jueves, 25 de agosto de 2011

PRINCIPIOS PARA UNA METODOLOGÍA DEL APRENDIZAJE

Stocker, en otros años (1954) e inmerso en otra cultura (la germánica) sintetiza

las críticas a la escuela de su tiempo, de manera tal que hace pensar en aspectos

comunes de ciertas crisis. Básicamente dice que la escuela141 :

1. No forma las habilidades elementales: leer, escribir y calcular correctamente. Esta

crítica la hace también hoy la sociedad, a través de los centros de industria y de

comercio, de las empresas y de las Universidades, además de un cierto consenso

informal bastante generalizado, que en definitiva cuestiona la eficacia.

1. No forma de manera integral, y falta en ella la “formación del carácter”. Stocker

habla del “subdesarrollo psíquico” de los egresados: falta de madurez profesional,

fantasía, perseverancia y confiabilidad”142. Tal vez en la actualidad se ha agravado

esto en vez de mejorar.

2. Se ocupa de contenidos superfluos en la formación elemental y general. Con

frecuencia se busca la solución a los problemas de la enseñanza en el agregar

contenidos que ayudan a una mayor dispersión y atentan contra la fijación y la

consolidación de buenos resultados.

3. No forma en habilidades formales como la creatividad, el pensamiento crítico, etc .

Estas críticas lo llevan a este autor a pensar en la necesidad de recuperar la

escuela de alguna manera, y para ello propone ciertos principios de aprendizaje que

tienen que estar presentes en todo proceso de formación. A partir de esta idea de

Stocker trataremos de formular aquellos enunciados que sirvan para nuestra situación

pedagógica dentro de la concepción del aprendizaje que suscribimos.

NECESIDAD DE SU PLANTEO

Hay una serie de principios del aprendizaje, casi de sentido común, que ha

tenido vigencia tradicionalmente y que a pesar de estar éstos fundados en teorías muy

distintas si se los considera unilateralmente, son en la práctica universalmente admitidos.

Pueden ser orientadores o reguladores de una concepción del aprendizaje orientadora de

la práctica educativa. La utilidad de su formulación radica en que pueden servir como

"categorías de apreciación de una buena enseñanza"143. Y se pueden formular reglas

específicas a partir de ellos.

Estos principios surgen por la necesidad de superar visiones parcializadas del

aprendizaje y de rescatar de las teorías ciertas pautas que cada una de ellas ha acentuado

unilateralmente, pero que están en el acervo de la cultura pedagógica de siempre. Los he

seleccionado como los primeros elementos metodológicos para la elaboración de una

concepción integrada del aprendizaje. En el enunciado de cada uno de ellos trataré de

mostrar su fundamento filosófico – educativo, psicológico y su aplicación didáctica,

ejemplificando en algunos casos con enseñanzas de algunos clásicos de la educación,

incluido el mismo Jesucristo tomado en tanto Maestro o Pedagogo ejemplar, sin

pretender reducir su labor al plano humano.

Estos principios se derivan lógicamente uno de otro, de manera que se

relacionan entre sí. Ellos son: Realismo, experiencia, actividad y autoaprendizaje,

adecuación al sujeto o personalización, fijación de lo aprendido o consolidación de los

aprendizajes, de totalidad, de motivación o vivencia, principio social, de patria y

principio formal.

REALISMO

En gnoseología se considera que es realista la postura que parte de que la idea, el

concepto, el conocimiento, el sujeto, debe adecuarse a la cosa o realidad. Para una

teoría del aprendizaje esto reclama en primer lugar, la objetividad. No se puede construir

sobre meras ideas, aún muy consensuadas, sino sobre realidades. ¿Y cuál sería aquí la

cosa, o mejor, el aspecto de la realidad que debe ser considerado como el fundamento

objetivo de una ciencia o técnica pedagógica, y/o consideración teórica o práctica acerca

del aprendizaje?

a) Ante todo el hombre mismo, en cuanto sujeto de la educación, alumno,

educando o aprendiz. Se debe partir de la consideración del hombre en su ser integral,

con su componente físico y espiritual indisolublemente unidos, en una unidad substancial.

Esto significa que no debe aislarse un aspecto del otro. Por el contrario, todo acto de

aprendizaje humano ha de ser visto como unitario, tanto en su constitución cuanto en

su manifestación.

En las teorías que hemos visto el error más común es la parcialización, es decir,

el tomar la parte por el todo, y así explicar el aprendizaje sólo por lo cognitivo o

reducirlo al aprendizaje conceptual, por ejemplo, dejando de lado lo emocional; o

priorizar los aspectos fisiológicos y motrices; o sólo el aspecto social, o exclusivamente

las conductas externas. En algunos casos se reduce todo a lo sensible, sin trascenderlo.

O a resolver situaciones intrascendentes. Estos planteos implican parcializar al sujeto de

la educación, dejando de lado su integridad.

También es corriente -en esta parcialización que venimos considerando- la

minusvaloración del poder del espíritu en lo que tiene de propio, esto es:

? Su capacidad de abstracción, de llegar a lo que las cosas son en su mismidad. Se

afirma a lo sumo la capacidad de generalización del hombre, pero no la de la

universalización. Esto sucede en las teorías que tienen una base de tipo nominalista,

que en este momento es lo corriente. El nominalismo parte de la consideración de

que los nombres no son más que términos vacíos, que a lo sumo nombran a objetos

de una misma clase, a la que se llega por una inferencia de generalización. En

cambio el realismo considera que los nombres designan -aunque sea de manera

análoga- realidades que comparten una misma esencia, de tipo universal, a la que es

posible conocer aunque imperfectamente y nombrar. Cada nombre es fruto entonces

de una abstracción, de una universalización y remite a una esencia universal.

? Su capacidad de reflexión sobre sí o de conciencia. La conciencia es siempre

conocimiento de sí mismo, ya sea en los aspectos sensibles, psicológicos o morales.

Y es posible por la espiritualidad, y aunque los “otros” puedan ayudar a formarla, es

un acto totalmente individual.

? Su capacidad de tender hacia bienes universales que están más allá de sus

necesidades inmediatas, lo cual constituye su capacidad de libertad auténtica. Se

considera en muchos casos al sujeto del aprendizaje una especie de hombre

predeterminado, esclavo de sus tendencias e instintos.

En general en la escuela se suele obrar como si los alumnos fueran mucho menos

capaces de lo que en realidad, por su mera condición humana, son.

b) Por otra parte, el aprendizaje debe tener una base científica objetiva

proporcionada por la psicología y la pedagogía. Y por cada ciencia cuyo contenido se

pretende transmitir.

Así ser realista implica una adecuación a la posibilidad concreta de aprender que

tiene el alumno. Este concepto lo da la Psicología y la experiencia reflexionada por ella.

Permite adecuarse a las capacidades en su desarrollo evolutivo, estadios o no, y a los

tiempos del aprender. No es sencillo averiguar todos estos aspectos pero es importante

saber que existen e intentar conocerlos.

c) El realismo significa también que la palabra remite a la cosa y la escuela a la

vida. Se opone a una escuela verbalista, repetidora de palabras que no significan. Se

opone a una escuela escolarizada, que enseña para la escuela solamente. Todo docente

que "motiva" pidiendo atención porque lo que va a explicar sirve para la evaluación, por

ejemplo, está preparando sólo para la escuela.

En el debate contemporáneo sobre el aprendizaje se ha revalorizado mucho este

aspecto del significado. Pozo cita como epígrafe de uno de los capítulos de su libro

sobre las Teorías cognitivas del aprendizaje un texto muy gráfico al respecto, que creo

que al leerlo todo docente de secundaria o terciaria se puede sentir identificado y

comprendido:

“Imaginen un helenista, un enamorado del griego, que sabe que en su

país apenas si hay niños estudiando griego. Este hombre viaja a otro

país y observa encantado que todo el mundo estudia griego, incluso los

niños pequeños en la escuela elemental. Asiste al examen de un

estudiante que aspira a graduarse en griego y le pregunta: ‘Qué ideas

tenía Sócrates acerca de la relación entre Verdad y Belleza?’. El

estudiante no sabe qué responder. Pero cuando le pregunta: ‘Qué le

dijo Sócrates a Platón en el Tercer Simposio?’, al estudiante se le

ilumina el rostro y arranca ‘Brrrrrr.up’ y le suelta entero, palabra por

palabra, en un griego maravilloso, todo lo que Sócrates dijo.

¡Pero de lo que Sócrates hablaba en el Tercer Simposio era de la

relación entre Verdad y Belleza!

Lo que este helenista descubre es que los estudiantes de este otro

país aprenden griego a base de pronunciar las letras, después las

palabras, y después, frases y párrafos. Son capaces de recitar, palabra

por palabra, todo lo que Sócrates dijo, sin darse cuenta de que esas

palabras en realidad significan algo. Para los estudiantes no son más

que sonidos artificiales. Nadie las ha traducido en palabras que los

estudiantes puedan comprender”. De Richard Feynman. ¿Está usted de

broma, Sr. Feynman?144

Esta experiencia la vivimos todos los días con la propia lengua materna de los

alumnos. Las palabras no significan habitualmente, es decir, no remiten a ideas y éstas

no remiten a las cosas, a la realidad. Se da a veces también una confusión entre las

palabras y los objetos. Así lo hace ver Saint Exupery cuando dice: “...Porque se han

engañado acerca del hombre los hacedores de fórmulas. Y han confundido la fórmula

que es sombra plana del cedro con el cedro en su volumen, su peso, su color, su carga de

pájaros, y su follaje, que no sabrían expresarse o afianzarse en el débil viento de las

palabras ... Porque confunden la fórmula que designa con el objeto designado”145.

El que la enseñanza y el aprendizaje se oriente a las cosas, a la vida, aquí al

menos, no tiene nada que ver con el pragmatismo, aunque en algún caso tengan una

necesaria relación, como por ejemplo, cuando se enseña una técnica cualquiera. Si la

técnica o el arte se definen por el resultado, éste tiene que ser buscado y logrado. Por

otra parte, el concepto de lo útil puede ser redimensionado en la escuela; incluso en las

Bellas Artes y aún en la Filosofía, disciplinas “inútiles” por definición. Estas disciplinas,

evidentemente, no tienen por fin la utilidad pero su inclusión en el plan de estudios tiene

unos objetivos “utilitarios”, que tienen que ver con la trascendencia de la clase misma.

No resulta fructífera la manera como se suele enseñar dibujo, o pintura, o música o las

actividades prácticas. Se torna provechosa dicha enseñanza cuando prepara para

gozar, por ejemplo de una obra musical, para "comprender" y disfrutar de una obra

pictórica, para interpretar música, o para pintar un cuadro. No lo es, cuando hace un

solfeo prolijamente mecánico, una escultura "para la nota", una lectura del Quijote que

sirve para que los alumnos lo odien y nada más, aún sabiendo todos los estilos y

recursos usados en el mismo texto. Este carácter utilitario no se opone entonces a la

gratuidad de estas disciplinas en las que lo estético, lo religioso o lo filosófico es lo

prioritario. También en la misma enseñanza religiosa, podemos hablar de una cierta

utilidad, en el sentido de preparar para vivir la vida de un modo distinto, ver la realidad

en una dimensión mucho más profunda.

En última instancia se debe preparar al hombre de acuerdo con un ideal que

abarca todos los aspectos del mismo.

Podríamos ejemplificar tomando aquí una asignatura como formación personal y

religiosa, en la que el realismo implicará:

Adecuación al hombre, al educando, lo que supone un desarrollo armónico de la

memoria y de las capacidades vivenciales; y no un aspecto excluyendo al otro.

Enseñanza de verdades articuladas en un saber, por ejemplo el teológico o el de las

ciencias sagradas.

Consideración de los tiempos y edades (en el momento adecuado, partiendo siempre

de lo concreto y sensible, con ejemplos reales).

Que lo que se aprende o se intenta enseñar, le "sirva" al alumno para que sepa,

quiera, pueda orar, ser mejor, encontrar a Dios,…

d) También debe ser considerado el realismo en los métodos de transmisión y

evaluación. Éstos deben atender a la primacía del objeto sobre el método, es decir que

todo método se ha de adecuar al objeto de la ciencia y al tipo de saber que se quiere

transmitir. Hay un modo de hacerlo más apegado a la realidad o por el contrario a la

escuela artificial, o a ideologías.

e) Existe un tipo de maestro con disposiciones naturales pero cuyas

características también se adquieren, y configuran lo que podríamos llamar el maestro

realista.

¿Quién es el maestro con un estilo o espíritu realista? El que busca conocer lo

que son las cosas. No transmite meras convenciones o programas asignados por las

instituciones o los ministerios o las modas de turno. Al hablar trata de que sus palabras

realmente signifiquen, es decir, que remitan a las cosas. Muestra la trascendencia de los

contenidos de la enseñanza. Esto le da una especial capacidad de flexibilidad. No tiene

como fin vivir en la burbuja escolar o didáctica, sino que se esfuerza por buscar el

camino más adecuado, con libertad, para orientar el aprendizaje y no el más placentero

o sin problemas. También dentro de lo posible, busca los ejemplos de la vida diaria.

Este principio realista está en la fundamentación de los restantes.

Comenio en su Didáctica dice que “Tal disposición (del tiempo y de las cosas)

debe apoyarse en la naturaleza, como sobre una roca inconmovible, pues el arte (la

didáctica) no puede ser otra cosa que imitación de la naturaleza. Todo lo que es natural

avanza por sí mismo”.

EXPERIENCIA.

El principio de la experiencia se deriva directamente del anterior. El fundamento

inmediato se lo puede buscar en el principio clásico que dice que el arte debe seguir a

la naturaleza. En nuestro caso, el proceso de enseñanza/ aprendizaje (arte) debe seguir

al modo de adquisición de hábitos (habilidades, conocimientos, conductas, técnicas) tal

como se daría en el hombre de manera natural y espontánea.

Toda conducta humana parte del conocimiento y éste de la experiencia. En

efecto, empezamos a conocer por los sentidos externos. Las sensaciones producidas son

organizadas por los sentidos internos, que tienen una función de desmaterialización y de

preparación del objeto que es presentado a la inteligencia para la abstracción.

Este principio implica que el hombre no tiene ningún tipo de conocimiento y/o

estructura innata, previa a la experiencia, como suponía Descartes, y en la actualidad,

Chomsky con sus estructuras sintácticas. También es supuesto implícito en otras teorías

actuales, aunque no teoricen al respecto.

Supone también que el hombre no es una mera tabla rasa que recibe pasivamente

los datos del exterior, sino que hay una verdadera actividad de parte del sujeto.

La vigencia del principio experiencial se opone a la “escuela de palabras”, a la

escuela en la que el maestro, al lado de un árbol, le cuenta al alumno cómo es el árbol,

sin observarlo, sin hacer que los alumnos observen y tengan experiencia de él, o lee o

hace leer en un libro su descripción.

La experiencia es la gran ausente de la escuela de hoy. Y tal vez sea la misma

escuela quien la ha erradicado de ella. En una clase de ciencias naturales, por ejemplo, se

prepara cuidadosamente una experiencia, y luego se dice a los alumnos qué es lo que

han observado. Hace más de 30 años, escuché a Marta Salotti hablar del escándalo y

sorpresa que provocaba en sus alumnos cuando nombraba a la “zanahoria” natural, de la

cocina de su casa, y que ella introducía con su arte singular en sus narraciones. ¿Hasta tal

punto la escuela Normal había separado la experiencia de la escuela, a pesar de todos los

intentos por lograr lo contrario? Abundan las anécdotas de este tipo de las maestras

“normalistas”. Hoy este problema está agravado con la cultura cada vez más mediática

en la que están creciendo nuestros jóvenes y adolescentes. Aún la vida y las sensaciones

primarias son percibidas a través de los medios. Por eso hoy se torna más necesario

que nunca reflexionar sobre la experiencia y tratar de recuperarla como el primer

momento del conocimiento, sin el cual éste no se da. Por lo tanto, debe ser el primer

momento del acto de aprender. Se conoce lo real o no se conoce, simplemente. Y para

conocer lo real, hay que partir de la experiencia. Sin experiencia no puede haber

abstracción, y por lo tanto no se puede dar la ciencia. Tampoco se pueden formar

conceptos puramente espirituales. (Por ello es que dice Kentenich que el mundo

contemporáneo es ateo porque falta la experiencia de padre. Es imposible formarse una

idea de Dios sin partir de alguna imagen sensible, en este caso en el de la paternidad

concreta y vivenciada).

¿Qué es la experiencia?

Es un acto vital de encuentro inmediato del hombre con la realidad. En ella la

realidad se torna conscientemente presente al hombre. El acto mismo de la

experiencia se puede identificar con la percepción.

Este acto vital es intencional-cognoscitivo. Intencional significa que está referido y

dirigido al objeto. La realidad se hace presente al hombre en la experiencia como

objeto, estableciéndose una relación dialéctica y trascendental. La relación “es

dialéctica, no sólo por ser dos, sujeto y objeto (o conciencia y contenido), sino

porque el uno y el otro se esclarecen y determinan recíprocamente”. El sujeto se deja

determinar por la realidad pero la realidad sólo puede estar presente si se aviene al

modo consciente del sujeto. El sujeto se torna consciente por su apertura a la

realidad; ésta a su vez, se torna objeto cuando su inteligibilidad y amabilidad pasan al

acto como contenido de una conciencia.

En el acto de la experiencia la afectividad está presente, es un ingrediente de él. El

hombre es uno. Por ello lo afectivo puede ayudar u obstaculizar la nitidez y fijación

del conocer. Los mismos estados afectivos pueden ser colocados como objeto de

experiencia; y hay que considerar también que mueven a las facultades cognoscitivas

para la selección del objeto en el foco de atención. Y todo este proceso es también

objeto de educación.

La experiencia es un conocimiento inmediato y directo, que se retiene en la memoria, ya que sin memoria no hay experiencia146.

Experiencia y tradición.

La experiencia acumulada en la memoria colectiva de un pueblo constituye la

tradición. Por una parte la tradición es lo que se transmite como valioso y por otro es el

marco de referencia donde se da la experiencia puntual. Constituye el entorno en el que

se da todo aprendizaje escolar y extraescolar, de niños y adultos. Por ello es vital para

toda metodología del aprendizaje analizar esta tradición y partir de ella para comprender

cómo se da la experiencia puntual y cuál es su contenido. Es importante (y sorprendente)

verificar qué evoca el alumno frente a las palabras del maestro. El conocer esto es la

garantía de la relación de los conocimientos nuevos con los viejos, que forman esa

especie de humus donde fructificarán los nuevos aprendizajes.

Saint Exupery en Ciudadela expresa esta idea de la experiencia, no tomada como

acto individual, sino en su aspecto de tradición:

“Mas, por sobre todas las cosas, se me presenta algo imperioso en lo

concerniente a la heredad de los hombres, herencia que de generación en generación se

transmiten unos a otros, pues si, en el silencio de mi amor, voy lentamente por la ciudad

y miro a aquella que habla al prometido [...] me parece evidente que, si dispusiera de una

humanidad [...] y si quisiera educarla e instruirla y colmarla con los mismos mil

movimientos diversos, el puente del lenguaje no bastaría”.

“Pero si rompéis el contacto una sola vez de generación en generación morirá ese amor.

Y si rompéis una vez el contacto entre los mayores y los menores en vuestro ejército,

entonces vuestro ejército es ya fachada de una casa vacía [...] si rompéis el contacto

entre el molinero y su hijo [...] hay más inteligencia escondida en las cosas tales como

son, que en las palabras. Pero le pediréis que reconstruya el mundo por la sola lectura del

librito de imágenes y reflejos ineficaces y vacíos delante de la suma de las experiencias. Y

vosotros hacéis del hombre una bestia primitiva y desnuda al olvidar que la humanidad en

su desarrollo es cual un árbol que crece y que se continúa el uno en el otro como el

poder del árbol dura a través de sus nudos y sus retorcimientos y la división de sus ramas

[...]. Pero si separas las generaciones es como si quisieras recomenzar al hombre mismo

en medio de su vida y, luego de borrar en él cuanto sabía, sentía, comprendía, deseaba,

temía, reemplazaras esta suma de conocimientos, convertida en carne, por las magras

fórmulas extraídas de un libro, habiendo suprimido toda la savia que subía a través del

tronco y transmitiendo a los hombres sólo cosas codificables. Y como la palabra falsea

para tomar, y simplifica para enseñar, y mata para comprender, cesan de estar

alimentados por la vida”147.

***

Los pasos que propone Comenio para la enseñanza respetan este principio: “La

enseñanza ha de comenzar por la autopsia, es decir, por la observación por sí mismo, la

intuición. Seguir por la autopraxia, ejercicio personal de lo aprendido y luego por la

autocresia, es decir, aplicación de lo estudiado”.

Pestalozzi rescata la experiencia también para el plano afectivo, moral y religioso.

Así dice que: “El primer contacto del niño con la conciencia del deber tiene lugar en un

ambiente moralmente organizado”. Y en otro lugar: “ las relaciones amorosas entre la

madre y el niño, conducen a éste paulatinamente a comprender que en la vida debe

posturlarse la existencia de la divinidad como fuente de poder, belleza y bondad”.

Jesucristo como Maestro apela permanentemente a la experiencia de sus oyentes,

tanto como percepción puntual cuanto habitual. Así para enseñar el concepto de

providencia, por ejemplo, hace percatarse, mirar, percibir, imaginar, la perfección de una

flor: “mirad los lirios del campo...” A partir de esa experiencia muy concreta,

enriquecida con metáforas sinonímicas : “vestidos de Salomón”, “plumas del gorrión”,

“cabellos de la cabeza”, busca que el discípulo llegue a la idea, abstracta, de providencia.

Asimismo, cuando está en una región de agricultores, de vides, habla del trabajo en las

viñas, de mirar las señales del cielo, para inculcar algún concepto más abstracto, como el

de retribución, o de las “señales de los tiempos”. Cuando está en región de pastores, los

ejemplos los toma de las ovejas, del ganado, de sus cuidados y de su valor. Para formar

el concepto de Dios Padre, ejemplifica con la imagen del Padre que recibe al Hijo

Pródigo o con el padre que da a su hijo más de lo que le pide. Para enseñar la idea de

mortificación, habla del grano de trigo que debe morir; la fugacidad de la esta vida

terrenal, con la planta que hoy es y mañana no es. También usa un lenguaje concreto,

directo, con constantes comparaciones, uno de cuyos polos es algo muy conocido

siempre por experiencia directa. Así la idea del Reino de los cielos la compara con una

perla, unas bodas; el papel de Él mismo lo presenta como pastor, camino, esposo. Todas

imágenes muy concretas y al alcance de la experiencia de cualquiera.

A su vez, el tomar la experiencia como tradición es lo que le asegura el enlace de

lo nuevo que propone, que llega a “escandalizar”, con lo que los oyentes ya conocen.

Por ello es constante su referencia, para ratificar o rectificar a lo que “han oído” y al

Antiguo Testamento. “Habéis oído que se dijo a los antiguos .... pero yo os digo ...” 148.

También haría referencia a este principio el uso de proverbios o metáforas muy

conocidas y gráficas que por ser repetidas por sus oyentes y transmitidas oralmente

constituyen lugares comunes que facilitan la formación de las imágenes correspondientes,

que posibilitan la experiencia.

ACTIVIDAD.

Este principio tiene como supuesto que el alumno es la causa eficiente principal

de la educación que en él se da. Es formulado así por Santo Tomás pero es vivido por

los grandes maestros desde la antigüedad. Significa que cada sujeto es el verdadero

motor de su propio aprendizaje y como tal no es pasivo sino activo. Los demás agentes,

exteriores, prestan auxilios diversos pero no son más que eso: ayudas para que el propio

sujeto pueda aprender. De hecho a igualdad de condiciones en cuanto a maestros o

padres la respuesta terminal difiere de acuerdo con cada sujeto. La presencia de este

principio es característica del método utilizado por Sócrates. Los “Diálogos” nos los

muestran preguntando siempre al discípulo acerca de aquello que quiere enseñarle con la

intención de hacerlo pensar, como requisito previo para cualquier aprendizaje. Trata de

que tome parte activa en el alumbramiento del concepto. No es que el alumno vaya a

crear una realidad, ni siquiera un conocimiento como tal, pero éste no es posible si no

realiza el mismo discípulo un esfuerzo y un camino propio. Ya la elección del método,

dialógico, muestra la necesidad que él ve de hacer pensar y decir al otro lo que piensa.

En este principio se recoge entonces la experiencia de que el alumno no recibe

pasivamente la enseñanza, sino que tiene que estar él mismo en actividad. Se aprende en

la medida en que se participa activamente en su aprendizaje. Es una forma del learning

by doing de Dewey, aunque éste restringe el concepto de actividad al de hacer. La

actividad, a partir de algunos movimientos como los de la Escuela Nueva, (si bien son

numerosos los ejemplos desde la antigüedad, pasando por los métodos de enseñanza

activos en la Universidad medieval, el realismo del XVII, el particular sentido en la

pedagogía rusa, etc. ) se ha instalado en toda teoría del aprendizaje. El mal uso o el

abuso que se ha hecho de la actividad en la escuela no obsta a la vigencia del mismo. La

palabra misma adquiere definiciones diferentes. A partir de Piaget se la ha considerado

como construcción. Dicha construcción no implica, para nosotros, hacer "desde la

nada", en el sentido en que a veces se utiliza, como si el construir un conocimiento

significara "inventar", crear un concepto, incluso por consenso o convencionalidad. En

realidad se da un proceso subjetivo de reconstrucción de lo que cultural y realmente ya

de alguna manera, es. No tiene por qué concederse nada a un idealismo de tipo

subjetivista. Ni tampoco significa que en la escuela el alumno va a descubrirlo todo. La

mayoría de las veces, hará un redescubrimiento de lo que la cadena cultural le lega. En

general se da en la historia educativa una especie de dialéctica entre la valorización del

trabajo del alumno y la transmisión de una tradición. Incluso ese juego dialéctico se da en

el interior de algunas teorías como la de Bruner, como ya hemos visto. Este autor parte

de la necesidad de que el alumno descubra los conceptos, y así en un primer momento

parecería reducir la instrucción al aprendizaje por descubrimiento y por resolución de

problemas. Pero en un segundo período, destaca la importancia de que la escuela

transmita toda una tradición cultural, y hace hincapié en que sería imposible la

reconstrucción y el descubrimiento de todas las verdades cuya adquisición ha llevado

siglos. El mismo autor dice que esto empobrecería grandemente el acervo cultural de la

humanidad149.

Stocker considera que hay que tratar de "convertir la actividad propia y la

autonomía del alumno en un factor esencial de la estructuración didáctica"150. No se trata

del mero ajetreo de preguntas y respuestas constantes y minuciosas, sino de transformar

el aprendizaje escolar en un trabajo espiritual espontáneo del alumno, y si es necesario y

posible, que se acompañe con actividad manual.

Conceptos afines al de actividad en el aula son autoactividad, autonomía,

espontaneidad y creatividad. De hecho los alumnos más eficientes regulan su actividad

de aprendizaje controlando y evaluando su propia gestión. En una clase de cualquier

nivel se distinguen fácilmente aquellos alumnos que acuden a la clase sabiendo qué

buscan, qué tienen que anotar, preguntan en el momento adecuado acerca de la

bibliografía, del material que necesitan, de los recursos varios.

La experiencia pedagógica enseña también que los aprendizajes son tanto más

fructíferos cuanto más, y en forma más variada, estén entretejidos con los procesos

mentales realizados por el alumno mismo. Todas las actividades que tienen lugar en el

aprendizaje: observación, comparación, abstracción, búsqueda, si se realizan por propia

decisión, por propio monitoreo, resultan más eficaces. "Toda formación genuina es

autoformación". Si no se da ese trabajo paralelo al del maestro, por lo menos de la

misma intensidad que en él, no hay aprendizaje.

El elaborar por sí mismo los propios conocimientos hace que éstos se tornen

significativos para el alumno. Es la única manera de que éste comprenda los pasos para

su formulación y su sentido. Stocker dice que se deben dar en el proceso enseñanza

aprendizaje los mismos pasos que en el proceso del trabajo: "proposición independiente

del objetivo, elección independiente de los medios de trabajo, planeamiento propio y

finalmente, la aplicación independiente en la expresión"151. Un acercamiento a ello es

eficaz.

Por todo lo dicho es importante que en la actividad mediadora del docente éste

comparta la intencionalidad educativa, que en principio él es quien la conoce. Esto

significa hacer participar al alumno de los objetivos que se propone. En esto consistiría

fundamentalmente la autonomía del educando.

***

Volviendo a la experiencia de Jesucristo como Maestro vemos que enseña

habitualmente a través de métodos activos. Así en vez de largos discursos (que los tiene,

y bellos, pero para ocasiones especiales, y algunos de ellos son enlace de frases dichas

repetidas veces) se complace en proponer algún enigma, o de usar del diálogo: “¿Quién

dicen las gentes que soy Yo?”152, “¿Es lícito pagar...?”, “¿Qué dice la Ley?” También usa

de la dialéctica proponiendo dilemas para hacerlos pensar: “Si hablé mal ... y si no ...” 153;

Qué es más fácil decir....? 154; “de quién lleva (el denario) la figura y la leyenda?”155 “Yo

quiero a mi vez haceros una pregunta...”156. Hace mirar, dudar, pensar, antes de dar Él

mismo una respuesta o enseñanza.

PRINCIPIO DE ADECUACIÓN AL SUJETO O DE

PERSONALIZACIÓN

El fundamento antropológico de este principio está dado por el hecho de que

cada hombre tiene un alma singular, única e irrepetible, en perfecta coadaptación a un

cuerpo también especial y exclusivo. Esto implica que los distintos hombres pueden

recibir los mismos contenidos, pero cada uno los recibe “al modo del recipiente”, es

decir de modo diverso. El proceso de aprendizaje se da entonces de una manera

distinta, porque la recepción no es pasiva, como hemos visto en el principio anterior,

sino que el sujeto es modelador de lo que está recibiendo. Cada hombre tiene entonces,

por sus disposiciones y experiencia acumulada de tipo social e individual, como un filtro

y una actividad especial, unos “tiempos” determinados y propios. Este principio se

extiende también a los grupos escolares. Cada corte, originada por edades, intereses,

estamentos socioculturales, ofrece condicionamientos que han de ser atendidos a la hora

de pensar en el enseñar, aprender y evaluar.

Hay una fundamentación entonces antropológica de este principio, que considera

el aspecto socio cultural y de la psicología evolutiva.

El maestro necesita, para aplicarlo, además de los conocimientos pertinentes, de

la propia intuición pedagógica que le hace adaptar sus planes, programas y expectativas,

y le ayuda a administrar sus propios recursos.

A veces se pierde tiempo –la eterna preocupación docente: el tiempo- intentando

“trasvasar” un programa a los alumnos en el tiempo inadecuado, con condiciones de

posibilidad totalmente negativas. Si el alumno no entiende, o no está madurativamente

preparado, el mayor éxito que pueda lograrse es que repita mecánicamente un contenido

que bien pronto olvidará. No puede aprender, sencillamente.

Es de experiencia común que el conocer a cada alumno para potenciar las

capacidades y fortalecer las debilidades mejora el rendimiento y ahorra esfuerzos.

La aplicación de este principio genera distintas formas de agrupación de la corte

escolar y de la selección de los recursos metodológicos.

Respecto a la agrupación de los alumnos, ésta puede hacerse por aptitudes según

las materias, con mayor o menor libertad y flexibilidad. Así es por ejemplo en los planes

de tipo Dalton, nuevamente remozados hoy, en que la enseñanza se hace por

asignaturas, algunas libres y otras no, y se van aprobando etapas. En tal sistema un

alumno puede estar en primer año en Geografía y en tercero en Matemáticas, y por lo

tanto, en cada caso tiene un grupo distinto de compañeros. En la actual Reforma, al

hacerse la promoción por ciclo y no por grado, y al proponerse tiempos flexibles, se

pueden dar situaciones que favorezcan la aplicación de este principio. No obstante en

cada unidad, curso o asignatura se pueden dar ocasiones de adaptación de este principio.

¿Qué otras consecuencias supone este principio en el aula?

? Que los contenidos de la clase serán adecuados al nivel psicológico en general y en

particular a las posibilidades de abstracción.

? Que serán adecuados al nivel socio-cultural. Es distinta la selección de contenidos y

el nivel de los mismos para un niño de Buenos Aires, con muchos libros y medios

técnicos pero que no tiene experiencia de montañas, árboles o animales vivos, que

un niño del interior que convive con bosques, montañas y bichos.

? Que se considerará –hasta donde sea posible- las individualidades. Por ejemplo, se

tratará de dar actividades de acuerdo con las habilidades, intereses y conocimientos

previos de los alumnos.

? Que se tratará de valorar y estimular lo personal, las respuestas alternativas,

creativas, diferentes.

? En una palabra, se tratará de personalizar lo más posible el proceso enseñanza –

aprendizaje.

Los hechos que justifican la enunciación de este principio de adecuación al sujeto,

son vistos hoy desde distintas ópticas. En nuestros días y desde el enfoque cognitivo,

Howard Gardner se complace en autocitarse a menudo en una frase que expresa lo

absurdo que resultará en breve el recordar la pretensión actual de enseñar a todos los

niños lo mismo, y evaluar a todos los estudiantes con el mismo criterio. Él postula la

existencia de distintas “inteligencias” en los sujetos a través de las cuales “somos capaces

de conocer el mundo”. Estas inteligencias son: “del lenguaje, del análisis lógico –

matemático, de la representación espacial, del pensamiento musical, del uso del cuerpo

para resolver problemas o hacer cosas, de una comprensión de los demás individuos y de

una comprensión de nosotros mismos. Los individuos se diferencian para él en la

intensidad de estas inteligencias –lo que se ha dado en llamar ‘perfil de inteligencias’ – y

en las formas en que se recurre a esas mismas inteligencias y se las combina para llevar a

cabo diferentes labores, para solucionar problemas diversos y progresar en distintos

ámbitos157. Por ello propugna que las disciplinas se presenten de diferentes maneras y

no sólo a través de lo lingüístico. Más allá de que este nuevo “dogma” como el mismo

Gardner lo llama, sea verdadero (la inteligencia es una, y mejor aún, el hombre es uno)

señala una realidad: cada persona tiene un conjunto de posibilidades y competencias

distintas que lo llevan a conocer y aprender en general de una manera única.

Esto tiene que ver también con los estilos de aprendizaje. Cada uno de nosotros

tiene mayor facilidad para aprender de una manera más eficaz y económica. Así hay

quienes lo hacen de una manera visual, auditiva, verbal, secuencial, intuitiva, lógica,

analítica, global, activa, etc. Diversos autores clasifican de distinta manera los estilos de

aprendizaje. Pero todos están de acuerdo en admitir las diferencias. Alonso, Gallego y

Honey, clasifican los estilos en: activo, reflexivo, teórico y pragmático158. Estos autores

tienen un cuestionario de Estilos de Aprendizaje (CHAEA) valioso, en especial porque

está respaldado por una seria investigación y verificación de validez. Además las

variables que consideran son de campos diversos. En general se relaciona a los estilos

con las estrategias que utilizan los distintos sujetos para aprender. Algunos autores

reducen los estilos a los procesos cognitivos casi exclusivamente, mientras que otros

incorporan elementos motivacionales y de personalidad en general159. Entre los primeros

están los que dividen los estilos por el tipo de memoria que se quiere favorecer; o por el

estilo de procesamiento de la información que adopta; o por el enfoque profundo o

superficial al realizar una lectura; o por las “orientaciones hacia el estudio”, y así

distinguen entre los que manifiestan una “a) orientación al significado; b) orientación a la

repetición; c) orientación al rendimiento; y d) orientación no académica”160.

Lo que es interesante de todo esto es conocer los estilos de aprendizaje de

nuestros alumnos, y mejor aún, mediar para que ellos mismos lo puedan hacer.

Aprenderíamos todos de una manera más efectiva, aprovechando las propias debilidades

y fortalezas.

Lo óptimo es lograr un equilibrio entre lo que la generalidad o la media de los

alumnos de un nivel puede hacer, las expectativas docentes y las individualidades y

personalidades. Este cuestionamiento se planteó de manera aguda en la problemática

docente, a raíz de las influencias de Piaget, por el hecho de poner éste el acento en la

necesidad del desarrollo y/o la maduración para posibilitar el aprendizaje. Dicha

maduración es individual. Muchos maestros que quisieron ser fieles a esta consigna, se

vieron embarcados en misiones imposibles ante cursos numerosos con muy distintos

niveles de maduración. Cada docente debería fijarse si lo que él se ha propuesto es

adecuado para el alumno o grupo en situación de aprendizaje, y no temer variar o

flexibilizar los contenidos, preguntándose a menudo qué es lo que el alumno puede y

necesita saber.

***

Aristóteles hace mucho hincapié en este principio. Así por ejemplo dice que “Si

las personas no son iguales, no tendrán una igualdad en la manera como serán

tratadas”161. En la Retórica habla reiteradamente de las disposiciones de cada tipo de

auditorio, de la necesidad de conocerlo, saber cuáles son los hábitos y pasiones que

posee162.

Cristo como Maestro selecciona sus contenidos diarios diferenciando sus

distintos públicos. Así tiene enseñanzas para "todos", para los setenta y dos, para los

doce, para los íntimos. A veces dice algo para que “oyendo no oigan”. Está haciendo

referencia a estas diferencias madurativas, si podemos llamarlas así, aunque aquí la

maduración tiene indudablemente otro tipo de componentes. También el utilizar un

lenguaje sugerente, como lo hace, ayuda a la personalización, es decir, que deja siempre

un margen para que cada cual interprete hasta donde pueda. Este principio es un

contenido en la parábola del sembrador, al mostrar que quien siembra lo hace con la

misma semilla que esparce indiscriminadamente, pero que en cada terreno fructifica a su

tiempo y manera. El recurso lingüístico – didáctico preferido por Cristo es la parábola.

Ésta es suficientemente flexible como para permitir una apropiación diversa, adecuada a

las distintas subjetividades, según quien lo escuche. La parábola tiene un aspecto

positivo, por el que enuncia una verdad, y un aspecto negativo que tiene por fin velar u

ocultar el misterio. Siempre hay una alusión simbólica al Misterio en ellas163. Y éste es

captado según la “medida” de cada uno.

FIJACIÓN O

PRINCIPIO DE CONSOLIDACIÓN DE LO APRENDIDO.

Una vez cumplido el proceso de adquisición de un nuevo contenido éste se debe

fijar, es decir, debe lograr una cierta estabilidad y garantía de permanencia, de manera

tal que pueda ser usado en otras ocasiones.

Este proceso de fijación no implica necesariamente repetición de actos,

especialmente en el ámbito intelectual. Pero el proceso ordinario de aprender implica

por lo menos un tiempo (tiene que ver con el peculiar modo de ser del hombre, en el que

la temporalidad es una propiedad suya); una repetición de actos sobre las disposiciones

necesarias, que se tornan educativas gracias a una intencionalidad adecuada. Ésta hace

que la repetición no sea un mero mecanismo, un automatismo. Realmente se consolida

un nuevo contenido cuando ese conocimiento, habilidad o actitud se usa con

naturalidad, con cierta espontaneidad. El “usodel hábito (de cualquier tipo) es lo que

da esa garantía de permanencia. Este concepto de uso, implica la aplicación de un

principio de tipo universal al caso particular. Significa re-conocer en el singular lo

común con el concepto universal, lo que participa este ente particular, esta situación

concreta, del universal. Es el reconocer una vaca concreta como representante del

concepto de vaca estudiado, pudiendo discriminar sus características y diferencias

respecto de otros entes. De la misma manera, distinguir en una situación concreta

narrada por ejemplo por un periódico, una situación social, cuyo concepto, en abstracto,

ha sido estudiado, como el de guerra civil.

Aquí cabe hacer una reflexión sobre las diferencias entre uso y transferencia, que

se suelen utilizar como sinónimos. En realidad la transferencia es una aplicación a casos

semejantes de un conocimiento, aplicación que puede darse por mera asociación, sin

implicar una participación del caso concreto en un concepto común, y menos aún su

reconocimiento intrínseco. Detrás del concepto de transferencia puede haber una base

nominalista, que en el de uso no está. En el uso siempre hay una relación dialéctica entre

universal y particular o particular y universal.

Salvado este aspecto de auténtico presupuesto, veamos cómo la fijación tiene que

ver con la práctica, ejercicio, ejecución, repaso, estudio y memorización. Este principio

se opone a la escuela, a veces muy creativa, en donde por un buen proceso se llega a

resultados esperados, pero cada día se aprende algo nuevo, y se sigue adelante. Se

explica, fija, evalúa, y se pasa a buscar otro objetivo.

Algunas de las quejas más frecuentes contra la escuela, incluso internos a la

misma, tienen que ver con la falta de aplicación de este principio de fijación y

consolidación. “¿Qué aprenden hoy los chicos en la escuela?”, es una pregunta que se

oye cotidianamente. Es corriente también la queja del docente de un curso cualquiera

motivada porque los alumnos no han visto los temas que debieran haber aprendido el año

anterior. En muchas ocasiones en efecto se han visto, pero los alumnos no los han

registrado o no han sido fijados, por lo que no pueden ni usarlos, ni transferirlos, ni

reconocerlos.

La escuela no tiene por qué asumir una responsabilidad única, ya que son muchos

los factores extraescolares que condicionan la falta de consolidación, que tiene que ver

con la memoria, y por lo tanto con la atención y concentración. Pero la escuela debe

buscar – y de hecho lo hace a pesar de un período de desprestigio de la memoria -,

revertir este proceso. Uno de los méritos de la psicología cognitiva ha sido el retorno al

llamado de atención sobre los procesos cognitivos básicos como la atención y la

memoria, y cómo tornarlas más eficaces. El tema de la memoria es tratado en la Historia

de la Educación en relación al tema de la Retórica. Así por ejemplo en la “Retórica a

Herenio”, se la considera el “tesoro de las ideas que proporciona la invención y guardián

de todas las partes de la retórica”. Es interesante ver cómo el autor distingue entre la

memoria natural y la artificial, que es la que “ha sido reforzada por cierto aprendizaje y

una serie de reglas teóricas”, reglas que trata de formular164. Quintiliano se ocupa

también del tema aunque difiere del planteo de esta Retórica clásica. También lo hará

San Agustín, incorporando su experiencia pagana a la Retórica cristiana.

La fijación parece estar estrechamente ligada como decíamos antes, con la

repetición de situaciones. Es difícil hacerlo con éxito, sin que se torne odiosa y

monótona.

Éste es el lugar para rescatar el buen ejercicio y el buen trabajo sobre la

memoria. El cultivo de la misma excede el plano del mero aprendizaje ya que tiene que

ver con la formación de la propia identidad. Tanto personal como social. En las

funciones de la memoria podemos distinguir la de archivo, la de evocación y la de

reminiscencia. Para acrecentar y mejorar su funcionamiento, hay que atender por lo

tanto, al modo de archivar y evocar. Se pueden tener en cuenta aquí los siguientes

criterios:

Es útil –en algunos casos- llegar a un cierto automatismo en la evocación para

liberar atención y fuerzas al servicio de actividades superiores.

La memorización tiene que ver con la significación de lo que se archiva. “Totalidad

con significado”, en las leyes de Lersch165. Si la percepción es de todos unificados,

estructurados y cualificados, así se deben presentar los contenidos a enseñar, para

que puedan ser más fácilmente retenidos. Aquí es de aplicación lo hablado con

ocasión del realismo y de la experiencia que también posibilitan una “valencia

afectiva”. Lo más importante para retener es la significatividad de lo que se aprende.

Es de experiencia común que todos recordamos más aquello que nos interesa, que

consideramos importante, que nos mueve por estar vinculado a nuestras necesidades

e intereses. El interés y la concentración son indispensables para fijar algo. Ayudan a

lograr la articulación y estructuración, la organización, indispensable para la

retención. Es más fácil memorizar tomando un todo, luego las partes del mismo y por

fin hacer una reconstrucción del mismo.

La capacidad del niño y la del adulto para memorizar es distinta. La del niño es más

propicia a la asociación, que si bien es un buen medio para posteriores aprendizajes,

es sólo eso, un medio. No puede ser el fin de la actividad educativa. El adulto retiene

y memoriza usando ciertas estrategias significativas que hay que favorecer y

estimular.

"Según la ley del uso, toda disposición humana se perfecciona con la ejercitación

continua pero también se debilita si no se la emplea”166. Respecto a esto Santo

Tomás recomienda traer frecuentemente a la inteligencia aquello que se quiere

recordar. Y Lersch habla de la necesidad de la reiteración de la percepción. Esta

ejercitación presenta reglas, que tienen que ver con el tiempo de latencia y la

antigüedad de la adquisición. También Fichte recomienda a sus oyentes en sus

conferencias (II) en las que expone su “Doctrina de la Ciencia”, repetir después de

cada lección, al llegar a su casa, todo lo escuchado. Y recomienda un pensamiento

atento y “concentrándose en sí mismo”, que vaya de los resultados a las premisas y

de éstas a las conclusiones. De la misma manera de una conferencia al todo y de éste,

que sería la Doctrina de la Ciencia, a ubicar cada una de las lecciones o conferencias.

? Se memoriza mejor con buen estado físico, de salud; sin cansancio acumulado. Por

eso es indispensable en todo proceso de aprendizaje el “recreo” –relajante, y no

aquel que contribuye a mayor excitación general- con buena respiración, alternando

con las de trabajo y concentración. En el ciclo lectivo se deben alternar períodos de

intenso trabajo con períodos de actividades más placenteras y menos agobiantes. Y

en la misma hora escolar, se debe recordar que el período de buena concentración no

pasa de los 20 minutos, y en adultos 30, que hay que tratar de aprovecharlos al

máximo. También es contraprudecente el no trabajar a buen ritmo, con

distracciones.

Para memorizar es esencial la concentración, el recogimiento íntimo y la atención. No

el clima de violencia y amenaza. El ambiente ideal es el de real silencio.

Es más fácil memorizar lo que ha comenzado por el contacto con lo real, la

experiencia y la actividad.

La primera repetición es la más efectiva.

Lo que se aprende a último momento (aunque se pueda “repetir” en el examen

inmediato), se olvida rápidamente. Es mejor una repetición diaria durante cinco días

que cinco repeticiones en el último.

Lo inacabado en cuanto a la comprensión y/o realización significa siempre un

condicionamiento muy negativo. También lo que se intercala entre dos situaciones

de aprendizaje anula al primero si no está debidamente integrado por articulaciones

lógicas o si es ajeno al mismo: comentarios, recomendaciones, menciones

intrascendentes.

El docente no sólo debe enseñar a estudiar y memorizar teóricamente sino que debe

practicarlo con los alumnos.

Hay que evitar que la repetición haga perder el significado y las relaciones

importantes de lo que se dice. Por ejemplo, a veces se induce bien cuando se ve por

primera vez un tema de cualquier disciplina. Luego se comienza con la fijación y

repetición, y se van parcializando los conocimientos quitando las ligaduras

significativas. Eso torna mecánica, poco inteligente y eficaz la memorización. Lo que

se termina memorizando es un aspecto o parte que oculta el todo, y poco tiene que

ver con el tema primitivo. Suele suceder esto con los cuadros sinópticos, resúmenes

y esquemas.

Hay que tratar de no separar las clases “de explicación” y las de repetición. Por

ejemplo, es conveniente comenzar a memorizar una poesía, mientras aún se la está

analizando.

Cuando de hecho se debe dar la separación, hay que hacer referencia al significado,

suscitar repasos mentales en estructuras más amplias, más ricas.

Hay que tratar de suscitar repeticiones integradas en otros contextos. Hacer cortes

longitudinales y transversales de los temas. Por ejemplo, ejercitar el mismo contenido

en una carta en clase de Lengua, en un informe, en una visita. O con el mismo

contenido, por ejemplo, practicar prosa y verso.

Es un buen recurso utilizar la natural predisposición para el juego, la emulación y la

competencia para favorecer la memorización.

Conviene explicitar algunas de las recomendaciones para los momentos

principales del trabajo de la memoria.

En cuanto a la recepción:

Se recuerda mejor lo que atrajo más la atención. Esto tiene que ver en la tarea

docente con la motivación: rica, variada, siempre con “sorpresas”, con algo

nuevo. Y en el autoaprendizaje, la automotivación, y bien planteados, el estímulo y

el premio.

A mayor concentración, mejor grabación. La concentración depende de muchos

factores: físicos, psicológicos, afectivos, y de una buena motivación. Lo importante

es conocerse y conocer a los alumnos, y trabajar concretamente el punto débil de la

concentración, que es diferente en cada persona: imaginación dispersante,

interrupciones, u otros distractores. Asimismo es bueno crearse para sí mismo

estímulos: “de esto no me olvido”, y no “esto no lo recordaré”. Buscar estudiar

activamente : “¿qué tiene que ver esto con lo que estudié ayer?”. En la lectura, a

medida que se va leyendo, tratar siempre de buscar hipótesis alternativas, que se van

confirmando o desechando, lo cual ayuda a fijar lo que se lee. Y no hay que dudar en

acudir a simples recursos como subrayar, anotar, graficar.

En cuanto a la grabación:

Se graba mejor lo que se percibió por más sentidos. Por ejemplo, el teatralizar un

hecho histórico, poner música a una poesía, colorear las dificultades ortográficas,

imaginarse un escenario del tema a fijar, o escribir las frases que se desean recordar

en carteles imaginarios y luego se “leen”, como recomiendan los retóricos.

Se graba mejor lo que se conoció por el sentido predominante de cada persona, o

mejor, con su estilo de aprendizaje. Cada persona tiene más facilidad para retener

con tal o cual sentido, por lo que habrá que tratar por ejemplo de “ver” con la

imaginación, localizar tal problema o autores, observar algún gráfico, si el sentido

predominante es el de la vista; o si la memoria auditiva es la que predomina, habrá

que tratar de escuchar a otro, o a una propia lectura en voz alta; y si es la memoria

motriz, hay que favorecer el escribir y graficar, u otra alternativa compleja que

comprometa lo motriz. No a todos favorece el hacer esquemas o el leer en voz alta,

o la ejemplificación reiterada.

En cuanto a la conservación:

Se recuerda mejor lo más elaborado ya sea por la agrupación por géneros, por causa

y efecto, por relaciones reales, que lo meramente asociativo.

Lo mejor repetido es lo mejor recordado. En las primeras representaciones se graba

más fácilmente; se olvida un 40 % a los 20 minutos, un 55% a la hora, 65 % al día ,

80% en períodos más largos. Por eso, hay que reiterar los estímulos pertinentes.

Los representantes de las teorías cognitivistas muestran interesantes y variadas

experiencias respecto a la memoria y su ejercitación. Uno de ellos, del momento

fundacional, G. Miller, publicó en 1956 un artículo sobre el número 7: “El mágico

número 7, más menos 2: algunos límites en nuestra capacidad para procesar

información”. Este autor trata de mostrar que las dificultades en nuestra mente para

retener y calcular, surge cuando se llega al número siete. Así retenemos más o

menos siete imágenes, errores, conceptos. Un modo de multiplicar entonces nuestra

capacidad retentiva sería realizar agrupaciones más o menos lógicas en torno al

número siete. Como ésta se realizan otras estrategias para ampliar la capacidad de la

memoria, que serán tanto más eficaces cuanto más las recree cada persona según sus

condiciones. Ya en el siglo I en la mencionada Retórica a Herenio el autor propone

los agrupamientos en torno al número cinco, muy probablemente por relación, más

natural, con el número de dedos de la mano.

***

Jesucristo como Maestro trata de fijar en la memoria de sus oyentes ciertos

temas. Elige algunos centrales y los reitera usando distintos puntos de vista y de

distintos modos, pero siempre en relación a los intereses y necesidades primordiales de

sus oyentes. Por otra parte, el recurso que usa es el lenguaje bello y poético, concreto y

metafórico, lo que facilita la atención y la fijación. En estas formas poéticas acude

frecuentemente al paralelismo sinonímico, antitético: “Pedid y se os dará, buscad y

encontraréis, golpead y se os abrirá”167; o “Todo árbol bueno [...]todo árbol malo

[...]”168.Como los Evangelios fueron de tradición oral en principio las reglas

memotécnicas que se registran en ellos son numerosas. En realidad, en toda la literatura

hebrea y en general en toda “literatura didáctica” o con “fines didácticos”, es habitual

encontrar abundantes paralelismos y recursos para fijar las palabras que encierran el

mensaje169.

PRINCIPIO DE TOTALIDAD

El fundamento antropológico de este principio hay que buscarlo en la teoría de la

percepción, en tanto se afirma que el hombre percibe todos unificados, estructurados y

cualificados170. Este principio es en parte rescatado, revalorizado y reformulado por la

Gestalt. Precisamente el término Gestalt significa forma, estructura, configuración. Se

puede sintetizar esta teoría –como ya hemos visto- en la afirmación de que “el todo es

más que la suma de las partes”, que las unidades portan un significado no divisible en

elementos simples. Este principio se opone a lo sustentado por las posturas

asociacionistas del tipo del empirismo y conductismo.

Es preferible el nombre de todos más que de estructuras o formas, pues estas

últimas palabras admiten ser utilizadas vaciadas de contenido, como exigencias

perceptivas casi estéticas, en el caso de la teoría de la Gestalt, o como meras estructuras

formales lógicas, en el caso de otras posturas holísticas, sin que haya un fundamento en

la unidad ontológica y psicológica.

Este principio tiene por lo menos dos aplicaciones prácticas en el tema del

aprendizaje: una en cuanto al planteamiento curricular, la otra en cuanto al método.

a) En el primer caso exige presentar las materias didácticas en forma global, con

sentido unitario, y no en compartimentos estancos. Y la transposición didáctica se debe

hacer de manera tal que la división o sectorización necesarias, respondan a criterios científicos y no a parcializaciones arbitrarias. Hay que hacer constantemente

integraciones en la presentación de todas las asignaturas o contenidos, respetando el

principio de realismo, y considerando lo más posible la relación entre las disciplinas. En

la vida real, por otra parte, nos encontramos con objetos, hechos, problemas, no

segmentados de cualquier modo ni artificialmente. No se trata por tanto de relacionar

arbitrariamente las disciplinas.

b) En cuanto a lo metodológico se trata de presentar –dentro de la asignatura

misma – el material o el contenido en unidades significativas. Esto en lo que hace al

contenido del ciclo, del curso, del mes, de la semana, del día y de la hora de clase.

Nunca dar conocimientos aislados.

En otras palabras, se debe presentar siempre el conocimiento integrado en

unidades, lo más reales posibles. Así por ejemplo, al planificar una asignatura se debe

buscar cuál es el eje vertebrador de la misma. Y con ocasión de cada conocimiento

nuevo que se presenta ver qué relación tiene con dicho eje. Las unidades deben ser

pocas, posibles de retener en cuanto al número, los títulos, los contenidos y la

estructura. Dentro de cada una, visualizar los grandes núcleos temáticos. Y al dar cada

tema es necesario buscar todas las relaciones posibles. La realidad misma está integrada y

relacionada. Se trata de descubrirla y hacer redescubrirla constantemente.

Los mapas conceptuales o de otros tipos que muestran la ubicación –hasta de

modo espacial- de las relaciones significativas de los conceptos, los cuadros sinópticos,

las revisiones y evaluaciones integradoras ayudan a poner en práctica este principio.

VIVENCIA O

PRINCIPIO DE MOTIVACIÓN

Este principio tiene que ver con los motivos vivos y concretos para aprender.

Para que haya aprendizaje efectivo es necesario que se dé un compromiso afectivo en él.

La motivación surge espontáneamente en una escuela que aprovecha la vida y prepara

para la vida real. Esto da a los contenidos una mayor significatividad para los alumnos.

Por ello hay que establecer relaciones con los conocimientos anteriores y con áreas que

se sabe que motivan por su particular relación con la vida de quien está aprendiendo.

Hay que partir desde el mismo alumno y sus experiencias, sus intereses, inquietudes,

curiosidades. Y tratar de elevarlos. Se aprende mejor cuando se está dispuesto, se quiere

aprender. Y esto sucede ordinariamente cuando se sabe qué se está estudiando y para

qué.

Es decir, que el docente tratará de:

hacer al alumno copartícipe de los objetivos (intencionalidad);

resaltar la utilidad y aplicación del aprendizaje fuera del contexto escolar

(trascendencia);

dar muestras de confianza en el alumno y en sus posibilidades (sentimiento de

competencia);

estimular a los alumnos para lograr las metas propuestas (búsqueda y logro de

objetivos);

promover el gusto por el pensamiento reflexivo partir de lo positivo de los alumnos (optimismo)171.

Este principio toma en cuenta el aspecto emocional del alumno, ya que lo está

preparando para la vida, en todos sus aspectos. Incluye por ello todas sus dimensiones

relacionales: con el yo mismo; con los otros, con la vida familiar, con sus vínculos

laborales, deportivos, sociales en general; con el mundo, con la naturaleza; con Dios.

Respecto a sí mismo, tiene que ver con la ayuda para la formación del autoconcepto y

de la autoestima, y el poder conocer y dominar sus propias emociones.

SOCIAL O

PRINCIPIO DE COMUNIDAD

Su fundamento es que el hombre es un ser social, propiedad derivada

inmediatamente de su esencia. El educando se inicia en el buen vivir y en la ciencia con

otros. Con modelos diversos en un aprendizaje comunitario. El aprendizaje familiar es

la matriz de todos los posteriores, hasta el punto de condicionar los estilos. Sin

embargo, parece que en la escuela –a pesar de estar con otros- el alumno está aislado.

Incluso a veces el trabajo en equipo significa sólo compartir un espacio.

Este principio no es tomado adecuadamente cuando se considera al educando de

manera individual o social exclusivamente, reduciendo el hombre o a una mónada

aislada o a meras relaciones sociales.

Atender al principio social significa también dar relevancia a los modelos y/ o los

mediadores humanos entre lo que se quiere aprender y el propio sujeto. Estos

mediadores o facilitadores, vehiculizadores, son los mismos compañeros muchas veces,

con quienes se da una mayor cercanía en el proceso de pensamiento, en el lenguaje y en

las vivencias. Se aprende mejor en muchos casos comunitariamente. Se escucha, se

observa el error del otro, y el otro escucha, corrige, premia, estimula. Hay una

confrontación y mediación más o menos espontánea. Se afianza mejor lo que se

conversa, siempre el otro ve un ángulo nuevo, se da la posibilidad de la discusión, etc. El

ya mencionado Lewis hace una interesante reflexión en base a la experiencia vivida tanto

como docente como alumno, en la que revaloriza la ayuda de los propios compañeros.

Dice que el maestro, al escuchar la pregunta que se le formula, a menudo vuelve a

explicar lo que ya estaba entendido, y agrega una cantidad de información que el alumno

ni quiere ni le ayuda a entender la cuestión que le preocupa. Y él mismo como docente,

dice que observaba -al querer contestar las preguntas de sus alumnos- cómo las caras

de éstos reflejaban la “misma frustración” que él mismo había sentido frente a sus

profesores. Éstos ya han olvidado a menudo dichas dudas, porque sobre el mismo tema

ya tienen muchas otras172.

También los fines de la escuela deben trascender la individualidad, ya que orienta

al educando hacia una correcta inserción familiar y hacia la convivencia en los distintos

grupos a los que pertenece.

Es interesante rastrear la puesta en práctica de estos supuestos en la Historia de

la educación, concretamente en la historia de la escuela y de la Universidad. Sus orígenes

hacen referencia siempre a un conjunto de personas que “aprende” o practica una

ciencia, una doctrina, unos principios, un arte, una profesión u actividad en torno a un

maestro, un libro, o simplemente en torno de unos intereses u objetivos que se quieren

obtener.

En otros contextos y dentro de las teorías hoy en boga, Bandura es uno de los

representantes de la llamada teoría del aprendizaje social, que absolutiza este aspecto, el

social, en el aprendizaje. Considera que la conducta se aprende ya sea por propia

experiencia o por la observación de la conducta de otras personas. El aprendizaje de

conductas complejas sólo se puede realizar teniendo modelos válidos y apropiados de las

mismas. El individuo en contacto con dichos modelos los imita o se siente modelado por

ellos. Este modelado o aprendizaje por imitación se constituye por cuatro procesos: la

atención, la retención, la reproducción motriz y la motivación y el refuerzo173 .

PRINCIPIO DE PATRIA

El aprendizaje social se da en un marco único: el de una Tradición, el de una

Nación, una ciudad, una sociedad, un barrio, un colegio. En este principio, que Stocker

ha llamado de Patria, se hace referencia a una mayor concreción de la tradición en

cuanto ésta es marco y contenido de la misma educación, como vimos en el principio de

la experiencia. Su realización se opone a la escuela “desarraigada”, abstracta. Tiene que

ver con el marco que identifica al grupo escolar: una cierta trascendencia histórica y de

cara al futuro, el valor mismo de la patria y la virtud de la piedad.

En este principio se puede distinguir un aspecto metodológico y uno pedagógico

más amplio.

El primero, en cuanto a la selección de contenidos, a los ejemplos, al tipo de

estrategias a usar.

El segundo se dirige más bien a la finalidad. Los fines y objetivos educativos

tienen que ser encuadrados y desgranados, concretizados para tal cultura, país, ciudad,

barrio, colegio, familia.

FORMAL.

Este principio se refiere a la “formación de fuerzas, capacidades y habilidades, la

ejercitación y ejercicio de las funciones espirituales y psíquicas (ejercitación de los

sentidos, de la capacidad de observación, de la facultad de razonar, de las habilidades del

lenguaje, … pero también de las energías emocionales y volitivas, etc.)174 .

Se opone a la escuela que hace hincapié sólo en los contenidos (en el sentido

material de los mismos), sin atender a la formación que esos contenidos generan.

Educación formal, dice Stocker, es adquirir lo formal “en” los contenidos. Se

trataría de formar las habilidades para que el alumno pueda más tarde, por sí mismo,

adquirir, buscar, seleccionar los contenidos a aprender. Es una forma del aprender a

aprender, aprender a emocionarse, aprender a pensar. Hoy hablaríamos de ciertos

contenidos que son formales en el sentido que habilitan para la adquisición de otros,

como muchos de los contenidos llamados procedimentales. En realidad, hoy se

considera como contenido todo aquello que es enseñable. Y se los divide en

conceptuales, procedimentales y actitudinales, además de los transversales. Siempre en la

escuela se ha tratado de formar en hábilidades, capacides, actitudes. De hecho se han

dado críticas reiteradas a la escuela contenidista. Hesíodo tal vez sea uno de los primeros

ejemplos. Sócrates al intentar que sus discípulos aprendan a definir y no definiciones ya

hechas; Quintiliano insistiendo en que los niños deben “entender lo que leen”;

Montaigne con su propuesta de reducir prácticamente la educación a la capacidad de

juzgar y aprender por sí mismo; Locke que dice que “la instrucción debe dirigirse a la

razón para formarle y no a la memoria para embutirle”; son algunos de los muchísimos

ejemplos de la presencia de este principio en la historia de la Educación universal.

Una vez más hay que llegar a un equilibrio, en este caso entre el aprendizaje

material y el formal. Simplificando las cosas, las corrientes conductistas insisten en los

contenidos –como resultados- mientras que las cognitivistas en los procesos, habilidades

y procedimientos.

Este principio hace también referencia al concepto de "uso" del hábito, es decir

que lo más importante es que el hábito pueda ser puesto en práctica, ser utilizado.

Todos aquellos aprendizajes básicos que deben ser considerados de modo

especial por ser necesarios para la concreción de otros aprendizajes, ponen en práctica

este llamado principio formal. Ellos son el aprender a leer, a estudiar, a pensar, y todo lo

que podría llamarse el aprendizaje emocional (no mero desarrollo emocional), que

comprende básicamente la formación del autoconcepto, la autoestima y en general, el

control emocional.

***

Saint Exupery tiene unos párrafos en “Ciudadela” que ilustran de manera más

poética los principios del aprendizaje expuestos. En esta arenga a los maestros,

podríamos encontrar el realismo, la experiencia, la significatividad, la necesaria actividad,

la vivencia, etc.. Dice así:

“...he reunido a los maestros de mis escuelas y les he dicho: ‘No os equivoquéis. Os he

confiado los hijos de los hombres no para pesar más adelante la suma de sus

conocimientos, sino para regocijarme de la calidad de su ascensión. Y no me interesa

aquel de vuestros discípulos que haya conocido, llevado en litera, mil cimas de montañas

y así observado mil paisajes, porque en primer lugar no conocerá uno solo

verdaderamente, y luego, porque mil paisajes no constituyen más que una partícula de

polvo en la inmensidad del mundo. Me interesará sólo el que haya ejercitado sus

músculos en la ascensión de una montaña, aunque sea la única, y así estar capacitado

para comprender todos los paisajes por venir y, mejor que el otro, vuestro falso sabio,

los mil paisajes que le han enseñado. ‘Y si quiero que nazca el amor, fundaré el amor en

él por el ejercicio de la plegaria’ [...] cuando digo montaña, significo montaña para ti,

que te has desgarrado en sus zarzas, saltado sus precipicios, sudado contra sus piedras,

cogido sus flores y respirado finalmente a pleno aire en su cumbre. Yo señalo pero no

impongo nada. Y cuando digo ‘montaña’ a un boticario graso, no agrego nada a su

corazón”175.

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