.
23,2. Simón el samaritano, del que se originaron todas las
herejías, tuvo la teoría siguiente: siempre llevaba como compañera en sus
viajes a una prostituta llamada Elena, que había recogido en Tiro de Fenicia,
diciendo que ella era el primer Pensamiento de la mente, Madre de todas las
cosas, por la cual el Pensamiento (Énnoia) habría decidido producir a
los Ángeles y Arcángeles. Este Pensamiento brotado de aquél, conociendo la
voluntad de su Padre, se habría degenerado bajando a los lugares inferiores
para engendrar a los Ángeles y Potestades, por los cuales fue hecho el mundo. Y
una vez que los engendró, ellos la apresaron por sospechas, pues no querían
pasar por hijos de cualquiera. Ellos la habrían ignorado completamente, pues
los Ángeles y Potestades que ella había engendrado la habrían detenido, y la
habrían hecho sufrir todo tipo de ofensas, a fin de que no regresase a su
Padre, sino que se quedase encerrada en un cuerpo humano, y de tiempo en tiempo
transmigrase de este cuerpo que la contenía a otro [672] cuerpo de mujer.
Esta misma Elena habría sido aquella por la cual los
troyanos se habrían lanzado a la guerra. Por eso Stesícoro quedó privado de la
vista, porque se atrevió a insultarla en sus versos; pero más tarde, habiéndose
arrepentido escribió las palinodias, en las cuales le rindió tributo, y
por ello recobró la vista. Pasando así de cuerpo en cuerpo, nunca dejó de
sufrir injurias, y por eso llegó a parar en el prostíbulo: ella sería la oveja
perdida (Lc 15,6).
23,3. Por tal motivo él mismo habría venido a fin de,
primeramente, tomarla para sí, y luego liberarla de sus cadenas, y para llevar
la salvación a los hombres por medio de su gnosis. Pero, como los Ángeles
gobiernan mal el mundo, porque cada uno de ellos quiere ser el que manda, él
habría venido para corregir las cosas y habría descendido en forma semejante a
los Principados, Potestades y Ángeles. No siendo un hombre, quiso aparecer como
hombre entre los hombres, y así imaginan que él sufrió en Judea, cuando en
realidad no padeció. También dijo que los Ángeles constructores del mundo
habrían inspirado a los profetas las profecías. Por eso quienes creían en Simón
y Elena no debían preocuparse mucho de ellos ni poner en ellos su esperanza;
sino, como hombres libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a
los hombres sería la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También
enseñaba que no había obras buenas por naturaleza, sino sólo por algo exterior
a ellas: los Ángeles hacedores del mundo las habrían impuesto para sujetar a los
hombres bajo su dominio por medio de los mandamientos. Por eso les prometía que
destruiría el mundo y liberaría a aquellos que estaban bajo el dominio de sus
fabricantes.
23,4. Sus místicos sacerdotes viven libidinosamente, hacen
actos de magia, cada uno de ellos como puede. [673] Usan de encantos y
exorcismos. También se ejercitan fervorosamente haciendo filtros, conjuros,
interpretación de los sueños y todo tipo de prácticas semejantes. Asimismo
conservan las estatuas, que se han fabricado para adorarlas, de Simón, a la que
han dado la figura de Júpiter, y la de Elena como la imagen de Minerva. A sí
mismos se denominan simonitas, tomando el nombre del padre de tan impía
doctrina. De ellos sacó su origen la falsamente llamada gnosis, como es fácil
conocer de sus mismas afirmaciones.
3.2. Menandro
23,5. Menandro fue su sucesor, de origen samaritano, que
también aprendió la más elevada magia. El decía que la primera Potencia era
desconocida para todos. El habría sido enviado desde los lugares invisibles como
Salvador, para la salud de los hombres. Que los Ángeles habrían hecho el mundo,
los cuales, así como Simón, habrían sido emitidos por el Pensamiento. Que por
la magia que él enseñaba, les concedía el poder para vencer a los Ángeles que
habían hecho el mundo. Que, por el simple hecho de ser bautizados en su nombre,
sus discípulos resucitarían y ya no podrían morir, sino que se mantendrían
siempre sin envejecer, siendo inmortales.
24
3.3. Saturnino
24,1. De éstos salieron Saturnino, originario de Antioquía
[674] cerca de Dafnes, y Basílides. Uno en Siria y otro en Alejandría, ambos
enseñaron doctrinas diversas. Saturnino, siguiendo a Menandro, enseñó que hay
un solo Padre, de todos desconocido. Este hizo los Ángeles, los Arcángeles, los
Poderes y Potestades. Siete de los Ángeles fabricaron el mundo y todo cuanto
hay en él. El hombre sería hechura de los Ángeles, pues se les habría
manifestado de lo alto una Potestad suprema de brillante apariencia. Pero, no
pudiendo ellos retenerla porque de inmediato se volvió a los lugares
superiores, se dijeron uno al otro: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza» (Gén 1,26). Una vez hecho éste, como su plasma no podía tenerse en
pie, por la debilidad de los Ángeles, sino que se arrastraba como un gusano, el
Poder de lo alto tuvo misericordia de él porque había sido hecho a su
semejanza; entonces envió una chispa de vida, que hizo al hombre enderezarse,
ponerse en pie y vivir. Esta misma chispa de vida, una vez muerto el hombre,
regresa a aquella que es de su misma naturaleza, mientras que el resto se
disuelve en los elementos de los que ha sido sacado.
24,2. Enseñó que el Salvador no fue engendrado, es
incorporal y sin figura, y que se dejó ver de los seres humanos sólo en
apariencia. El Dios de los judíos sería uno de los Ángeles. [675] Y como el
Padre habría querido aniquilar a todos los Principados, el Cristo habría venido
a destruir el Dios de los judíos, para salvar a los que creían en él: éstos son
los que tienen una chispa de su vida. Dijo que los Ángeles habrían plasmado dos
razas de seres humanos, una malvada y otra buena. Y como los demonios prestaban
su auxilio a los perversos, habría venido el Salvador para acabar con los
hombres malvados y los demonios, y a salvar a los buenos. Añade que casarse y
dar la vida serían obras inventadas por Satanás. Muchos de sus seguidores se
abstienen de comer carne de animales, y engañan a bastantes hombres con su mal
disimulada abstinencia. Los Ángeles que hicieron el mundo serían los autores de
unas profecías y Satanás lo sería de otras. Este último sería también un Ángel,
pero enemigo de los que fabricaron el mundo, y sobre todo del Dios de los
judíos.
3.4. Basílides
24,3. Basílides, para parecer que había hallado cosas más
verdaderas y profundas, extendió su doctrina al infinito. Según él, el Padre
ingénito habría engendrado en primer lugar la Mente (Noûs), después de
la Mente al Verbo, en seguida, del Verbo engendró la Prudencia (Phrónesis),
de la Prudencia [676] a la Sabiduría y la Potencia, de la Sabiduría y la Potencia
las Potestades, los Principados y los Ángeles a los cuales llama «los
primeros», y éstos han hecho el primer cielo. Luego otros han emanados de
éstos, los cuales han hecho otro cielo semejante al primero. De modo semejante,
del tercer cielo ha nacido el cuarto, y así sucesivamente: de igual manera se
originaron otros Principados y otros Ángeles, hasta completar trescientos
sesenta y cinco cielos. Y por eso el año tiene tantos días cuantos son los
cielos.
24,4. Los Ángeles que habitan el cielo más bajo, que
también nosotros podemos ver, han fabricado todas las cosas que hay en el mundo
y se han repartido las partes de la tierra y las naciones que habitan en ella.
Su jefe es el Ángel que los judíos tienen por Dios. Y como éste quiso someter
las demás naciones a sus hombres, es decir a los judíos, los demás Principados
se levantaron contra él y lo atacaron. Por eso también las demás naciones se
rebelaron contra la suya. El Padre ingénito [677] e inefable, viendo cómo se
perdían, envió a la Mente, su Primogénito, llamado Cristo, para liberar a los
que creían en él, del dominio de aquellos que hicieron el mundo. Apareció en la
tierra entre los seres humanos e hizo milagros. Por eso, según dicen, no fue él
quien padeció, sino un cierto Simón Cireneo, quien fue obligado a cargar por él
la cruz (Mt 27,32). A éste habrían crucificado por error e ignorancia, pues (el
Padre) le había cambiado su apariencia para que se pareciese a Jesús. Por su
parte, Jesús cambió sus rasgos por los de Simón para reírse de ellos.
Como era una Potencia sin cuerpo y la Mente del Padre
ingénito, podía transformarse a voluntad. Y de esta manera ascendió al Padre
que lo había enviado, burlándose de ellos, los cuales no podían atraparlo
porque era invisible. Quienes saben estas cosas, quedan liberados de los
Principados hacedores del mundo. Por eso no debemos creer en el que fue
crucificado, sino en aquel que vino a vivir entre los seres humanos bajo forma
de hombre, al que imaginaron haber crucificado; es decir, en Jesús, el enviado
del Padre para que por medio de esta Economía destruyese las obras de los que
habían hecho el mundo. Si alguien profesa su fe en el crucificado, [678]
todavía es esclavo y se mantiene bajo el poder de los que fabricaron los
cuerpos. En cambio quien lo niega (al crucificado), queda liberado de estos
(Ángeles) porque conoce la Economía del Padre ingénito.
24,5. Sólo las almas pueden salvarse, porque los cuerpos
son por naturaleza corruptibles. Dice que las profecías mismas son hechura de
los Principados fabricantes del mundo; mas la Ley proviene del jefe de todos
ellos, que sacó al pueblo de la tierra de Egipto. Se han de menospreciar los
idolotitos (130) y tenerlos por sin
valor, y por eso pueden comerlos sin preocuparse; así como pueden gozar
haciendo indiferentemente todo tipo de acciones, incluso deleitarse con todo
tipo de placeres.
Sus seguidores también se dedican a la magia, por medio de
gestos, encantamientos, invocaciones y toda clase de prácticas afines. Inventan
nombres para los Ángeles, y enseñan cuáles viven en el primer cielo, cuáles en
el segundo, etc. etc. Además se ponen a explicar los nombres de los
Principados, Ángeles y Potestades de los trescientos sesenta y cinco cielos.
Con este sistema dicen que el nombre con el cual el Salvador descendió y volvió
a subir es Caulacau.
[679] 24,6. Quienes aprendan todas estas cosas y lleguen a
conocer a todos los Ángeles y sus orígenes, se harán invisibles e
incomprensibles para todos los Ángeles y Potestades, tal como lo fue Caulacau.
Y así como el Hijo es para todos desconocido, así también nadie podrá
reconocerlos; pero como ellos conocen a todos (los Ángeles), pasarán por sobre
su dominio invisibles y desconocidos. Por eso dicen: «Tú conócelos a todos,
pero que ninguno te conozca». Por este motivo, quienes sostienen esta doctrina
están dispuestos a renegar (de la fe); más aún, no pueden soportar ningún
sufrimiento por el Nombre de aquellos (Eones) de quienes se sienten iguales. Y
no son muchos los que son capaces de conocer todas estas cosas: a lo más uno
sobre mil o dos sobre varios millares. Dicen que ya no hay judíos, y que aún no
hay cristianos. Sus seguidores no deben en absoluto revelar sus misterios, sino
mantenerlos secretos por medio del silencio.
24,7. Determinan las posiciones de los trescientos sesenta
y cinco cielos, como si fueran matemáticos. A éstos les roban sus teoremas
para, adaptándolos, transladarlos a los detalles de sus doctrinas. [680] El
jefe de todos se llama Abraxas, el cual se ha puesto este nombre porque dice ser
suyo el número trescientos sesenta y cinco.
25
3.5. Carpócrates
25,1. Carpócrates y sus seguidores dicen que el mundo y
cuanto contiene fue hecho por Ángeles muy inferiores al Padre ingénito. Jesús
nació de José, y en todo era semejante al resto de los hombres. Los superaba
sólo porque su alma, siendo recta y pura, recordaba todas las cosas que había
visto, en el entorno del Dios ingénito (131);
por tal motivo éste le habría infundido un poder para que pudiera escapar de
los hacedores del mundo y para que, pasando a través de todos ellos, una vez
liberada volviera a ascender hasta él. Lo mismo sucedería a las almas que lo
siguieron y se hicieron sus semejantes. Dicen también que el alma de Jesús,
[681] aunque fue educada en las costumbres de los judíos, sin embargo los
despreció, y por eso recibió poder para destruir los sufrimientos de los
hombres que se les habían impuesto como castigo (132).
25,2. De manera semejante, el alma que, a semejanza de Jesús,
puede despreciar las Potestades de este mundo, también recibirá el poder para
realizar las mismas acciones. Por eso se alzaron con tan gran soberbia, que
algunos presumieron de ser Jesús; otros, de ser en algunas cosas o en ciertos
aspectos incluso más poderosos; o se sienten superiores a sus discípulos Pedro,
Pablo y los demás Apóstoles. Más aún, de no ser en nada inferiores a Jesús.
Porque sus almas han provenido del mismo lugar y, por tal motivo, de igual
manera desprecian a los hacedores del mundo, y por lo tanto tienen los mismos
poderes y han de volver al mismo lugar. Y si alguno desprecia las cosas de este
mundo más que Jesús, podrá llegar a ser superior a él.
25,3. También practican la magia, encantamientos, usan
filtros, espiritismo, echan suertes, interpretan los sueños, y todas las demás
acciones malignas. [682] Dicen tener el poder de dominar a las Potestades y a
los hacedores de este mundo, y no sólo a ellos, sino también todas las cosas
que en él fueron creadas. Satanás los ha enviado para calumniar a la Iglesia
ante las naciones, porque éstas, escuchando a unos decir unas cosas y a otros
otras, y pensando que todos (los cristianos) somos iguales, cierran sus oídos a
la predicación de la verdad; e igualmente, viendo cómo se comportan ellos, nos
insultan a todos, aunque no estamos en comunión con ellos ni en la doctrina, ni
en la conducta, ni en la manera de actuar de cada día. Porque ellos abusan de
nuestro nombre (cristiano) para cubrir con malicia su lujuria y su doctrina (1
Pe 2,16). Por eso «su condenación será justa» (Rom 3,8), y recibirán de Dios la
justa paga de sus obras.
25,4. Y han caído en tan grande locura, que presumen tener
la licencia de cometer todas las acciones impías e irreverentes. Porque las
cosas buenas y malas no son, dicen ellos, sino opiniones humanas. Las almas
deben transmigrar de cuerpo en cuerpo, para experimentar toda clase de vidas
[683] y de acciones -a menos que uno haga todas estas cosas de una vez durante
una sola venida, no sólo aquellas que no nos es permitido oír o decir, sino
también aquellas que ni siquiera nos vienen a la mente; incluso aquellas que ni
siquiera se puede creer que se hagan en nuestra civilización-. Y todo eso para
que, según dicen sus escritos, su alma, al salir (de este mundo) haya experimentado
todos los modos de vivir, de manera que ninguno le falte; es decir, deben
hacerlo todo, no sea que, si su libertad no se hubiese ejercitado en alguna,
deba volver a un cuerpo.
A este propósito Jesús habría dicho esta parábola: «Cuando
tu adversario va en camino contigo, busca la manera de librarte de él, no vaya
a ser que te entregue al juez, el juez al alguacil, y éste te mande a la
cárcel. En verdad te digo, no saldrás de ahí hasta que pagues el último
centavo» (Lc 12,58-59; Mt 5,25-26). Y dicen que el adversario es uno de los
Ángeles del mundo, a quien llaman el diablo, porque habría sido creado para
conducir las almas que mueren, de este mundo al Principado. Y añaden que éste
es el primero entre los fabricantes del mundo, [684] el cual entrega al alma a
otro Ángel servidor suyo, para que las introduzca en otros cuerpos; porque,
dicen ellos, el cuerpo es la prisión: «No saldrás de ahí hasta que pagues el
último centavo». Ellos interpretan que nadie podrá escapar del dominio de los
Ángeles que fabricaron el mundo, sino que deberá transmigrar de cuerpo en
cuerpo, hasta que haya realizado todo lo que se puede hacer en este mundo. Y
sólo cuando nada le falte podrá el alma ya liberada elevarse al Dios que está
sobre todos los Ángeles hacedores del mundo. De este modo se salvarán todas las
almas, tanto las que durante una sola venida se hayan preocupado por enredarse
en todas las acciones posibles, como aquellas que hayan transmigrado o hayan
sido metidas de cuerpo en cuerpo, hasta que, sea cual fuese su tipo de vida,
hayan pagado todo lo que debían. Entonces serán liberadas, para que no tengan
que vivir en un cuerpo.
25,5. Yo no creo que de hecho se cometan entre ellos todo
tipo de acciones irreligiosas, injustas y prohibidas. [685] Sin embargo, así se
encuentra estampado en sus escritos y así lo predican, diciendo que Jesús
habría enseñado a sus discípulos cosas secretas, y les habría pedido que se las
transmitieran sólo a los que fuesen dignos y estuvieran abiertos a acogerlas.
Porque nos salvamos sólo por la fe y la caridad; todo el resto es indiferente,
pues que unas cosas sean buenas y otras se llamen malas, es asunto de opinión
humana, ya que nada es malo por naturaleza.
25,6. Algunos de ellos llegan a marcar a fuego una señal a
sus discípulos, en la parte posterior derecha de la oreja. Marcelina vino en
nombre de ellos a Roma, en tiempo de Aniceto, y trayendo esta doctrina fue la
perdición de muchas personas. Ellos se llaman a sí mismos los gnósticos. Tienen
algunas imágenes pintadas y otras fabricadas de diversos materiales, y andan
diciendo que Pilato habría mandado hacer ese retrato de Cristo cuando Jesús
vivió entre los seres humanos. Coronan estas imágenes y las ponen al lado de
las de los filósofos de este mundo, [686] es decir con las de Pitágoras,
Platón, Aristóteles y otros, y les rinden los mismos honores que acostumbran
los paganos.
26
3.6. Cerinto
26,1. Un tal Cerinto, en Asia, enseñó que el mundo no fue
hecho por el primer Dios, sino por una Potestad muy separada y distante del
primer Ser (Authentía) que está sobre todo, y que no conocía al Dios que
está sobre todas las cosas. También hipotizó que Jesús no ha nacido de una
Virgen (pues le parecía imposible), sino que fue hijo de José y María de modo
semejante a todos los demás hombres, y era superior a todos en justicia, poder
y sabiduría. Y después del bautismo, desde el primer Ser que está sobre todo,
el Cristo descendió sobre él en forma de paloma, y desde ese momento anunció al
Padre desconocido y realizó los milagros; y al final el Cristo de nuevo se
retiró de Jesús, y Jesús sufrió y resucitó, pero el Cristo continuó impasible,
pues existía como un ser pneumático.
3.7. Ebionitas
26,2. Los que se llaman ebionitas confiesan que el mundo
fue hecho por Dios, pero respecto al Señor enseñan los mismos mitos que Cerinto
y Carpócrates (133). Usan sólo [687] el
Evangelio según Mateo, y rechazan al Apóstol Pablo pues lo llaman apóstata de
la Ley. Exponen con minucia las profecías; y se circuncidan y perseveran en las
costumbres según la Ley y en el modo de vivir judío, de modo que adoran a
Jerusalén como si fuese la casa de Dios.
3.8. Nicolaítas
26,3. Los nicolaítas tienen como maestro a un cierto
Nicolás, uno de los primeros siete diáconos ordenados por los Apóstoles (Hech 6,5-6).
Estos viven laxamente. El Apocalipsis de Juan expone ampliamente quiénes son.
Enseñan que no hay dificultad alguna en fornicar y en el comer las carnes
ofrecidas a los dioses (Ap 2,14-15). Por eso dice de ellos la Palabra: «Tienes
en tu favor haber odiado las acciones de los nicolaítas que yo también odio»
(Ap 2,6).
27
3.9. Cerdón
27,1. Un cierto Cerdón, tomando su punto de partida de los
seguidores de Simón, vivió en Roma en tiempo de Higinio, el noveno en el
episcopado desde los Apóstoles (134).
Enseñó que el Dios anunciado por la Ley y los profetas no era el Padre de
nuestro Señor Jesucristo; [688] porque a éste lo conocemos, mientras el primero
es desconocido; el primero es justo, el segundo bueno.
3.10. Marción
27,2. Marción, del Ponto, lo sucedió, amplió su doctrina
blasfemando de modo desvergonzado que aquel que anunciaron la Ley y los
profetas era el Dios creador de los males, que se complacía en guerras; era
inconstante en sus opiniones y también se contradecía a sí mismo. Dijo que
Jesús había venido a la Judea de parte de aquel Padre que está por sobre el
Dios fabricador del mundo, en tiempos del gobierno de Poncio Pilato, que fue
procurador de Tiberio César; y que se manifestó en forma humana a los judíos de
entonces, para destruir la Ley y los profetas y todas aquellas obras del Dios
que hizo el mundo, al cual llamaba Cosmocreador. Además recortó al Evangelio
según Lucas quitándole todas las cosas escritas sobre la generación del Señor,
y arrancando, de la doctrina que el Señor predicó, muchas partes en las que el
Señor manifiestamente confiesa Padre suyo al Creador del universo, y convenció
a sus discípulos de que él es más veraz que aquellos Apóstoles que nos
transmitieron los Evangelios, y les habían legado no el Evangelio sino una
partecilla del Evangelio. Igualmente recortó de las cartas del apóstol Pablo,
todo aquello en lo cual el Apóstol habla abiertamente sobre que el Dios que
hizo el mundo es el mismo Padre de nuestro Señor Jesucristo, [689] y todo aquello
en lo cual el Apóstol recuerda a los profetas que preanuncian el adviento del
Señor.
27,3. Dijo que habrá salvación sólo para las almas que
hayan enseñando su doctrina; pero al cuerpo, como fue tomado de la tierra, le
es imposible participar de la salvación. A su blasfemia contra Dios aún añade,
recibiendo del diablo la palabra y diciendo todo lo contrario a la verdad: Dios
salvó a Caín y a todos los que le son semejantes, y a los sodomitas y a los
egipcios y a sus semejantes, y a todos los paganos que vivieron mezclados a
todo género de malignidad, cuando descendió a los infiernos, porque ellos
acudieron a él, y así los llevó a su reino; en cambio -proclamó la serpiente
que habitaba en Marción-, Abel, Enoch, Noé y los demás justos y los que tienen
parte con el patriarca Abraham, con todos los profetas y aquellos que agradaron
a Dios, no tienen parte en la salvación. Porque, dijo él, sabían que su Dios
siempre los estaba tentando, y aunque sospecharon que aquél los tentaba, no
acudieron a Jesús ni creyeron en su anuncio: y por eso, dijo, sus almas
siguieron en los infiernos.
27,4. Pero a éste mismo, siendo el único que se ha
atrevido a mutilar manifiestamente las Escrituras y a atacar impúdicamente a
Dios más que los demás, le contraatacaremos arguyendo con sus mismos escritos y
con los discursos del Señor y del Apóstol que Marción ha conservado y que él
mismo utiliza, para deshacerlo con la ayuda divina. Por ahora era necesario
recordarlo para que sepas que todos aquellos que en cualquier manera adulteran
la verdad y lesionan la predicación de la Iglesia, son discípulos y sucesores
de Simón el mago samaritano. Aunque no usan el nombre de su maestro para
seducir a los demás, sin embargo enseñan su doctrina: profieren el nombre de
Jesucristo como un cebo, pero introducen de muchas maneras la impiedad de
Simón, dañando a muchos; usan este santo Nombre para difundir su doctrina, y
por la dulzura y honor del Nombre (Sant 2,7) les administran el amargo y
maligno veneno de la serpiente príncipe de la apostasía.
28
4. Sectas más próximas a los
valentinianos
[690] 28,1. A partir de éstos de que he hablado, ya se han
fabricado muchos engendros de herejías, por este motivo: muchos de ellos, más
aún todos ellos, quieren ser maestros y así se separan de la herejía en la que
estaban, e insisten en enseñar otros dogmas a partir de otras opiniones,
componiendo luego otras nuevas a partir de las otras para poder proclamarse
inventores de cualquier opinión que les agrada.
Pongamos un ejemplo: a partir de Saturnino y Marción nacieron
los Continentes (Enkrateîs o Encratitas), los cuales predican la
abstinencia del matrimonio, destruyendo el plan de Dios sobre su antiguo
plasma, al que de modo indirecto acusan de haberlo hecho hombre y mujer para
engendrar seres humanos (Gén 1,27-28); introdujeron la abstinencia de todo lo
que ellos llaman animal, haciéndose de esta manera ingratos a Dios que
hizo todas las cosas. También niegan la salvación del primer hombre plasmado:
este es un nuevo invento de su grupo. Taciano fue el primero al que se le
ocurrió esta blasfemia. Este fue discípulo de Justino, pero mientras estuvo con
él, no anduvo con estas teorías. Mas después que el maestro sufrió el martirio,
aquél se separó de la Iglesia y, presumiendo con orgullo de haber sido
discípulo de tal maestro, se sentía superior a los demás, y por ello inventó
una doctrina con sus propios rasgos. [691] Al igual que los valentinianos
predica la fábula de los Eones invisibles, y así como lo hacían Saturnino y
Marción, denuncia el matrimonio como fornicación y corrupción. Y añade que Adán
no pudo salvarse.
28,2. Otros, en cambio, han salido de los grupos de
Basílides y Carpócrates. Predican el amor libre y la poligamia, se sienten
libres para comer los idolotitos, porque dicen que Dios no se ocupa de esas cosas.
¿Y qué más decir? Son innumerables aquellos que de un modo y otro se han
apartado de la verdad (2 Tim 2,18).
29
4.1. Los más propiamente llamados
gnósticos
4.1.1. Barbeliotas
29,1. Además de los simonianos, de los que hemos tratado,
surgió una multitud de Gnósticos (135)
que se multiplicaron como hongos, cuyas doctrinas principales exponemos.
Algunos de ellos hablan de un Eón que nunca envejece, y
que vive en un Espíritu virginal, al cual llaman Barbelo (136): en él radica el Padre innombrable. Este decidió
revelarse a Barbelo. [692] Entonces el Pensamiento apareció para ponerse
delante y pedirle el Preconocimiento (Prognosis). Habiendo también
aparecido el Preconocimiento, a petición de ambos surgió la Incorrupción (Aphtharsía),
y tras ella la Vida eterna. Barbelo se envaneció en estos frutos, y
contemplando la Grandeza y deleitándose en su presencia, engendró la Luz
semejante a sí. Dicen que este fue el principio de la iluminación y de toda
generación. Como el Padre vio esta Luz, la ungió con su bondad para hacerla
perfecta: éste, según ellos, es el Cristo. Este a su vez, según sus teorías,
pidió que se le diera la Mente como un auxilio: así surgió la Mente. Además de
ellos, el Padre emitió el Verbo. Después se unieron en matrimonio el
Pensamiento y el Verbo, la Incorrupción y el Cristo, la Vida eterna y la
Voluntad (Thélema), y por último la Mente y el Preconocimiento. Todos
ellos alababan a la gran Luz y a Barbelo.
29,2. Más tarde, la Mente y el Verbo emitieron el
Autoengendrado (Autogenè), según la imagen de la gran Luz: éste, según
dicen, era muy honrado por todos los seres que le estaban sujetos. También
emitieron junto con él la Verdad (Alétheia), y se celebró el matrimonio
entre el Autoengendrado y la Verdad. De la Luz que es el Cristo y la
Incorrupción procedieron cuatro luminarias para que estuviesen al servicio del
Autoengendrado. Así como la Voluntad y la Vida eterna brotaron cuatro emisiones
al servicio de las luminarias, a las que llamaron Gracia (Cháris),
Decisión (Thélesis), Conciencia (Synesis) y Prudencia (Phrónesis).
La Gracia fue señalada como ayudante a la primer luminaria; ésta es el
Salvador, a quien llaman Armozel. [693] La Decisión al segundo, al que llaman
Raguhel. La Conciencia al tercero, al que llaman David. La Prudencia al cuarto,
al que llaman Eleleth.
29,3. Una vez establecido este orden, el Autoengendrado
emitió al Hombre perfecto y verdadero al que llaman Adamante, porque ni él ni
sus progenitores fueron domados. Luego lo separaron de Armozel, junto con la
Luz. El Autoengendrado emitió junto con el Hombre la gnosis perfecta, la cual
se le unió: por eso dicen que conoció a aquel que está sobre todas las cosas; y
el Espíritu virginal le concedió igualmente una fuerza invencible. Y
descansando después de esto, todas las cosas alabaron al Grande Eón. Entonces
se manifestaron la Madre, el Padre y el Hijo. Del Hombre y la Gnosis nació un
árbol al que también llaman Gnosis.
29,4. Enseñan que en seguida el Ángel que está de pie junto
al Unigénito emitió el Espíritu Santo, al que también llaman Sabiduría y
Prúnico (137). Esta vio que todos los
demás tenían su cónyuge, pero ella no lo tenía. Entonces buscó a alguien con
quien unirse en matrimonio. Pero como no encontró, se enloqueció y se volvió
hacia las regiones inferiores, pensando que allí encontraría un marido. [694]
Pero, como tampoco lo halló, se consumió de tristeza porque se había exiliado
sin el beneplácito del Padre. Más tarde, empujada por la simplicidad y la
bondad, engendró una obra mezclada de Ignorancia y Presunción: éste es el
Protoprincipio, el que fue el Hacedor de toda la creación en este mundo.
Cuentan que una gran Potencia lo alejó de su Madre, y lo
apartó de ella echándolo a las regiones inferiores. Entonces hizo el
firmamento, en el cual habita. Siendo él Ignorancia, hizo las Potestades y
Ángeles que están bajo su dominio, así como los firmamentos y todas las cosas
de la tierra. En seguida, según dicen, se unió a la Presunción (Authadía)
y engendró la Maldad (Kakía), el Celo (Dzélum), la Envidia (Phthónos),
la Discordia (Éris) y el Deseo (Epithymía). Una vez que hubo
engendrado a éstos, la Madre Sabiduría huyó llena de tristeza y se refugió en
las alturas: así se completó la Ogdóada inferior. Una vez que ella se hubo
retirado, él (138) se creyó el único, y
por eso dijo: «Yo soy el Dios celoso, y fuera de mí no hay otro» (Ex 20,5; Is
45,5-6; 46,9). Estas son sus mentiras.
30
4.1.2. Ofitas
30,1. Otros más cuentan la prodigiosa narración de que en
la potencia del Abismo hubo una Luz primera, dichosa, incorruptible e infinita,
[696] que fue el Padre de todas las cosas, al que llaman el Primer Hombre. De
él nació el Pensamiento como hijo suyo: éste es el Hijo del Hombre, es decir el
Segundo Hombre. Sobre éstos está el Espíritu Santo, y sobre este Espíritu de lo
alto se hallan separados los elementos agua, tinieblas, abismo y caos. Y dicen
que el Espíritu vuela sobre éstos (Gén 1,2), al que llaman Primera Mujer. En seguida,
según dicen, el Primer Hombre se regocijó con su Hijo al ver la hermosura del
Espíritu, es decir de la Mujer, y habiéndola iluminado, de ella engendró la Luz
incorruptible, y al Tercer Hombre, al que llaman Cristo, hijo del Primero y del
Segundo Hombre, unidos al Espíritu Santo que es la Primera Mujer.
30,2. Entonces el Padre y el Hijo se copularon con la
Mujer, a la que por ello llaman Madre de los vivientes (Gén 3,20), y dicen que
ella fue incapaz de soportar y contener la grandeza de la Luz, la cual se
derramó a borbotones por el lado izquierdo. De esta manera quedó sólo el hijo
de ellos, el Cristo, que es del lado derecho: elevado a las alturas, junto con
su Madre fue arrebatado de inmediato hacia el Eón Incorruptible. Esta es la
verdadera y santa Iglesia, que es la llamada (139)
para la unión del Padre universal con el Primer Hombre, y el Hijo, Segundo
Hombre, y el Cristo, hijo de éstos y de la Mujer de la que acabamos de hablar.
30,3. La Potencia que brotó de la Mujer tenía el jugo de
la Luz. Abandonando él a sus Padres se lanzó a las regiones de abajo, por su
propia voluntad, llevándose el jugo de la Luz (140). Se le llama la Izquierda o Prúnico, la Sabiduría o el
Masculino-Femenino. Descendió a las aguas inmóviles y las puso en movimiento,
sumergiéndose vanidosamente hasta lo más hondo, y de las aguas tomó un cuerpo.
Porque, dicen ellos, todas las cosas acudieron a su jugo de la Luz, se unieron
a ella y la rodearon; y si no lo hubiera tenido, sin duda la materia se la
habría tragado y engullido.
Cuando ella estaba ya atada a este cuerpo de materia muy
pesada, al fin volvió en sí misma y trató de escapar de las aguas para volver a
su Madre, pero no pudo lograrlo a causa de la pesantez del cuerpo que la tenía
prisionera. Se sintió ella muy mal porque imaginaba que debía esconder la luz
superior, pues temía que los elementos inferiores la lastimaran como habían
hecho con ella. Y como recibió una fuerza que provenía de la humedad de la luz
que ella llevaba, pudo escapar y fue elevada a las alturas. Una vez llevada a
lo alto, ella desplegó este cielo visible, sacándolo de su cuerpo, y permaneció
bajo el cielo que había hecho, llevando todavía la forma del cuerpo hecho de
agua. Pero habiendo experimentado el deseo de la luz superior, recobró la
fuerza, se despojó del cuerpo y se libró de él. De este cuerpo se despojó ella,
a la que llaman Mujer salida de la Mujer (141).
30,4. Su hijo recibió de la Madre como herencia un soplo de
incorrupción que ella le había dejado, con el cual podía actuar. Y, hecho
poderoso, él mismo emitió, como dicen, un hijo que salió sin madre de las
aguas; porque, según ellos, no conoció a la Madre. Y este hijo, imitando a su
Padre, a su vez engendró a un hijo. El tercero engendró a un cuarto, éste a su
vez engendró a otro hijo, el quinto engendró el sexto, y el sexto engendró el
séptimo. Así se completó la Semana (142),
quedando para la Madre el lugar octavo. Y como entre ellos existe una
graduación de origen, también la hay de dignidad y potencia por la cual unos
tienen precedencia sobre otros.
[697] 30,5. A este engendro le pusieron nombres
extravagantes: pues llaman al primogénito de la Madre, Jaldabaoth; al segundo,
nacido de éste, Jao; de éste nació Sabaoth, en cuarto lugar Adonai, en quinto
Elohim, en sexto Hor, en séptimo y último Astafé. Estos Cielos, Potencias,
Ángeles y Creadores están sentados en el cielo según el orden de su nacimiento,
son invisibles, gobiernan todos los seres celestes y terrestres. El mayor de
ellos, Jaldabaoth, por desprecio a su Madre y sin su permiso engendró hijos y
nietos, que son los Ángeles, Arcángeles, Poderes, Potestades y Dominaciones.
Estos, apenas nacidos, se volvieron contra su Padre para disputarle el
gobierno. Por eso Jaldabaoth se entristeció y desesperó, contempló la hez de la
materia que se hallaba debajo, y sintió una fuerte concupiscencia de ella.
Dicen que de esa pasión nació un hijo, que es la Mente, retorcida en forma de
serpiente, y de ésta el espíritu, el alma y todas las cosas del mundo; también
engendró ésta el Olvido, la Maldad, los Celos, la Envidia y la Muerte. Esta
Mente retorcida en forma de serpiente con su tortuosidad habría pervertido al
Padre cuando estaba con el Padre de todos ellos en el cielo y en el paraíso.
30,6. Por eso Jaldabaoth, lleno de entusiasmo y
gloriándose de todos aquellos seres que le estaban sometidos, dijo: [698] «Yo
soy el Dios y Padre, y sobre mí no hay ningún otro» (Is 45,5-6; 46,9). Y la
Madre, al oírlo, exclamo: «No mientas, Jaldabaoth, pues sobre ti está el Padre
de todas las cosas o Primer Hombre, y el Hombre Hijo del Hombre». Todos se
perturbaron al escuchar esta nueva voz y esta exclamación inesperada, y se
preguntaban de dónde había salido ese sonido. Entonces Jaldabaoth, para
llamarles la atención y atraerlos hacia sí, les dijo: «Venid, hagamos al hombre
según la imagen» (143) (Gén 1,26). Seis
Potencias que lo oyeron, habiéndoles la Madre inspirado la idea del hombre para
liberarlas de la Potencia suprema, se reunieron para formar al hombre dotado de
una inmensa longitud y anchura. Pero como éste sólo podía arrastrarse, ellas lo
llevaron a su Padre. La Sabiduría entretanto se puso a la obra para arrancarle
(a Jaldabaoth) el jugo de la Luz, a fin de que con su poder no se levantara
contra los seres superiores. Mas éste, dicen ellos, soplando en el hombre el
espíritu de vida (Gén 2,7), perdió el poder sin darse cuenta; de ahí sacó el
hombre su mente y su deseo. Estos dos elementos, según ellos enseñan, son los
únicos que se salvan, y al punto le dan gracias al Primer Hombre, sin
preocuparse más de los primeros Hacedores.
30,7. Entonces, lleno de celos Jaldabaoth pretendió perder
al hombre por medio de la mujer, y usando del Deseo atrajo a ésta: Prúnico se
apoderó de ella, que quedó privada de su fuerza. Los demás Eones se congregaron
para admirar su belleza, y la llamaron Eva. Y deseando engendrar hijos de ella,
los llamaron Ángeles. [699] La Madre de ellos, usando la astucia de la
Serpiente, sedujo a Eva y a Adán para que transgredieran el mandato de
Jaldabaoth. Eva, imaginando escuchar al Hijo de Dios, fácilmente creyó y
persuadió a Adán a comer del árbol del que Dios les había dicho no debían
comer. Y en el momento en que comieron, conocieron (Gén 2,7), según dicen, la
Potencia que está sobre todas las cosas, y se liberaron de aquellas que los
habían creado. Prúnico, al ver que su propio plasma los había vencido, se
alegró inmensamente; y exclamó que, existiendo ya un Padre incorruptible,
Jaldabaoth se había engañado al llamarse a sí mismo Padre; y como ya existía el
Hombre y la Primera Mujer, había pecado al haber hecho una imagen corrompida (144).
30,8. Jaldabaoth, por culpa del Olvido que lo rodeaba, no
puso atención al error, y echó del Paraíso a Adán y Eva, porque habían
transgredido su mandato. Pues de Eva quería engendrar hijos, pero no pudo
lograrlo, porque su Madre en todo se le oponía; y, obrando de forma solapada
liberó a Adán y a Eva del jugo de la Luz, a fin de que ya no recayera la
maldición ni el oprobio sobre aquel espíritu nacido del Poder Supremo. De esta
manera, privados de la substancia divina, (Jaldabaoth) los maldijo y los echó
del cielo a este mundo. También el Padre arrojó al mundo a la serpiente que
había actuado contra él. Pero atrapó bajo su poder a los Ángeles que están en
el mundo, y engendró seis hijos, y él quedó como el séptimo, para imitar la
Semana que está ante el Padre. Estos, en su opinión, son los demonios del
mundo, que siempre se oponen y atacan al género humano, porque por culpa de
ellos su padre fue echado a lo más bajo.
30,9. En un principio Adán y Eva tuvieron cuerpos ligeros,
luminosos y espirituales, tal como fueron plasmados; pero cuando Jaldabaoth vino
(a la tierra), los transformó en opacos, gruesos y lentos. [700] Incluso hizo
su alma disipada y lánguida, porque había recibido de su hacedor sólo un soplo
mundano; hasta que Prúnico se compadeció de ellos y les devolvió el olor de
suavidad que fluye del jugo de la Luz: gracias a éste ellos se hicieron
conscientes y se dieron cuenta de que estaban desnudos (Gén 3,7), de que su
cuerpo estaba hecho de materia y estaban destinados a la muerte; ellos se
resignaron a sufrir y a estar revestidos del cuerpo por un tiempo; con la ayuda
de la Sabiduría encontraron alimento, se saciaron, y así pudieron unirse
carnalmente para engendrar a Caín.
Pero la odiosa serpiente arrojada (del paraíso) junto con
sus hijos la arremetió contra él: llenándolo de ignorancia en el mundo, lo
llenó de estupidez y atrevimiento, a tal punto que Caín asesinó a su hermano
Abel: ésta es la primera vez que aparecieron la envidia y la muerte. Después de
éstos por providencia de Prúnico engendraron a Set, y luego a Norea, los
cuales, según dicen, engendraron una multitud de seres humanos. La Semana
terrena impulsó a éstos a todo tipo de maldades, a separarse de la Semana
Superior y santa, y a toda clase de idolatría que desprecia todas las cosas; y
todo porque de modo invisible la Madre siempre les era contraria, porque quería
arrebatarles lo que le pertenecía, o sea el jugo de la Luz. Ellos dicen que la
Semana santa son las siete estrellas a las que llaman planetas; y también que
la serpiente arrojada (de lo alto) se llama Miguel y Samahel.
30,10. Jaldabaoth quedó enojado con los hombres porque se
negaban a adorarlo y a darle los honores de su Dios y Padre; por eso les envió
el diluvio para acabar con todos. Pero de nuevo la Sabiduría vino en su auxilio
(Sab 10,4) para salvar a aquellos que se habían refugiado en el arca con Noé,
por medio de su jugo de la Luz; y de esta manera otra vez el mundo se fue
llenando de seres humanos. Después de un tiempo, de entre éstos Jaldabaoth
eligió a Abraham y le prometió en testamento que le daría la tierra en heredad
si su descendencia se mantenía sujeto a su servicio. Más tarde por obra de
Moisés [701] sacó de Egipto a los descendientes de Abraham, les dio la Ley y
los convirtió en judíos. De entre éstos eligió siete dioses, a los que ellos
llaman la santa Semana, y eligió para cada uno siete heraldos con la misión de
darle gloria y proclamarlo Dios, para que los demás, al escuchar esta
glorificación, sirvan a los dioses que los profetas anunciaron.
30,11. Se distribuyen los profetas de la siguiente manera:
Moisés, Josué hijo de Nun, Amós y Habacuc son los de Jaldabaoth; Samuel, Natán,
Jonás y Miqueas sirven a Jao; Elías, Joel y Zacarías anuncian a Sabaoth;
Isaías, Ezequiel, Jeremías y Daniel pertenecen a Adonai; Tobías y Ageo hablan
de Elohím; Miqueas y Naúm son los profetas de Hor; Esdras y Sofonías lo son de
Astafé. Cada uno de éstos da gloria a su Dios y Padre. Incluso la Sabiduría,
según ellos dicen, anunció por medio de ellos muchas cosas acerca del Primer
Hombre, del Eón incorruptible y del Cristo Superior, para que advirtieran a los
seres humanos y les mantuvieran la memoria de la Luz incorruptible, del Primer
Hombre y del descenso del Cristo. Las Potestades quedaron atónitas ante la
predicación de los profetas, admirando la novedad que anunciaban. Prúnico, por
medio de Jaldabaoth, hizo emitir dos hombres, uno que salió de Isabel y otro de
la Virgen María.
30,12. Y como ella (Prúnico) no hallaba descanso ni en el
cielo ni en la tierra, llena de tristeza invocó a la Madre para que viniera en
su auxilio. Entonces su Madre, la Primera Mujer, miró con compasión a su hija
arrepentida y suplicó al Primer Hombre que enviara al Cristo para que la
ayudase: éste descendió en seguida, enviado a su hermana [702] y al jugo de la
Luz. Al saber que su hermano bajaba a ella, la Sabiduría de abajo anunció su
venida por medio de Juan y dispuso el bautismo de penitencia; pero de antemano
preparó a Jesús a fin de que, cuando el Cristo bajase, pudiese encontrar en él
un vaso limpio y para que gracias a su hijo Jaldabaoth el Cristo la anunciase (145).
Este descendió a través de los siete cielos, según dicen,
tomando una forma semejante a sus hijos, a quienes poco a poco les fue quitando
su poder, porque acudió a él todo el jugo de la Luz. Cuando el Cristo bajó a
este mundo, en primer lugar revistió a su hermana Sabiduría, y entonces ambos
se llenaron de alegría, descansando el uno sobre el otro: ellos dicen que éstos
son el esposo y la esposa (Mt 25,1; Jn 3,29). En cuanto a Jesús, puesto que fue
engendrado de la Virgen por obra de Dios, fue el hombre más puro y justo de
entre todos: sobre él descendió el Cristo unido a la Sabiduría, y de esta
manera se formó Jesucristo.
30,13. Muchos de sus discípulos no supieron que el Cristo
había descendido sobre él; pero apenas el Cristo descendió sobre Jesús, éste
comenzó a realizar milagros y curaciones, a anunciar al Padre desconocido y a
proclamarse el Hijo del Primer Hombre. Cuando esto oyeron, llenos de ira las
Potestades y el Padre de Jesús hicieron todo lo posible por matarlo. Y cuando
él se encaminaba a la muerte, dicen ellos que el Cristo junto con la Sabiduría
se apartaron de él y se volvieron a elevar al Eón incorruptible, y así sólo
Jesús fue crucificado. Pero no por ello el Cristo se olvidó de él, sino que le
envió desde arriba un Poder para que lo resucitara en su cuerpo, que ellos
llaman un cuerpo animal y espiritual, pero dejó lo mundano en el mundo. Cuando
los discípulos vieron que había resucitado, no lo reconocieron, ni supieron en
virtud de quién había resucitado de entre los muertos. [703] Y dicen que éste
fue el peor error de los discípulos, porque pensaban que Jesús había resucitado
en el cuerpo del mundo, sin saber que «la carne y la sangre no heredarán el
Reino de Dios» (1 Cor 15,50) (146).
30,14. Y tratan de probar que el Cristo descendió y
ascendió, esgrimiendo el hecho de que según dicen sus discípulos, Jesús no hizo
ningún milagro ni antes de su bautismo ni después de haber resucitado de entre
los muertos; pues ignoran que Jesús estaba unido al Cristo, el Eón
incorruptible a la Semana, y confundieron el cuerpo del mundo con el animal.
Después de la resurrección Jesús permaneció con los discípulos durante
dieciocho meses, durante los cuales enseñó de manera que comprendiesen todas
estas cosas evidentes a unos cuantos de entre sus discípulos, a los que juzgó
más capaces de entender tan grandes misterios. Y después fue recibido en los
cielos, donde Jesús se sentó a la derecha de su Padre Jaldabaoth, para recibir
consigo, después de haber depuesto la carne mundana, a quienes lo conocieron.
De esta manera se enriquece sin que lo advierta su Padre, el cual ni siquiera
lo ve; de modo que, mientras Jesús más se enriquece de almas, más se empobrece
su Padre al perderlas, quedando privado de su poder sobre las almas. Ya no
tiene poder sobre las almas para enviarlas de nuevo al mundo, sino sólo sobre
aquellas que son de su substancia, es decir las que nacieron de su soplo. La
consumación final se realizará cuando todo el jugo del espíritu de Luz sea
reunido y elevado al Eón de la incorrupción.
4.1.3. Otras sectas afines
[704] 30,15. Estas son sus enseñanzas. De ellas nació la
escuela de Valentín, una fiera de muchas cabezas como la hidra de Lerna.
Algunos dicen que la misma Sabiduría se transformó en Serpiente: por eso se
opuso al Hacedor de Adán y depositó en los seres humanos la gnosis, por lo
cual, dicen, la Serpiente es la más sabia de todos los seres (Gén 3,1). La
misma forma de nuestros intestinos, por los cuales pasa el alimento, retorcida
como la Serpiente, prueba que llevamos escondida en la figura de la Serpiente
la substancia que nos ha engendrado.
31
4.1.4. Cainitas
31,1. Otros dicen que Caín nació de una Potestad superior,
y se profesan hermanos de Esaú, Coré, los sodomitas y todos sus semejantes. Por
eso el Hacedor los atacó, pero a ninguno de ellos pudo hacerles mal. Pues la
Sabiduría tomaba para sí misma lo que de ellos había nacido de ella. Y dicen
que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente,
porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de
la traición, por la cual quedaron destruidos todos los seres terrenos y
celestiales. Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el
Evangelio de Judas.
31,2. He recogido sus escritos en los cuales nos incitan a
destruir la obra de Histera: [705] así llaman al Hacedor del cielo y de la
tierra. Y nadie puede salvarse si no experimenta todas las cosas, así como
enseñó Carpócrates. Y que un Ángel está ayudando a los seres humanos cuando
cometen cualquier acto torpe y pecaminoso, el cual hace llevar a cabo toda
acción atrevida e impura, de modo que este Ángel es el responsable de todas
estas obras, como ellos lo invocan: «Oh tú, Ángel, yo cumplo tu acción; oh tú, Potestad,
yo llevo a cabo tu obra». Y dicen que en esto consiste la gnosis perfecta:
entregarse sin vergüenza alguna a tales acciones, cuyo nombre ni siquiera es
lícito pronunciar.
Conclusión
31,3. De estos padres, madres y antepasados han salido los
seguidores de Valentín, como ellos mismos lo descubren en sus reglas y
doctrinas. Era necesario claramente descubrir sus dogmas para arrancarlos de en
medio. Ojalá que algunos de ellos se conviertan y, haciendo penitencia, se
vuelvan al único Dios Creador y Hacedor del universo para que puedan salvarse.
Y que los demás dejen de desviarse atraídos por su malvada manera de persuadir,
que presenta estas cosas con visos de verdad, haciéndolos imaginar que tendrán
un conocimiento mayor y más elevado, y que descubrirán los misterios. Si éstos
aprenden bien de nosotros lo que aquéllos enseñan mal, se reirán de sus
doctrinas y tendrán compasión de aquellos que, dejándose todavía arrastrar por
tan miserables e incongruentes fábulas, han asumido aires de orgullo, juzgándose
mejores que los demás por haber adquirido tal gnosis, que más valdría llamar
ignorancia. Lo que hemos hecho es quitarles la máscara: dar a conocer sus
verdaderas enseñanzas es ya una victoria sobre ellos.
[706] 31,4. Por eso nos hemos esforzado por exponer a los
cuatro vientos todo el cuerpo mal armado de esta zorra, para que todos lo
conozcan: después de esto ya no necesitamos muchos argumentos para echar por
tierra una doctrina, una vez que queda patente a todos. Cuando se esconde en el
bosque una fiera, desde donde ataca y lanza sus ataques, lo mejor es limpiar el
bosque y desnudarlo, de modo que deje la fiera expuesta a la vista, y así ya no
sea difícil cazarla, al darse cuenta de qué tipo de fiera se trata. De esta
manera será posible observarla, cuidarse de sus ataques, tirarle flechas de
diversas partes, herirla y acabar con esa bestia devastadora. Así hemos
procedido nosotros: una vez que exponemos a clara luz sus misterios escondidos
y ocultos en el silencio, ya no serán necesarios muchos argumentos para
destruir su doctrina. Tú mismo y quienes viven contigo serán capaces de
ejercitarse en derrocar sus perversas y mal fundadas enseñanzas, mostrando que
no están de acuerdo con la verdad.
Una vez que hemos llegado a este punto, como he prometido,
en cuanto dé nuestra capacidad emprenderemos su refutación en el siguiente
libro, argumentando contra ellos -ya que nuestra exposición, como ves, se ha
ido alargando-. Os daremos los instrumentos para refutarlos, tomando una por
una sus tesis en el orden como las hemos ido enunciando. De este modo no sólo
quitaremos la máscara a esta bestia, sino que trataremos de herirla por todos
los costados.
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