jueves, 25 de agosto de 2011

METAFÍSICA DE LA PERSONA EN SANTO TOMÁS DE AQUINO

Profesor Antonio Amado Fernández.

En la Suma Teológica, cuestión 29 de la primera parte, dice Santo Tomás: “aunque lo universal y lo particular se encuentran en todos los géneros sin embargo el individuo se haya de un modo especial en el género de la substancia, porque la substancia se particulariza por sí misma y los accidentes en cambio por su sujeto que es la substancia”. Es decir, lo particular y lo universal están en todos los géneros. Por ejemplo en el género de la cualidad tenemos blanco y este blanco, lo mismo en el género de la acción podemos tener movimiento y este movimiento, y cosas por el estilo. Lo que sucede es que lo particular de un modo especial está en el género de la substancia. ¿Por qué? Porque los accidentes en todo caso son particulares, son individuales por la substancia. Es decir el blanco es este blanco si está en este hombre y si no, no hay este blanco. Entonces, los accidentes son individuales por la substancia. En tanto que la substancia se individualiza por sí misma. Una blancura es esta blancura en cuanto está en este sujeto, por esto lo particular se encuentra más propiamente en el género de la substancia que en el género de los accidentes. De aquí la conveniencia de que los individuos del género de la substancia tengan con preferencia a los otros el nombre de hipóstasis o substancias primeras. Esto es lo primero que Santo Tomás nos comunica para llegar a entender bien la noción de persona.

Sin embargo, dentro de las substancias, y esto es lo que nos interesa a nosotros, hay algunas en las que de un modo más perfecto se encuentra lo singular y esto es lo que es fundamental para la persona. Dice: “Pero de manera aún más especial y perfecta se encuentra lo particular e individual en las substancias racionales” Es decir, este hombre y esta piedra es más una que esta blancura, porque esta blancura es ésta por esta piedra. Hay más unidad y más singularidad en esta piedra que en esta blancura. Pero hay todavía mayor individualidad y, por tanto, más singularidad en el ser racional o en la substancia racional que en la substancia que no es racional. Y Santo Tomás va a decir el motivo, que no es exactamente el motivo sino que más bien es la señal, y dice: “Pero de un modo más especial y perfecto se encuentra lo particular e individual en las substancias racionales, que son dueñas de sus actos”. Ahí da la señal: “…que son dueñas de sus actos, y no se limitan a obrar impulsadas por otro sino que se impulsan a sí mismas. Y las acciones son de los singulares”. Es decir, de un modo mucho más perfecto se encuentra lo singular en las substancias racionales. ¿En qué consiste esa singularidad mayor que tienen las substancias racionales? Consiste en algo que las hace tan poseedoras de sí mismas que son dueñas de sus actos.

Cuando decimos este plumón y decimos esta persona, la singularidad de este plumón y la singularidad de esta persona están en grados completamente diversos. Esto hay que entenderlo porque sólo por aquí podemos pensar profundamente en el carácter único, singular e irrepetible de cada ser personal. Que cada persona es única, singular, irrepetible, distinta a todas las demás, etc. esto es de conocimiento común, no hay que ser filósofo para esto. Todos lo sabemos. Cuando un niño nace, la mamá se alegra por ese niño distinto a los otros niños que tiene. El que ha nacido es un hombre distinto a todos los demás. No es como cuando salen autos de una fabrica de autos. Apareció un hombre distinto a todos los otros hombres, y eso único, distinto, singular y característico que tiene, lo tiene y lo reconocemos como formando parte o como siendo su ser personal.

Dice Santo Tomás: “Lo singular se da de un modo más perfecto en las substancias racionales porque son dueñas de sus actos”. Por aquí hemos entrado. Una vez que Santo Tomás dice esto, entonces comenta el sentido de la definición de Boecio que todos conocemos: “Persona es substancia individual de naturaleza racional” Y yo quiero ahora dedicarme un poco a la definición y a comentarla.

Ya ha dicho Santo Tomás que lo individual y singular se encuentra de un modo mucho más perfecto en las substancias que son racionales. A partir de esto, teniendo en cuenta que el individuo en el género de la substancia se puede llamar hipóstasis, y teniendo en cuenta que lo singular se encuentra de modo más perfecto en la naturaleza racional, la hipóstasis de naturaleza racional es persona. Y persona es un nombre común que no se refiere a una naturaleza sino al subsistente único, singular de esta naturaleza que es la naturaleza racional. No es como hombre. Cuando yo digo hombre me estoy refiriendo a una naturaleza. Cuando digo persona no me estoy refiriendo a una naturaleza, por eso no es lo mismo persona y hombre. Si yo digo hombre estoy significando la naturaleza humana de modo genérico y universal. Cuando yo digo persona estoy nombrando con una palabra común lo singular de cada uno de los entes que son personales. Por eso decir hombre y decir persona no es lo mismo. No sólo porque puede haber personas que nos son hombres, sino que la razón de persona y la razón de hombre son distintas, porque la razón significada por hombre es referirse a una naturaleza. Es lo mismo que si yo digo mesa o árbol, me estoy refiriendo a una naturaleza. Cuando digo persona no me estoy refiriendo a una naturaleza sino al singular único, subsistente en esta naturaleza.

La naturaleza y la persona no son lo mismo en la criatura. La naturaleza en relación a la persona es como la parte en relación al todo. La persona es todo, la naturaleza es parte. Es persona de esta naturaleza, que puede ser humana o divina, que puede ser humana o angélica, pero no es lo mismo persona y hombre. Cuando yo digo persona me estoy refiriendo a lo único, a lo singular, a aquello irrepetible, a su subsistencia en tal naturaleza.

Pero si alguien toma la definición de Boecio, “substancia individual de naturaleza racional”, sin considerar con claridad a lo que está apuntando Santo Tomás puede equivocarse. Puede equivocarse porque resulta que substancia individual de naturaleza racional también lo es el singular tomado por parte de la naturaleza. Santo Tomás de Aquino lo vio clarísimo porque hay un problema, un problema teológico que ilumina la consideración más formal sobre el tema de la persona. El Verbo de Dios se hace Hombre, Jesucristo. Todos sabemos que Jesucristo es una persona y que tiene dos naturalezas. La naturaleza humana de Jesucristo es una naturaleza humana individual, singular; la naturaleza humana de Jesucristo es substancia individual de naturaleza racional y sin embargo no es persona. Esto hay que considerarlo para entender bien la definición de persona.

En cualquier facultad de derecho de cualquier parte del mundo van a dar la definición, y yo sostengo que nadie la entiende. La dan, dicen esto es persona y todos tranquilos. Porque es mejor decir que persona es alguien único, distinto, irrepetible, tiene una dignidad fundamental; es mejor, es más claro, más sincero. Eso se entiende, pero esto no se entiende. Porque sucede que cuando se encuentra uno con esta definición puede creer que está entendiendo el constitutivo formal de la persona y sin embargo, se ha quedado en lo individual por parte de la naturaleza, y al quedarse en lo individual por parte de la naturaleza me está hablando de un hombre singular pero no me está hablando de la persona. Son cosas bien distintas.

Cuando nosotros queramos pensar, por ejemplo, radicalmente en la libertad humana o en el conocimiento humano - vamos a poner el ejemplo de la libertad - tendríamos que darnos cuenta que, para que un acto sea libre, los actos libres no pueden reducirse a las inclinaciones específicas de la naturaleza. Si los actos libres se redujeran a las inclinaciones específicas de la naturaleza, resultaría que todos los hombres tendríamos que estar obrando igual. No podría haber cultura, ni elección, ni amistades, ni Juan podría casarse con Margarita en cuanto Margarita. No podría ser. Porque para que exista libertad tiene que haber algo que trascienda nuestra misma naturaleza, porque si no todos nuestros actos serian explicables desde nuestra naturaleza. Es decir, por qué Juan obró así, lo podría comprender un ser inteligente infinito que comprendiera bien la naturaleza de Juan. Pero resulta que, si por qué Juan obró así se contiene en su naturaleza, no hay quien sea capaz de justificar que el obrar de Juan fue libre. Si Juan obró así porque el obrar así se contenía en su naturaleza, ya me dirán en que consistió el obrar libre de Juan. Fíjense que Santo Tomás dice en un momento una cosa que a mí me parece muy importante: “ni siquiera Dios conoce en su causa los futuros libres”. Dios sabe todo lo que vamos a hacer, lo conoce, pero no lo conoce en su causa porque no se deriva de ahí que este señor va a obrar así. Si se derivara de ahí que este señor va a obrar así, entre otras cosas, Dios sería el culpable que algunos hombres obren mal.

Por tanto, para entender la noción de persona es fundamental no quedarnos a un nivel físico, tenemos que pasara al nivel metafísico. Es decir, la persona no es lo singular por parte de la naturaleza, sino que es el subsistente singular en tal naturaleza. Si la persona fuera lo individual por parte de la naturaleza, insisto, estaríamos al nivel de la naturaleza; y con el nombre de persona no se quiso nombrar la naturaleza, sino que se quiso nombrar a todo el ente de tal naturaleza.

Que el ejemplo teológico sirva para dar el brinco, el paso del nivel físico al nivel metafísico. La naturaleza humana de Jesucristo es substancia individual de naturaleza racional y, sin embargo, no es persona. Por tanto, en la comprensión de la definición de persona tiene que incluirse algo que nos permita salvar esta definición para que la naturaleza humana de Jesucristo no sea persona.

La filosofía de Santo Tomás es una filosofía del ser, del acto de ser. Una filosofía del acto de ser en la que el acto de ser es considerado como lo perfectísimo de todo. Dice Santo Tomás también: “persona es lo dignísimo en toda la naturaleza”. Persona es lo perfectísimo en todo el universo, es decir, lo subsistente en la naturaleza racional. Todo aquello que es perfecto es perfecto, en la filosofía de Santo Tomás de Aquino, según el ser. Por tanto, si la persona es lo dignísimo en toda la naturaleza es porque le corresponde un ser más perfecto. La perfección del ente personal será según la perfección del ser. Pero nos encontramos con que la persona no es un nombre de naturaleza, si la persona fuera nombre de naturaleza la naturaleza individual de Jesucristo sería persona. Y exigimos o requerimos de una noción de persona que nos permita decir, entre otras cosas, que Jesucristo es una persona, que tiene dos naturalezas, que es hombre pero no es persona humana. Si no, se nos hunde la teología y con ello se hunde todo.

El ser, el acto de ser es lo perfectísimo de todo. En la encíclica Fides et Ratio, en latín, hay un momento en que el Papa dice que esta filosofía de Santo Tomás, filosofía del acto de ser, se ha revelado como fundamental para comprender la persona. El gran tema, tan importante en nuestros días, de la persona se puede comprender, según la misma encíclica, de un modo más pleno y verdadero a la luz de la filosofía del acto de ser. El acto de ser como lo perfectísimo de todo, el acto de todos los actos, la perfección de todas las perfecciones. Nada es perfecto sino en cuanto que es. Pues, esta filosofía, la filosofía de Santo Tomás es la filosofía del ser.

Entonces, ahora permítanme una comparación para intentar entrar en la consideración formal de esta definición, no la material, insisto, no la física sino la metafísica, porque le puede pasar a uno que diga persona es lo singular, pero estar pensando lo individual por parte de la naturaleza. Pero no es la cuestión de lo individual por parte de la naturaleza, es lo singular en la línea del ser. Porque si fuera lo singular en la línea de la naturaleza podríamos establecer otro tipo de comunidad (incomunicabilidad). También un gato es distinto a otro gato. Toda substancia por ser substancia es incomunicable. Entonces, lo que hace este gato no lo hace otro gato, sin embargo entre estos gatos hay un cierto tipo de comunidad. En cambio, cuando hablamos de las personas hablamos de una incomunicabilidad de otro tipo.

Santo Tomás dice en varias ocasiones que el ente se toma del acto de ser, “ens sumitur ab actu essendi”. Cuando uno dice ente, haciendo una consideración metafísica, lo que estamos diciendo formalísimamente es que tiene ser. Claro que cuando yo digo ente también me puedo estar refiriendo a la naturaleza que tiene ser. Un poco sutil, pero es radical. Entendamos una cosa que es muy básica, si yo digo ente me puedo referir a la naturaleza que tiene ese ente o puedo estar nombrando a este ente desde el ser que tiene. Son dos cosas bien distintas. Cuando yo digo estudiante puedo estar refiriéndome al que estudia o al que estudia en tanto que está estudiando. Puedo querer nombrar al sujeto que está estudiando, y ahí estoy nombrando como estudiante la naturaleza, estoy nombrando al hombre, aunque lo esté nombrando como estudiante estoy nombrando al hombre, o puedo tomar al estudiante formalmente y en ese sentido lo estoy nombrando en tanto que estudia. Es importante la diferencia porque, cuando comúnmente nosotros escuchamos estudiante generalmente nuestra cabeza va a pensar un hombre. Pero desde el hecho de pensar un hombre no vamos a sacar todo lo que pertenece al estudiante en cuanto tal. Otra cosa muy distinta es ser capaz de pensar estudiante y que en este caso es un hombre pero quizás es otro ser que no es un hombre, un extraterrestre por ejemplo. ¿Qué es aquello que se sigue de ser estudiante en cuanto tal, que no es exactamente lo que se sigue de ser hombre en cuanto tal? Esta es la consideración formal. Cuando a uno le dicen vienen unos estudiantes, lo que uno está esperando es que vengan aquí unos hombres. Esto es así porque estamos en una consideración que es “ex parte naturae”. Pero es que hay una consideración que es la formal.

Cuando hablamos de persona, cuando decimos en el lenguaje común persona estamos generalmente hablando de individuos por parte de la naturaleza, no estamos en la consideración formalísima. Lo que yo quiero es que entiendan que esa consideración que es por parte de la naturaleza no sirve para llegar a la riqueza de la noción de persona en Santo Tomás de Aquino. Comparemos ahora estudiante con ente. Estudiante puede ser considerado denominativamente (estudiante como el que estudia) y formalmente (estudiante como el que estudia en cuanto que estudia). Formalmente, al estudiante en cuanto tal no le corresponde ser hombre. Ahora bien, ente se toma del acto de ser, pero yo puedo tomar ente denominativamente. Si tomo ente denominativamente estoy nombrando “in recto” la esencia. Tan es así que si yo tomo ente denominativamente yo puedo decir todo ente lo es por su esencia, todo ente es ente por su esencia. Ahora, si yo tomo ente formalmente yo “in recto” nombro el ser. Pero miren la diferencia, si “in recto” nombro el ser sólo Dios es por su esencia, sólo Dios es ente por su esencia, los demás son entes por participación. La diferencia es radical. Si cuando yo digo ente lo que quiero decir formalmente es que es, que tiene ser; si lo que estoy nombrando formalmente no es a la esencia, sino que estoy nombrando incluso a la esencia desde el ser que tiene, tomado formalmente, sólo Dios es ente por esencia, pues sólo en Dios su esencia es ser. Los demás entes son entes por participación, en ellos el ser es participado por la esencia.

Pasemos a la persona. Dice Santo Tomás: “el ser pertenece a la razón del supuesto o hipóstasis”, “el ser pertenece a la razón de persona”. Esto lo dice en la Suma Teológica, tercera parte, hablando de Cristología y es donde hay que decirlo con toda propiedad. Si el ser pertenece a la razón de persona la naturaleza humana individual de Cristo, aunque sea substancia individual de naturaleza racional, no es persona. El ser pertenece a la razón de persona, substancia individual de naturaleza racional, pero ahí está entendido no como lo individual por parte de la naturaleza sino como el subsistente perfecto de naturaleza racional, y el ser pertenece a la razón de hipóstasis o persona. Lo singular en la naturaleza racional, los que son individuos de naturaleza racional son más perfectamente singulares y reciben con más propiedad el nombre de hipóstasis. Entonces, lo singular en la naturaleza racional es persona y el ser pertenece a la razón de persona. Ahora, esta persona yo la puedo considerar en dos perspectivas lo mismo que el ente: denominativamente o formalmente. La persona tomada denominativamente, aquello por lo que toda persona lo sería por su naturaleza, es lo singular en la línea de la naturaleza, pero tomada formalmente la persona es lo singular en la línea del ente, del ser.

Ahora bien, lo singular en la línea de la naturaleza de alguna manera lo conoce el psicólogo, el padre, la madre, el que observa, el sociólogo. Lo singular en la línea del ser no hay por donde. Tomemos un hombre, Francisco, lo singular en la línea de la naturaleza no explica los actos irrepetibles de Francisco. Lo singular en la línea de la naturaleza se comporta como modo. Si en la línea de la naturaleza Francisco es un tipo irritable, pues eso se comportará como modo. Si es un tipo simpático porque tiene unas hormonas favorables para la simpatía, cuando él decida ser generoso será con simpatía, con simpatía hormonal favorable y, si los humores van por otro lado, bueno, pues lo será con menos simpatía. Pero no se deriva de ahí que haga un acto de caridad, no se deriva de ahí que haga un acto de limosna o de generosidad, no se explica por eso que mató a su mujer. Es decir, hay que buscarlo en otro lado. Hay que darse cuenta que hay otro centro en la persona que es la persona misma en su singularidad, que es la que origina los actos verdaderamente personales. Me parece que es fundamental, si hablamos de la persona en Santo Tomás, el darnos cuenta de la necesidad de la consideración metafísica para poder alcanzar el núcleo de la persona en cuanto tal. Porque si no, vamos a confundir la singularidad de la persona con aquello singular que tenemos cada uno de nosotros en la línea de la naturaleza. Pero eso no es así. Por mucho que cuando hacemos un acto desordenado queramos justificarnos diciendo que somos así, nuestros actos libres no se originan en el “somos así” singular en la línea de la naturaleza. Podemos tener pasiones de un tipo, rarezas de otro tipo, una inteligencia mayor o menor, pero todo eso forma parte de la singularidad en la línea de nuestra naturaleza, pero el acto libre no se origina ahí.

Esta singularidad en la línea del ente va a consistir propia y formalísimamente en la auto presencia que el ser personal tiene sobre sí mismo o de sí mismo, la auto presencia radical. Auto presencia que no es una auto presencia en el sentido de que él conscientemente o realizando él operaciones intelectuales se haya descubierto a sí mismo o esté meditando sobre sí mismo, sino que puede pensar sobre sí mismo y meditar sobre sí mismo porque radicalmente por su ser ya está siempre presente a sí mismo. Si yo voy en la línea de la naturaleza singular, en la línea de lo singular por parte de la naturaleza, me queda sin explicar aquello que Santo Tomás de Aquino había puesto como lo más especial y específico para señalar por qué son singulares las substancias racionales, y que es el hecho de que son dueñas de sus actos. Es decir, de una manera más perfecta se encuentra lo particular en las substancias racionales porque son dueñas de sus actos, pero el ser dueñas de sus actos no se explica desde lo individual por parte de la naturaleza. Porque desde lo individual por parte de la naturaleza se sigue una inclinación específica como la propia de toda naturaleza, mientras que uno es libre porque puede tener posesión de su acto, cosa que no le pertenece a la naturaleza.

Se da una trascendencia del ser personal en cuanto tal, o de la singularidad de cada persona con respecto a toda posible investigación por parte de los hombres. Si la persona no es lo individual por parte de la naturaleza, está más allá de toda observación empírica, de todo análisis psicológico, de todo test de Rocha. En esto no aparezco yo en la singularidad de mi ser por la que formalmente soy yo, es decir aquella según la cual estoy presente a mí mismo. Lo que aparecen en todo caso son patologías que se constituyen como modos de mi persona, pero no la persona en cuanto tal.

Sin embargo, en este ser personal que formalmente considerado tiene esta interioridad y esta singularidad, estaría mal que formara parte de la perfección de su ser el que quedara aislado en sí mismo. Es decir, es precisamente la doctrina de Santo Tomás de que el obrar sigue al ser, aquella doctrina de Santo Tomás de que el ser es comunicativo de sí, de que el ser se difunde, la que nos hace comprender también lo que todos ya vivenciamos: que aquello íntimo de nosotros está también para ser comunicado. Pero aquí hay algo misterioso, vemos que a pesar de esta singularidad los hombres tendemos a asociarnos y tendemos a la vida amistosa y tendemos a la relación con los demás, etc. Es mas, incluso queremos, como queriendo que se nos reconozca nuestra dignidad, que se nos considere según lo que verdaderamente somos y que nadie nos tome por otra cosa distinta de lo que somos, y que nadie nos reemplace en los actos que nosotros podemos hacer, porque somos personas.

La doctrina de Santo Tomás sobre la persona y sobre la consideración formal de la persona, tiene que ser completada con lo que Santo Tomás de Aquino señala acerca de los trascendentales. El ente se convierte con el bien según la razón de ser. El ente y el bien se convierten. El ente y lo verdadero se convierten. El ente según que tiene ser es verdadero. Ahora bien, la persona es lo dignísimo en el universo. Si la persona es lo dignísmo en el universo es lo máximamente ente, por tanto es lo máximamente bueno y lo máximamente verdadero. Lo cual nos hace entender que, considerando a la persona como lo individual por parte de la naturaleza no habría fundamento último para no realizar ciertos actos en contra de la persona a favor de la sociedad. Porque si te quedas en lo individual por parte de la naturaleza no tienes el fundamento último. El fundamento último está en la singularidad de este ente en la línea del ser. Estamos hablando a nivel de fundamento no a nivel de sentido común. Cualquiera sabe que a un hombre no hay que golpearlo así como así, pero estamos hablando de por qué a este señor no se le puede torturar en esta sociedad. El fundamento último se encuentra en lo singular en la línea del ser.

Entonces, si el ente se convierte con lo verdadero y se convierte con lo bueno, si la persona es lo dignísimo en todo el universo, resulta que la persona será también máximamente buena y máximamente verdadera. Ser máximamente bueno quiere decir en este caso que la persona en cuanto tal, como se constituye desde el ser, como el ser pertenece a la razón de persona, que la persona sea bien quiere decir que es bien honesto. No puede ser ni bien útil ni bien deleitable porque tanto los bienes útiles como los bienes deleitables incluyen en su razón ser participado, mientras que la razón de persona no incluye en su razón el ser participado. Puede haber una persona que sea finita, pero la razón de persona no incluye el que sea finita. Por esto, persona según su razón es bien honesto. Hasta el bien deleitable más perfecto que es el cielo es finito. Es decir, el bien honesto puede ser participado pero en su razón no se incluye el que sea participado. La persona puede ser finita pero en su razón no se incluye el que sea finita, por eso la persona sólo dice razón de bien honesto. Sólo se atiende a la persona según lo que es cuando se la ama por sí misma y no en orden a otra cosa, precisamente porque es persona.

Pero es que además la persona, según su razón propia, es también lo máximamente verdadero. Es decir, la persona según que lo verdadero es aquello que según su razón propia tiene que ser contemplado. Por eso la persona es también en el universo lo que máximamente es digno de contemplación. Lo cual quiere decir que todas las artes, todas las ciencias, todas las disciplinas, todas las verdades científicas de cualquier naturaleza son siempre de orden inferior a lo que es la contemplación del ser personal. Es mejor conocer a un amigo que saber química, es mejor conocer a un amigo que conocer la historia de la humanidad, porque hay una verdad más elevada en la contemplación del amigo que en la posesión incluso de la misma filosofía. Se trata de una consideración más elevada; cosas que hoy día se han descuidado. Porque da la impresión de que las personas tienen que realizarse haciendo cosas y descuidan a las personas, cuando resulta que las personas son más verdaderas, son más adecuadas al entendimiento humano que las ciencias.

Las personas son singulares, la ciencia es de lo universal. Pero ya Santo Tomás de Aquino dice en una ocasión: “lo singular no es ininteligible por ser singular, sino por ser material”. Lo cual quiere decir que si hubiera algo que fuera inmaterial y singular sería más inteligible que todas las demás cosas. Y por eso, hay más verdad en Francisco y en la dignidad de Francisco que en el resto de los entes del universo. Y más perfección alcanza quien se ocupa de Francisco que quien se ocupa de todas las disciplinas y de todas las ciencias.

El problema es que la contemplación de Francisco, el entrar en la interioridad y la singularidad de Francisco no lo puede hacer el psicólogo, el sociólogo. ¿Quién lo puede hacer? Entrar en ese núcleo interior, irrepetible, singular, donde se originan últimamente nuestras elecciones, decisiones y pensamientos, es una cosa que sólo se puede hacer en la vía del amor. Y es muy importante. Sólo la comunicación amistosa de los hombres permite que recíprocamente puedan entrar en la contemplación mutua de eso que es lo singular, irrepetible, único de cada uno de ellos. Más conoce a Francisco el amigo que el psicólogo, porque el psicólogo se quedó en otro lugar. El amigo no va a ser capaz de reducir a principios universales la actuación de Francisco, pero en ese sentido está más cerca de Francisco, porque el otro al final lo que ha hecho ha sido reducir lo que le pasa a Francisco a estadísticas, a cosas que son más o menos modos generales de comportamiento, que el psicólogo ha querido identificar en esa individualidad, pero está ajeno a Francisco.

Un filósofo puede, sin ser buena persona, entender más o menos estas cosas, puede incluso ser mala persona y entenderlas. Sin embargo, una comprensión tal como hace Santo Tomás de Aquino del ser personal exige también una connaturalidad con el ente personal. “Todos los hombres desean por naturaleza saber”. Lo máximamente inteligible es el ser personal, pero el ser personal está vedado si no se entra en la línea del amor y de la connaturalidad por el afecto. Es decir, la dimensión auténticamente sapiencial a la que está ordenada incluso la misma filosofía, a la que está ordenada la misma metafísica tomista, la dimensión auténticamente sapiencial está vedada a quien no está connaturalizado con el bien, porque si no está connaturalizado con el bien, si no hay rectitud en su voluntad hacia lo que es bueno no puede verdaderamente comprender al ente personal en la singularidad de este ente personal. Y por tanto, le falla el principio ordenador de todas las cosas del universo, porque todas las artes y todas las ciencias se ordenan a esta sola cosa que es la felicidad del hombre. Lo dice Santo Tomás de Aquino. Quien no está connaturalizado con lo bueno, no puede conocer al ente personal en esta singularidad, que es aquella también por la que Dios, por amor, lo creó singular. Y si no está connaturalizado no tiene una razón última que le permita ordenar todas las cosas del universo en su sentido más profundo. Será filósofo, conocerá que hay una causa primera y conocerá que hay un motor inmóvil, etc., pero por no estar connaturalizado no podrá entrar en esta dimensión más profunda, a la que la misma filosofía de Santo Tomás de Aquino invita, abre y posibilita.

La persona es lo singular, el subsistente singular de naturaleza racional en la línea del ente. Y aunque eso lo comprendamos, a Francisco no lo comprendemos si no somos sus amigos. Es por eso que, todos los hombres desean por naturaleza saber, pero aquello a lo que está abierta la misma inteligencia humana se relaciona profundamente con la destinación que tienen todos los hombres también a la amistad. Por eso, en la culminación de la felicidad por parte del hombre hay una contemplación y hay una amistad. Porque si removiéramos por un absurdo la amistad de la felicidad de los hombres, no tendría sentido que apeteciéramos saber. Pensándolo en serio, no hay nada que verdaderamente pueda impulsar a un hombre a saber sino porque al final de esos conocimientos se encuentra con un ser personal. Si removiéramos por un absurdo la posibilidad de la amistad, no tendría sentido ninguna disciplina y ninguna ciencia. Es por eso que, cuando removida de la vida de los hombres la amistad, los hombres cuando se dedican a estudiar lo que están haciendo es precisamente prepararse para dominar, que es un asunto muy distinto. La técnica queda como la única salida y como la única opción en el estudio del hombre una vez que ha sido removido el ente personal.

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