sábado, 1 de febrero de 2014

El fruto de una descendencia espiritual.

Paternidad espiritual del sacerdote


Por: Diego Alberto Amaya Vasquez

El fue pastor y forma del rebaño, luz para el ciego, báculo del pobre, padre común, presencia providente, todo de todos.
(Himno del común de pastores de la liturgia de las horas)

El tema a tratar es la real paternidad espiritual en el sacerdocio. Comenzaremos con una sucinta mirada a la doctrina del Apóstol de las gentes. Después revisaremos algunos escritos eclesiásticos y luego algo de Magisterio.


1. San Pablo:
En los escritos de San Pablo, muy a menudo, lo escuchamos referirse a su grey como a verdaderos hijos (1).  Este amor pastoral, que en San Pablo reviste rasgos paternales y maternales, no es una simple metáfora o mera comparación atractiva. Ciertamente, el, se sabe poseedor de una vida nueva, una vida divina y eterna que debe comunicar, y esta comunicación sobrepasa la pura comunicación de vida física o material, porque esta vida nueva es la vida en Cristo Jesús. En efecto, San Pablo, Llega a decir: “hijitos míos, por quienes padezco otra vez dolores de parto, hasta que Cristo este formado en vosotros” (2). Este sentido paternal se ve no solo en cuanto a la grey en general, sino también con algunos particularmente: "Te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti y para mí. Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio” (3). Se refiere a Onésimo como a un verdadero hijo pero engendrado en la fe mientras se encontraba en la cárcel, incluso  se atreve con una expresión espontánea y llena de pureza a llamarlo “mi propio corazón”. Vemos en el Apóstol de las gentes una clara y fuerte conciencia de que con el anuncio del Evangelio es capaz de “engendrar” hijos en la fe. Es verdaderamente un padre que educa (4), que tiene deseo de ver a sus hijos (5), que sufre y se preocupa por ellos(6), se alegra al recibir buenas noticias de sus hijos espirituales (7). Nunca tuvo reparo en manifestar abiertamente tu amor diciendo: Os amo a todos en Cristo Jesús (8), pero también como buen padre los reprende  porque “¿Qué hijo hay a quien su padre no corrija?”(9), y al reprenderlos demuestra también su amor (10). Todo esto denota que, San Pablo, ha hecho íntimamente suyas las intenciones de Cristo y que está dispuesto a  “gastarse y desgastarse” (11) por la salvación de las almas. Este modo de vivir de San Pablo se explica en que su corazón estaba invadido por el amor de Cristo a los hombres. En efecto, es Cristo mismo, que viviendo en Pablo ama en él a los hombres con su mismo amor (12).

2. Escritos eclesiásticos:
2.1. Orígenes (+254).
Escribe el Confesor: En la Iglesia, sacerdotes y doctores, pueden engendrar hijos, como san Pablo decía “hijitos míos, por quienes padezco otra vez dolores de parto, hasta que Cristo este formado en vosotros” […] Estos hijos engendrados ahora en la Iglesia son los oyentes de la predicación del ministro (13. Orígenes habla, en efecto, de la paternidad sacerdotal en el contexto del don total del ministro a su comunidad.
2.2. Eusebio de Cesarea († 340)
Eusebio vincula más profundamente la paternidad sobre los fieles con la continencia sacerdotal. Subraya que, al renunciar a la paternidad carnal, el ministro de Dios, patriarca ayer u hoy sacerdote, se abre a una fecundidad más amplia, recibe una descendencia a la que tiene que entregarse. Dice Eusebio: “No tendrán que asumir la educación, la disciplina y la formación de uno o dos hijos, sino de una muchedumbre realmente sin numero” (14). Eusebio llega a especificar que el sacerdote es padre de un pueblo, pero no llega a determinar a la Iglesia como madre o Esposa.

2.3. San Efrén († 372).
Se presenta con un esquema más lógico: El ministro renuncia al matrimonio carnal para casarse con la Iglesia y tener una paternidad espiritual, a cuya salvación se entregará. Este sentido esponsal queda a plena vista en poema dirigido a un obispo llamado Abraham cuando dice: «Bien respondes a tu nombre, Abraham, porque tú también eres padre de muchos. Pero tú no tienes esposa, como Abraham [tenía] Sara: he aquí que tu grey es tu esposa. Educa a tus hijos en tu verdad; que sean para ti descendientes por el espíritu, hijos de la promesa, para que reciban el Edén en herencia» (15).

2.4. Pseudo-Jerónimo (417).
Este autor galo dice: « ¿Qué mejor esposa que la Iglesia de Dios puede buscar un obispo?.
¿Qué mejores hijos que el pueblo de Dios?»(16).

2.5. San Gregorio Magno († 604).
Para fundamentar la castidad por el reino de los cielos. Dice San Gregorio: «Allá en efecto [Antiguo Testamento], se condena la abstinencia del matrimonio; aquí [Nuevo Testamento], se la celebra con admirables alabanzas. Allá, los sacerdotes engendran carnalmente; aquí, alcanzan el fruto de una descendencia espiritual tanto más abundantemente que su castidad no puede  sufrir detrimento por el hecho de este bien que es el matrimonio» (17).

2.6. San Pedro Damián († 1072).
Con este santo de la edad medio se produce la fijación de esta doctrina paterno-esponsal del celibato. Para San Pedro Damián el signo de esta doctrina es el anillo episcopal o también llamado “esposa”. El anillo o “esposa” episcopal es una de las expresiones externas más fuertes en la época medieval del carácter esponsal del ministro. Hermosamente escribe la pluma de San Pedro Damian al Papa Nicolás II: «Ciertamente todos los hijos de tu Iglesia son sin duda hijos tuyos [...] Tú eres el marido y esposo de tu Iglesia, lo que testimonian el anillo de bodas y la vara de unión; todos en ella [la Iglesia] han sido regenerados por el sacramento del bautismo, y te han sido sometidos como hijos (18).

2.7. Inocencio III († 1216).
En este Sumo Pontífice, elegido Papa a los 37 Años, encontramos gran claridad y conciencia en uno de sus sermones, dice: «Cosa admirable, yo que juré el celibato, he contraído un matrimonio, pero este matrimonio no impide el celibato, ni la fecundidad de este matrimonio quita algo a la castidad de la virginidad. Agradó Juan en el celibato, Abraham en el matrimonio. Ojalá pueda yo agradar con los dos [estados] juntos» (19). Inocencio sintetizara toda la doctrina anterior, mirando lo ascético (Fecundidad de la entrega virginal a Dios para salvación de la grey), lo disciplinar (Afirmación de la conveniencia del celibato sacerdotal), y lo dogmático (Dimensión esponsal del ministerio sacerdotal). Es a tal grado la claridad que el Gran Doctor, Santo Tomas de Aquino, al tratar del Obispo como esposo en lugar de Cristo, alude a Inocencio III como representante de la Tradición (20).

3. Magisterio.
3.1.  Año 1935:
Una primera afirmación la hace Su Santidad Pío XI, en su enciclica “Ad catholici sacerdotii”, citando el texto de San Efrén, llamado la citara del Espíritu Santo, con el texto que hemos recordado mas arriba (Cf. punto 2.3. de este texto)

3.2. Año 1950:
El Santo Padre Pío XII, en su encíclica “Menti nostrae”, escribe una de las afirmaciones mas claras con respecto a la paternidad espiritual escrita de su propio puño y letra. Al tratar del verdadero sentido del celibato y de la libertad que este proporciona  al sacerdote dice: “Y porque ha de estar libre de las solicitudes del mundo y consagrado por completo al divino servicio, la Iglesia instituyó la ley del celibato, para que cada vez se pusiera más de relieve, ante todos, que el sacerdote es ministro de Dios y padre de las almas. Y gracias a esa ley de celibato, el sacerdote, lejos de perder por completo el deber de la verdadera paternidad, lo realza hasta lo infinito, puesto que engendra hijos no para esta vida terrenal y perecedera, sino para la celestial y eterna”(MN 17).

3.3. Año 1964:
Los padres conciliares, en la Constitución Dogmática “Lumen gentium”, al referirse a la potestad de regir del Obispo dice: “El Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor” […] “No se niegue a oír a sus súbditos, a los que, como a verdaderos hijos suyos, alimenta y a quienes exhorta a cooperar animosamente con él” (LG 27). Y a los sacerdotes los exhorta diciendo: “Respecto de los fieles, a quienes han engendrado espiritualmente por el bautismo y la doctrina (Cf. 1 Co 4,15; 1 P 1,23), tengan la solicitud de padres en Cristo” (LG 28).

3.4. Año 1967:
Nos dice el Siervo de Dios, Pablo VI, en su encíclica “Sacerdotalis coelibatus”: Efectivamente, la virginidad consagrada de los sagrados ministros manifiesta el amor virginal de Cristo a su Iglesia y la virginal y sobrenatural fecundidad de esta unión, por la cual los hijos de Dios no son engendrados ni por la carne, ni por la sangre (Jn 1, 13) (SC 26).

3.5. Año 1979:
En su hermosa carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo, el Venerable Juan Pablo II, Nos deleita con su profundidad en la espiritualidad sacerdotal al decir: El sacerdote, con su celibato, llega a ser “el hombre para los demás”, de forma distinta a como lo es uno que, uniéndose conyugalmente con la mujer, llega a ser también él, como esposo y padre, “hombre para los demás” especialmente en el área de su familia: para su esposa, y junto con ella, para los hijos, a los que da la vida. El Sacerdote, renunciando a esta paternidad que es propia de los esposos, busca otra paternidad y casi otra maternidad, recordando las palabras del Apóstol sobre los hijos, que él engendra en el dolor. Ellos son hijos de su espíritu, hombres encomendados por el Buen Pastor a su solicitud. Estos hombres son muchos, más numerosos de cuantos pueden abrazar una simple familia humana.

3.6. Año 1992:
La Exhortación Apostólica “Pastores dabo bovis” es, sin duda, el documento mas profundo y completo sobre la naturaleza del sacerdocio. Nos dice Juan Pablo II: “el celibato ha de ser acogido con libre y amorosa decisión, que debe ser continuamente renovada, como don inestimable de Dios, como «estímulo de la caridad pastoral», como participación singular en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia” (PDV 29)

4. Conclusión: No hay mucho que decir sobre el tema, pues la Iglesia ya lo ha hecho con claridad admirable y con santa profundidad. Queda de manifiesto que desde los tiempos Apostólicos ya existe la clara conciencia de la paternidad espiritual del ministro con su grey. Esta doctrina recorre los escritos eclesiásticos de los santos, doctores y pontífices de  la Madre Iglesia. Y aun hoy, en el Magisterio, se alza como gran emblema de la caridad pastoral del sacerdote y para esto “es preciso que el celibato sea considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del sacerdote” (21) Finalicemos orando a Cristo diciendo con Juan Pablo II: Concédenos amar con el amor con el cual tu Padre “amó al mundo”, cuando entregó su  “unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna”(22).


Diego Alberto Amaya Vasquez
  



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Citas:

1. 1 Cor 4,4; Heb 12,7; Flm 12; Gal 4,19. etc.

2.  Gal 4, 19.

3.  Flm 12.

4.  1 Tes 2,11.

5.  1 Tes  2,17; 3,6.

6.  1 Tes  3,5; 2,18.

7.  1 Tes  3,7.

8.  1 Cor 16,24.

9.  Hbr 12,7.

10. 2 Cor 2,4.

11. 2 Cor 12,5.

12.  Gal 2,20.

13. «Possunt enim et in Ecclesia sacerdotes et doctores filios generare, sicut et ille qui dice-
bat: Filioli mei, quos iterum parturio, donec formatur Christus in vobis. Aliquando enim et
de posteritate generis, et de successu subolis indulgetur. Sed ego in sacerdotibus Ecclesiae
huiusmodi intelligentiam non introduxerim; aliam namque rem video occurere sacramen-
to»: In Leviticum Homilia, VI,6: GCS 29,368,27-369,2; PG 12,474.

14. De Demonstratione Evangelica I,9: GCS 23,42,1-12; PG 22,81.

15. Carmina Nisibena, XIX,1, traducción de Gustav Bickell, Brockhaus, Leipzig 1866, p.
      112; CSCO 219/Syr.93, p. 61 y CSCO 218/Syr.92, pp. 50-53.
16.  «Quam, rogo, meliorem coniugem episcopus quam ecclesiam Dei quaerit? Quos                 meliores filios populo Dei?»: MORIN, Germain, Pages inédites de deux pseudo-Jérôme des   environs de l’an 400, «Revue Bénédictine» 40 (1928) 313.

17.  «Ibi quippe connubii abstinentia damnantur, hic miris laudibus colitur. Illic sacerdo-
tes carnaliter generant; hic  fructum  spiritalis propaginis  tanto copiosus afferunt, quanto
etiam per coniugale bonum pudicitiae detrimenta sentire non possunt»: In Librum I Regum,
II,37: CC 144,142,847-851.

18.  «Omnes quippe Ecclesiae tuae filii, tui procul dubio filii sunt [..] Porro cum tu sis vir
et sponsus Ecclesiae tuae, quod utique perhibent et annulus desponsationis, et virga com-
missionis; omnes in ea regenarati sunt per baptismatis sacramentum, tibi quoque nihilomi-
nus astringuntur necessitudine filiorum »: Opus 17. De caelibatu
sacerdotum, III, PL 145,385.

19.   «Mira res, qui coelibatum promisi, contraxi conjugium, sed istud conjugium non impedit coelibatum, nec fecunditas hujus conjugis tollit virginitatis castitatem. Placuit in coelibatu Joannes, placuit in conjugio Abraham. Utinam ego in utroque»: Sermo III. In Consecratione Pontificis, PL 217,662-663.

20.   «Per anulum [significantur] sacramenta fidei, qua Ecclesia desponsatur Christo: ipsi
[episcopi] sunt Ecclesiae sponsi loco Christi»: Summa Theologica, suppl. III, q. 40,a. 7.

21.  Exhotacion Apostolica Pastores davo vobis ,29

22.  Jn 3,16.

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